Tokio

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Caso curioso el de Maximiliano Gutiérrez, que de dirigir “El Vagoneta en el mundo del cine” (2012) se atreve con esta comedia romántica y trabajar con dos pesos pesados de la historia del espectáculo nacional como Graciela Borges y Luis Brandoni. Si bien el resultado es dispar, “Tokio” (Argentina, 2015) resulta un interesante producto justamente por las actuaciones de sus protagonistas.
El poder ver una vez más a Graciela Borges, interpretando a Nina/María, en la pantalla grande, bien vale el valor de la entrada. “Tokio” bucea en, principalmente, el encuentro entre una mujer sola, que llega a la ciudad de Córdoba justo el día de su cumpleaños y así, vulnerable como está (por su arribo intempestivo de Italia, del que nunca sabremos por qué), se dirige a un bar a pasar junto a un amigo la noche. Pero su amigo nunca llega, y ella, se expone vulnerable ante un verborrágico pianista encargado de amenizar la noche.
Goodman/Ángel (Brandoni) la envolverá con sus palabras y se convertirá en lo que ella necesitaba para poder terminar el día y cerrar su anterior historia. Después de convencerla de ir a tomar un café a su casa, que curiosamente queda al lado del lugar, entre ambos se iniciará un juego de seducción y de “histeriqueo” en el que ninguno de los dos quiere ceder.
Gutiérrez filma de manera estilizada, con poco distanciamiento de los objetos y personajes este encuentro. Apasionado de la luz, los destellos provocan una atmósfera de ensoñamiento, en el cual los actores van desplegando su historia de “una” noche. Los primero planos, y los detalles, como así también los enlaces de las primeras escenas a través de fundidos en negros, permiten que la acción se dinamice y la elipsis sea la figura más importante en la narración.
La luz se corta en la ciudad y brinda el espacio romántico más ideal para estos desconocidos que ante la iluminación de las velas desnudarán sus almas y se quedarán expuestos ante el otro sin más que la verdad que emite sus oraciones. Pero la acción es durante una noche, y en ella, casi como un “Antes del Amanecer” pero en un lugar cerrado, la química, que la hay, entre los personajes es decisiva para poder seguir adelante con la propuesta. Y finalmente la mañana llega, y el volver a sus vidas también, razón por la cual deberán enfrentarse a una realidad que quizás no querían conocer.
El día después los envuelve con las mismas miserias que todo los días de su vida, y más allá que el anonimato, el café, el champagne y la piel sigan latiendo, de ninguna manera les será posible escaparse del otro.
“Tokio” tiene un acercamiento a sus personajes muy contemplativo, abrumador, exigente, necesario, porque de ninguna otra manera estos dos amantes casuales podrían seguir contándonos su historia. Hay intervenciones de personajes secundarios, desafortunadas (como el caso de Guillermina Valdés), pero nada hace opacar a la potencia de la historia entre Nina y Goodman, a la que Gutierrez les regala el filme y saca lo mejor de sus interpretaciones.