Tolkien

Crítica de Fernando Alvarez - Clarín

Bucear en la infancia y la juventud de John Ronald Reuel Tolkien, el lingüista, profesor de Oxford y autor de El Hobbit y El señor de los anillos, es introducirse en un laberinto dominado por penurias, carencias y un conflicto bélico que marcó su existencia.

En ese sentido, los días del escritor están plasmados enTolkien, esta “biopic” que se desarrolla entre el tono romántico y el marco bélico, mientras espía al personaje central desde las alturas, como un desamparado afectivo que atravesó situaciones límites: la muerte de su madre cuando apenas tenía doce años; su posterior etapa como estudiante de Oxford en la que prevaleció el valor de la amistad y el compañerismo, y en donde formó parte de una Sociedad Secreta; y la más determinante, su eterna chispa del amor con la pianista Edith Ann Bratt (Lily Collins).

Como todo relato biográfico, el acercamiento a su personalidad puede resultar ambicioso y cuestionado, y la película se acerca con lentitud al disparador de ese universo fantástico del que surgen criaturas monstruosas, magos, caballos y hechiceros, que se materializan y se esfuman con la misma rapidez en medio de los nubarrones y los sangrientos enfrentamientos desatados en la Primera Guerra Mundial.

Refugiado en una trinchera llena de cadáveres y en medio de charcos de sangre, Tolkien espera y evita la muerte. Allí surge su creatividad e imaginación como escudo salvador para forjar lo que vino después: la escritura de las famosas novelas de la Tierra Media.

El relato del realizador Dome Karukoski coloca en primer plano a Nicholas Hoult (visto en Mad Max: Furia en la carretera y X-Men: Apocalipsis) como el Tolkien en su faceta romántica y en su período de juventud, mucho antes de la publicación de El Hobbit, en 1937.

El filme presenta flashbacks que describen diferentes momentos, el distanciamiento y el reencuentro con Edith, también su fuente de inspiración. Si algunos momentos y conflictos resultan distantes y hasta reiterativos, otras escenas transmiten su fragilidad. Y ahí secundan con acierto Colm Meaney, en el rol del sacerdote tutor que tuvo después de la tragedia, y Derek Jacobi, como el brillante profesor de Oxford.

Tolkien, con toda su brillantez creativa, entrelazó el amor, la amistad y la guerra para cabalgar a través de sus mundos de fantasía.