Transfomers: El último caballero

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La torpeza sin fin

Se podría pensar que Michael Bay es inimputable luego de tantos años de entregar films deficitarios y aburridos, no obstante no nos dejemos engañar: su típica colección de clichés dramáticos -esos que van desde lo reaccionario/ militarista a lo políticamente inofensivo- y desprolijidad formal -no la de la orgullosa clase B sino la de los tanques de 200 millones de dólares- suele incluir los mismos “deslices” que otros ejemplos recientes del mainstream como Guardianes de la Galaxia Vol. 2 (Guardians of the Galaxy Vol. 2, 2017) y del indie como The Bad Batch (2016), una trilogía que resume lo peor del cine de los últimos meses. Particularmente doloroso es el caso de The Bad Batch, una cruza impresentable de El Topo (1970) y Mad Max (1979), porque es la segunda propuesta de Ana Lily Amirpour, conocida por Una Chica Regresa a Casa Sola de Noche (A Girl Walks Home Alone at Night, 2014).

Por supuesto que Transformers: El Último Caballero (Transformers: The Last Knight, 2017) tiene más puntos en común con Guardianes de la Galaxia Vol. 2, ya que la supremacía de la fanfarria digital enturbia cada escena y genera despersonalización en lo que atañe a los protagonistas, logrando que todo luzca exactamente igual en términos de diseño como si la faena fuese una versión empobrecida de una película de animación en vez de un exponente en live action. Mientras que James Gunn, el artífice de Guardianes de la Galaxia Vol. 2, construyó un producto saturado de secuencias de acción interminables y de un colorinche infantil que retrasa muchos años, recordemos para el caso la maravillosa Dick Tracy (1990) de Warren Beatty, Bay por su parte sigue creando opus desmesurados que funcionan como un videoclip de una banda del glam pedestre de las décadas del 80 y 90.

Si bien al californiano siempre le gustaron los travellings innecesarios, la edición caótica, la mezcla de sonido hiper ruidosa, la cámara lenta símil publicidad, los chispazos de comedia atolondrada, los protagonistas unidimensionales, el chauvinismo y la masculinidad ante todo, el reciclado de tópicos clásicos, los paneos sin fin y las sentencias redundantes en el apartado de los diálogos, en la franquicia de los Transformers se le fue la mano a niveles insospechados (aun para los estándares que él mismo había establecido en el pasado). Para colmo esta quinta entrada es la peor de toda la saga porque demuestra un cansancio terminal en lo referido a personajes, secuencias de acción y progresión de la historia, otra vez con un “coso” que los héroes deben buscar para evitar la destrucción del planeta y que encima se remonta a los lejanos tiempos del Rey Arturo, nuevamente una gran excusa para bombardearnos con escenas de combates y desperdiciar a un elenco que incluye en papeles secundarios a Anthony Hopkins, Stanley Tucci y John Turturro, entre muchísimos otros.

Todo lo anterior pone de relieve cuánto se perdió en el trayecto que va desde la creación de la línea de juguetes y la serie animada televisiva de los 80 hasta estos esperpentos que dirigió Bay de la manera más rudimentaria posible: si bien siempre estuvo en el seno de la franquicia el enfrentamiento -tan antiguo como las fábulas humanas- entre el bien y el mal, representados por los Autobots y los Decepticons, por lo menos antes la marca contaba con un mínimo desarrollo de personajes y hasta supo derivar en una propuesta bastante digna para la pantalla grande que todos los que crecimos en aquella etapa tenemos en el recuerdo, Transformers: La Película (The Transformers: The Movie, 1986), la cual no deja de engrandecerse a medida que estas encarnaciones contemporáneas de los robots gigantes continúan cayendo en el abismo de la torpeza narrativa más anodina, hueca e imprudente. Con un presupuesto que supera los fondos totales anuales destinados por muchos países a fomentar su cine, es increíble que aún se produzcan obras tan fallidas como la presente…