Star Trek: sin límites

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Chapa y pintura

La saga de ciencia ficción se reinicia y aggiorna y, con algunos retoques, su esencia sigue intacta.

Hacer y rehacer películas con historias de culto, protagonistas y universos conocidos tiene siempre grandes desafíos: convocar a un público nuevo y hablarle en “código” a los viejos fans es uno doble. Star Trek: Sin límites, la película, reboot (reinicio), dirigida por Justin Lin sale indemne de ese mandato. Pero nunca es suficiente, porque además, para ser obra, debe transmitir una vida interna propia sin dejar de ser fiel a ese clásico de la ciencia ficción que ya tiene 50 años. Son varias bitácoras.

De allí que surjan decenas de preguntas, de ejercicios comparativos entre los guiones, los efectos especiales, los protagonistas, pese a que esta sea ya el tercer reboot de esta nueva era. ¿Cómo reemplazar a Leonard Nimoy y a William Shatner en los papeles del Señor Spock y el Capitán Kirk? ¿Cómo homenajearlos y darles vida en actores nuevos? ¿Cómo seguir presentando futuristas una cantidad de predicciones de aquella serie que luego se hicieron realidad? (hace rato que el cine sólo predice armagedones). Para estas viejas preguntas también hay reboot.

Es cierto, de a poco, Chris Pine y Zachary Quinto, se asentaron en los roles principales. Ya es su tercera Star Trek. Con algunos retoques, su esencia intacta: Kirk (Pane) juega siempre en los límites de la ingenuidad y la ética inquebrantable, mientras que Spock (Quinto) se anima a romper cada vez más su férrea estructura lógica interna, su racionalismo vulcano, en este el primer filme tras la muerte de Nimoy, el Spock original, a quien la película despide cuando se anuncia la desaparición del embajador.

Lo dijimos. Ellos y los tripulantes más famosos de la Enterprise, lucen aggiornados y afianzados, pero a la vez son reconocibles como sucesores de aquéllos otros. El inoportuno doctor McCoy, el eficiente Sulu, el oficial Checov (interpretado por Anton Yelchin, quien murió en junio a los 25 años) ya tienen vida propia, y Uhura (Zoe Saldana) la oficial novia de Spock, y Jayla (Sofía Boutella), que quizá sea el gran hallazgo de este filme, han ganado una dosis de erotismo que atraviesa razas, religiones y cualquier barrera extra-humana. Así es Yorktown, la ciudad de esta Federación pacifista, ejemplo exagerado de diversidad de toda clase.

Claro, en el espacio y acá siempre hay peros. Y allí es donde flaquea Star Trek, en la venta de esta nueva misión, que sorprende a todos y que convive con los inverosímiles dramas internos de Kirk y Spock. Yorktown, la Enterprise, y estos viejos nuevos amigos piden bitácoras a su altura para seguir atravesando generaciones y mundos.