Transcendence: Identidad virtual

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Loco x el Cine

Un viaje a ninguna parte

A principios de los años 80, el avance de la cibernética y la computación estimularon la imaginación de guionistas y escritores de ciencia ficción para crear futuros apocalípticos donde la humanidad es absorbida por máquinas que destruyen sus cerebros. La guerra computadoras vs humanos tuvo interesantes resultados cinematográficos como Brianstorm, dirigida por el mago de efectos visuales, Douglas Trumbull, o Tron, de Steven Lisberger. En ambas películas, los humanos eran transportados a otras dimensiones gracias a las computadoras. Más tarde, la serie Max Headrom, mostraba a una computadora imitando al protagonista y tomando vida a través de una pantalla.

Hoy en día sabemos, que las máquinas han ganado la gran batalla gracias al Internet, y cualquier película que intentara mostrar en forma ridícula los peligros de la computación, resultaría ingenua e ignorante. O más bien anticuada.

Transcendence: Identidad Virtual es la primer película dirigida por Wally Pfister, director de fotografía de Christopher Nolan, que en esta oportunidad solo se involucra como productor ejecutivo, seguramente como apoyo del debutante Pfister.

El primer problema que tiene el film es su tono serio y solemne. La pretensión de realizar una obra filosófica que además crea conciencia a las nuevas generaciones acerca del abuso de las redes virtuales y la necesidad de cuidar la energía. ¿En serio es posible creer que hay una moraleja seria detrás de tanta ridiculez?

Will Caster – sobreactuado e inverosímil Johnny Depp – es un científico que pretende capturar la conciencia y emociones humanas en el disco rígido de una computadora, para revivir a las personas después que estas hayan fallecido, al menos en el interior de una máquina.

Como si fuera un deseo premonitorio, Wil sufre un atentado contra su vida, y antes de morir, su esposa y mejor amigo, deciden grabar sus expresiones dentro de una computadora. Ante la desintegración física, Will “revive” dentro de un espacio virtual y es capaz de atravesar Internet para acumular información, así como limpiar las cuentas de seguridad de millones de personas para construir un centro de comunicaciones gigante en medio del desierto. A través de su esposa consigue su objetivo, pero al mismo tiempo su poder evoluciona y el mundo se muere de hambre.

Relato post apocalíptico con una buena idea, pero mal desarrollo, Transcendence es una obra demasiado dialogada, muy extensa, reiterativa, discursiva e incoherente. O el guión de Jack Paglen está lleno de fisuras, o el director no supo como armar el producto final, porque más allá de ser densa, previsible e intermible, lo que más llama la atención es la postura de cada personaje. Como se pasa de ser un villano a un héroe, y de que manera quedan impunes algunos crímenes que se comenten al principio del film.

A pesar de contar con un elenco ecléctico, es muy parejo el nivel de ausencia de emotividad. Es notable como todos los personajes tienen siempre el mismo tono. No se ve un cambio justificado en el accionar de los personajes. Pfister juega a ser un deus ex machina, creando universos desde la nada misma. Hay poca evolución e la linea narrativa y al film le falta ritmo y dinámica. También preocupa la falta de humor para distender las acciones. Pfister no se juega por un tono absurdo o bizarro. Lo termina ejecutando casi por accidente, pero con cierta resignación.

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Se podría estar horas discutiendo sobre si el hombre controla a la máquina o la máquina al hombre, pero es mejor dejar todo en silencio y seguir escuchando a Hal 9000.

No siempre el diálogo constante o los planos de corta duración aseguran un relato fluido, y el film decae en numerosos momentos. El conflicto romántico no es profundizado. Los personajes son buenos o malos, o acaso malos que se vuelven buenos, pero no tienen construcción, son demasiado estereotipados, presentan una sola capa, sin cuestionar lo que los otros personajes mandan a hacer.

Existen resoluciones ridículas de algunas escenas, efectos especiales realmente mediocres, y así podemos seguir criticando por horas. Ni el exagerado final o los cómics relief pueden llegar a crear empatía con el espectador. Trascendence, de Wally Pfister nos engaña, promete un viaje liviano, comprometido, entretenido y en cambio se choca con la cuarta pared.