Shazam!

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Como una cerveza fría en verano

“Shazam” es la palabra que le permite a un adolescente común y corriente convertirse en un superhéroe con poderes que en su vida hubiera esperado tener. Y es también el nombre de la película que muestra que el universo cinematográfico de DC Comics es capaz de tomarse un poco menos en serio todo lo que ocurre dentro de la pantalla. Desde ya que la fórmula no está ni cerca de ser novedosa en el amplio horizonte de superhéroes del siglo XXI: Marvel viene aplicándola con regularidad desde Deadpool, pero hasta ahora el estudio detrás de Batman y Superman se había mantenido firme en su apuesta por la gravedad, el tono sepulcral y los diálogos presumidamente importantes como normas de los relatos, lo que terminó convirtiendo a estas películas en involuntarios objetos de consumo irónico destinatarios de miles de memes. En ese sentido, al lado de Liga de la Justicia o Batman vs. Superman, ¡Shazam! es tan refrescante como una cerveza fría en pleno verano.

Dirigida por David F. Sandberg, un asalariado de Warner que ya había ocupado la silla plegable en los films de terror Annabelle y Nunca apagues la luz, ¡Shazam! no esconde su filiación directa con Quisiera ser grande, aquélla película en la que Tom Hanks se convertía en adulto gracias a un hechizo, y que aquí es referencia con una escena alusiva. La acción arranca cuando un antiguo mago elige a Billy Batson (Asher Angel) para que vuelva a encerrar a los siete pecados, un grupo de monstruitos que, utilizando el cuerpo de un típico villano resentido (Mark Strong), tienen como inédito objetivo destruir el mundo. No hay nada en Billy que a priori lo vuelva un candidato para tamaña responsabilidad: tímido y huérfano, pasó su infancia de casa en casa, hasta que terminó con una familia que ya tiene unos cuantos hijxs adoptivos. Hijxs de todo tipo y color, como manda la corrección política del mainstream contemporáneo: asiáticxs, negrxs, gordxs y hasta un discapacitado, cuestión de contentar a todxs.

La búsqueda de esa madre abandónica, a quien perdió en una visita a un parque de diversiones (¿?), sirve para una subtrama con la que el guión intenta ahondar en el perfil psicológico de Billy, como si DC no quisiera perder la costumbre de dotar a sus protagonistas de oscuridad aun cuando esto implique forzar los mecanismos del relato. La película funciona mejor en su cruza de high school movie y los tópicos habituales del cine de los encapotados contemporáneo. De las primeras toma una mirada lúdica que aleja la película de las canchereadas de Deadpool. De las otras, un humor inocentón, pop y nerd, múltiples referencias a comics y otras películas y, desde ya, un arco narrativo que preludia el inicio de una saga. Otra saga más y van…