Sin filtros

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Las comedias del cine español saben, a veces, conjugar lo reidero con lo casi fantástico. Y Santiago Segura es un exponente de ello, aunque en Sin filtros no parta de una idea original suya, sino de un filme chileno del que compró los derechos. Y en un mes veremos esta misma historia, pero con otro título: Re loca, con Natalia Oreiro en el papel que aquí cumple con total eficacia Maribel Verdú.

La actriz de Belle Epoque y Sin hijos es Paz, que lo que precisamente no tiene es eso, paz. Ni en su casa, donde su novio es un artista que no vende un cuadro desde hace años (Rafael Spregelburd), ni en su edificio -no puede dormir porque un vecino siempre está de fiesta-, ni en la calle -le pasa de todo-, ni en su trabajo, donde en el mismo día se entera de que una influencer está robándole su espacio en la agencia de publicidad.

Hasta que asiste a la casa de una suerte de gurú espiritual hindú (Santiago Segura) y, tras beber un brebaje, comienza a decir (y a hacer) todo lo que piensa y lo que cree que debe responder y actuar ante cada situación que la incomode.

Sin filtros es, en definitiva, cómo uno quisiera ser si no estuviera peleando con su Superyó, y el Ello se apoderara de nuestro ser. Sin llegar a psicologismos baratos, la película de Segura tiene sus buenos momentos, la mayoría con la actriz madrileña jugando a la confusión.

Y también se luce en los contraplanos con Segura, que por algo se quedó con el rol del falso gurú. A la gracia innata del creador de Torrente se le suma un elenco que se prende a cada gag, con algunos personajes bastante esquematizados (el del jefe de Paz; la influencer, que interpreta la bonita Cristina Pedroche) y otros, como la conductora de auto violenta que compone Candela Peña.

Las comparaciones (odiosas) llegarán en breve, cuando veamos a Oreiro y Diego Torres en estos mismos papeles.