Star Trek: sin límites

Crítica de Henry Drae - Fancinema

LA AGOBIANTE RUTINA DE LA AVENTURA

A pesar de llevar ya varias semanas en cartelera en otros países, Star Trek: sin límites llega a la nuestra coincidiendo en su estreno con el 50° aniversario de la primera emisión de un capítulo de la serie que le diera origen. Tal coincidencia, casual o no, nos obliga a replantear cuáles son los valores diferenciales de esta historia que la llevaron a ser tan popular y mainstream por un lado como también de culto por otro con hordas de fanáticos que desde hace varias décadas se adjudicaron orgullosamente el mote de trekkers y no tienen empacho en ir a las convenciones y estrenos en el cine ataviados con uniformes y disfraces incluso desde antes de que a cualquier fan de Star Wars se le ocurriese armarse un sable láser con un palo de escoba pintado de verde flúo.

Recordemos que si bien esta nueva serie de films recobra el elenco de personajes originales de la serie, hubo una buena cantidad de spin-off’s televisivos en el mismo universo entre las que se encuentran Deep Space Nine, Voyager, Enterprise y, la real sucesora, The Next Generation que fue la única en la línea de tiempo oficial en la saga de films protagonizada por el comandante James T. Kirk que termina entregando el cetro al nuevo líder de la Enterprise, Jean Luc Picard, encarnado por el versátil y eterno Patrick Stewart y que finalmente llegó al cine. Esto fue hasta que a J.J. Abrahams se le asignó la difícil tarea de poner la piel de los personajes tan asociados a William Shatner y a Leonard Nimoy en actores más generacionales como Chris Pine y Zachary Quinto sin que el fan más ortodoxo comience a manifestar que lo han traicionado. Por fortuna este mago de las remakes y reboots hizo un excelente trabajo y logró aplausos y ovaciones con Star Trek, el futuro comienza (2009) y Star Trek: en la oscuridad (2014) en las que la identidad de la historia creada por el maestro Gene Roddenberry mostró más vigencia que nunca. Incluso con artimaña del viaje en el tiempo que desató un mundo de posibilidades alterando la línea temporal que deshace todo lo conocido en las películas anteriores, de calidad muy irregular. Ya nadie buscará comparar situaciones vividas por el equipo original porque todo cambió en su mundo y lo irán reconstruyendo junto a nosotros. Me saco el sombrero ante la elegante manera que tuvo Abrahams de quitarse ese problema de encima.

Entonces con estos antecedentes y sin necesidad de más prólogos, Star Trek: sin límites comienza planteando un problema por demás de doméstico: el agobio por la rutina que embarga al capitán Kirk. ¿Es esto posible y creíble en un hombre sometido diariamente a la mayor diversidad de formas de aventura y enfrentándose a lo desconocido en cada viaje? Pues parece que ese es el mensaje inicial; plantear la idea de que no importa qué es lo que se haga si se torna repetitivo, cualquier persona, hasta el mismo James T. Kirk puede cansarse de hacer todo lo que quiso en la vida y pretender un cambio de rumbo. Es así entonces como presenta su renuncia y la sugerencia a su superior de que su cargo recaiga sobre su amigo, el Sr. Spock, quien parece, a su vez, estar atravesando por un terremoto de inestabilidad con su relación amorosa con la teniente Uhura. En medio de eso y como es de esperarse, un problema que requiere de urgente atención hace que la Enterprise deba partir en nuevo viaje y así, sumergirse en los problemas de los que todos disfrutan exceptuando su tripulación. Y la nave a la que ya es costumbre castigar de todas las maneras posibles, claro está.

La espectacularidad, acción desenfrenada y rimbombante no escasean en ningún tramo de la película. Mucho menos en la escena inicial que hace gala de un humor y una creatividad por demás de disfrutables. Si bien el cambio de mando en la dirección es evidente y ahora es Justin Lin el que toma el timón, puede tomarse como parte de la propia evolución de la saga. Abrahams dotó de profundidad y conflicto a la historia y a sus personajes los hizo ricos e interesantes. Ahora que ya los conocemos, sólo quedaba esperar que el siguiente narrador respetara esa base y nos cargue de adrenalina. Star Trek: sin límites es casi un capítulo de la serie, tiene esa estructura y lo hace bien. Es probable que en comparación sea la más floja de la nueva trilogía, pero hablamos de decimales de diferencia en algo que lejos está de decepcionar tanto al trekkie tradicional como al nuevo seguidor, en parte también mérito de los aportes del propio Simon Pegg (Scotty) fan declarado de la saga.

Como dato anecdótico hay dos despedidas en esta entrega, la del Sr. Spock original, el fallecido recientemente Leonard Nimoy, cuyo trabajo “en espejo” con su versión joven interpretada por Quinto constituyó uno de esos impactantes milagros visuales del cine, y la del joven pero prolífico Anton Yelchin, el Chejov que siendo el menos parecido físicamente a la versión original de su personaje, lo dotaba de un carisma singular. Nimoy tuvo en el guión un homenaje a la altura, a Yelchin supongo que se lo reemplazará en la próxima entrega, probablemente con algún guiño al actor desaparecido en circunstancias bastante curiosas. Cosas que nunca faltan y aportan sensibilidad y empatía en Star Trek, un viaje a lo desconocido que emprende gente a la que conocemos demasiado bien.