Sieranevada

Crítica de Roger Koza - Con los ojos abiertos

En la nueva película de Cristi Puiu, la posición de la cámara quizás coincide con la de un muerto que espía la vida de quienes lo sobrevivieron. La hipótesis de esta posible mirada espectral es extradiegética; sitúa al que mira, no a los que son mirados. Sin duda, afirmar ese procedimiento bajo esta interpretación puede conducir a una sobreinterpretación indecorosa, pero ese movimiento pendular con el que se siguen los desplazamientos de todos los personajes estimula una lectura de esa naturaleza.
El argumento dice: en la tradición rumana un muerto deja el mundo de los vivos tras 40 días de su deceso. El relato se sitúa en ese último día del paso del difunto por el limbo. No sabemos si el muerto es el que mira. Lo que eventualmente vería es la reunión de despedida de toda la familia. La forma elegida para seguir los cruces entre los personajes y los diálogos entre estos lleva a postular un observador invisible que presta atención a medida que los personajes van de un lado al otro. En efecto, preguntarse por el punto de vista en Sieranevada es tan pertinente como sentir curiosidad por el título elegido, el cual poco parece relacionarse con el desarrollo dramático del film. Las indicaciones del propio Puiu son insuficientes: ha dicho, entre otras cosas, que el nombre de su película se relaciona con una cadena montañosa que remite a los bloques de edificios soviéticos, y esa indicación –según él– es la más pertinente. El significado del título es lo de menos: lo que importa no es la referencia sino el referente, la película.