Tampoco tan grandes

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Dirigida por Federico Sosa (“Yo sé lo que envenena”,” Contra Paraguay”) y escrita por Máximo Reca, “Tampoco tan grandes” es una película que combina comedia, con algo de drama y también algo de romance. Un retrato sobre crecer, sobre tener treinta, una edad en la que se supone que uno debería tener toda su vida armada.
El mismo día en que Lola (Paula Reca) se entera de que su padre, al que siempre consideró muerto, murió realmente, se entera también de que ya tiene treinta años, pues su madre le mintió sobre las dos cosas. Como si fuera poco, con su pareja con quien se encuentra comprometida tampoco parece estar bien.
Eso y una llamada accidental a su ex terminan de ponerla en crisis. Su novio perfecto no está para ella para acompañarla a firmar unos papeles de la herencia a Mar del Plata y termina haciendo ese viaje junto a su ex y a su hermana. Pero ese viaje será más largo e importante de lo que parecía.
Primero, porque al llegar a Mar del Plata conocen a Natalio, la pareja de su padre desde hace muchos años. Lola hereda un terreno en Bariloche y Natalio les cuenta que es allí donde su padre quería que esparcieran sus cenizas. Entonces deciden hacer ese viaje.
Y segundo, porque se pondrán en juego muchas otras cuestiones existenciales para Lola y la presencia de su ex Teo no va a ser decorativa. “Tampoco tan grandes” es una película que sabe lo que quiere contar y el tono que necesita. De hecho, éste último termina sintiéndose muchas veces algo impostado.
Si bien el film cuenta con sus escenas de humor, todas están impregnadas de la melancolía que su propia protagonista siente. La banda sonora, aunque bonita, intensifica todo esto.
Los personajes de Lola y Teo (Andrés Ciavaglia) están bien construidos aunque el de ella no pueda evitar sentirse algo monótono por momentos, quizás lógico para este momento crucial que está viviendo, donde tiene tantas preguntas sobre su futuro que ni siquiera se anima a hacerse.
La hermana Rita (María Canale) presenta aristas más interesantes, es el personaje más directo y frontal pero también esconde, esconde un problema que, como todos, en algún momento tiene que explotar y salir a la superficie. El principal problema es el personaje de Natalio, interpretado por Miguel Ángel Solá.
Por un lado porque no tiene el peso suficiente para la historia pero también porque no puede escapar de los estereotipos. Entre ellos cuatro no dejan de formar un grupo fresco y colorido para retratar diferentes momentos de la vida, diferentes duelos.
A la larga de eso se trata “Tampoco tan grandes”, de hacer el duelo, de dejar ir aquello que no uno carga y es pesado y no aporta nada.
Soltar, dejar que se esparzan como las cenizas al viento. La dirección de arte termina de imprimir con sus colores esa sensación de juventud, porque todavía, aunque a veces nos quieran hacer creer que no, se es joven, no estamos tan grandes para volver a empezar.
Una propuesta divertida y emotiva por igual que, aunque a veces se sienta un poco artificial o impostada, no deja de sentirse genuina a la hora de retratar ciertas crisis de adultez.