Te quiero tanto que no sé

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Oda a la canción desafinada

A veces el amor puede ser tan errático como una canción desafinada. Sin embargo no deja de ser amor desde las emociones que genera un encuentro azaroso o un desencuentro, como ese estribillo pegadizo de una balada “que conocemos todos”. Tampoco hay un territorio definido para una historia de amor y tal vez en cualquier calle o espacio urbano se oculta otra historia de amor con una ciudad que no duerme, pero que tampoco sueña.

Sobre esos pilares endebles intenta transitar la ópera prima de Lautaro García Candela bajo el ambiguo título Te quiero tanto que no sé y protagonizada por Matías Marra, Lautaro García Candela, Miguel García Candela, Shira Nevo, Guillermo Massé, Jazmín Carballo, Bruno Rivas, Rocío Muñoz.

Algo de película generacional conecta a los jóvenes de hoy -los de la generación Whatsapp- con los jóvenes de ayer como rezaba ese hito del rock nacional, de la banda Serú Girán. Algo de musical también atraviesa una trama sencilla donde todo sucede en una noche de calor, en una road movie nostálgica y con el Buenos Aires céntrico y su noche en un primer y segundo plano.

Las canciones, todas ellas conocidas, juegan el doble rol de la melancolía y el complemento para que la película respire en ese viaje donde suceden cosas inesperadas y así el encuentro entre el protagonista y una vieja amiga se dilate. Lo importante no es la llegada sino el trayecto para que se convierta en verbo la carne. Los cuerpos deambulan, caminan con desgano y hasta bailan con el mismo desgano porque si hay algo que define a los nuevos jóvenes es ese tibio entusiasmo por todo, como muestra el dubitativo mensaje que nunca llega a destino.

En algunos momentos el humor arremete desde el absurdo como en el cine de Martín Rejtman, en otros los diálogos entregan naturalidad a la vez que enriquecen no tanto por lo que dicen sino por cómo fluyen en los vínculos y en las anécdotas que se suman al viaje.

A la película de Lautaro García Candela se la disfruta a la par de ese paseo inmoral, para citar en este juego antojadizo otro tema del rock argentino mucho más reciente. No importa si desafinan, no importa si concretan un encuentro amoroso. La ciudad los observa en su paseos nocturnos y con eso alcanza y sobra.