Sully: hazaña en el Hudson

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Buen trabajo

“Buen trabajo” es la frase que más veces se dicen los personajes a lo largo de la película Sully dirigida por Clint Eastwood. Esa era la frase que definía años atrás al cine de otro gigante del cine americano: Howard Hawks. Define mucho más que a dos cineastas, define una idea del mundo, una mirada sobre las cosas. Sully es muchas cosas pero por encima de todo es un elogio del profesionalismo, del talento y la decencia de las personas que buscan hacer lo mejor que pueden aplicando todo lo que saben. i>Sully es pura emoción porque reivindica valores olvidados, despreciados, ignorados. La razón y el conocimiento es lo más importante en esta historia. Cuando se habla del cine de Eastwood se habla de una grandeza que parece perdida, porque aunque no sea el único cineasta clásico vigente, está claro que no tiene el más mínimo interés en perder su esencia o traicionar su narrativa en pos de acercarse a los tiempos que corren. No creo que el cine norteamericano esté en crisis, hace más de treinta años que escucho decir eso, pero sí creo que el cine cambia y los maestros van creciendo en su propio y particular camino. Cuando Ford y Hawks hacían sus últimas películas, sus miradas del mundo no se parecían, pero su mirada del cine sí. Esa grandeza pulida de los cineastas veteranos es algo que brilla en Eastwood. Allí donde alguien se hubiera hundido bajando línea y dando sermones, Eastwood se impone con la fuerza de la historia. Hay grandeza en los personajes, pero no hay grandilocuencia. Sully cumple con su trabajo, con un profesionalismo que las propias noticias recientes muestran que no es común en todo el mundo. No busca ni fama, ni premios, ni medallas. Solo quiere saber que la tarea está cumplida y la decisión, racional, inteligente y sabia de un profesional experimentado ha sido la correcta. Qué alguien no se emocione con los detalles más bellos y sutiles de la película es para mí un misterio, porque la película en su sobria puesta en escena y en su pudoroso guión alcanza picos de emoción enormes. Sí, tal vez es la emoción de Ford, una emoción inteligente, no un golpe bajo o una manipulación barata. Sobre los hombros de Hanks pone Eastwood la película, y él responde como Sully, haciendo su trabajo sin estridencias, solo con grandeza. Su personaje tiene dudas, angustias, conflictos. Aunque empezamos la película sabiendo cómo termina, esto no le quita mérito, al contrario, ratifica su grandeza. La sorpresa no tiene valor alguno aquí, la sorpresa es un golpe, la profundidad es un trabajo mucho más sofisticado. El cine se define por gestos visuales, por momentos que marcan la diferencia y que un director grande puede ver. El hombre que parece haber hecho todo bien, soporta una comisión que lo pone en duda. El profesionalismo llevado al siguiente nivel. Pero como muchos personajes de Ford, Hawks y también de Eastwood, su profesionalismo y sabiduría incluye una sublevación. El manual tiene defectos y una persona que sabe puede alterarlo para un bien mayor. También Spielberg podría haber dirigido esta película, porque Eastwood y Spielberg se parecen en muchas cosas. Tom Hanks en Puente de espías es parecido a Sully. Hacer el trabajo, cargar con la responsabilidad, terminar la jornada con el orgullo de la tarea cumplida. Los personajes secundarios, el copiloto, la esposa de Sully, todos están retratados con las mismas ideas. Sully tiene la sutileza del buen cine norteamericano. Para disfrutar del buen cine norteamericano hay que tener cariño por el lenguaje más complejo del cine. Aquel que forjaron los maestros y directores como Eastwood mantienen con vida. Clásico sin quedarse en el tiempo. Cuánto más clásico, más fresco se ve su cine.