Séptimo

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

Es grande la expectativa que despierta el estreno de una película en la que participa Ricardo Darín porque en la actualidad es uno de los tres actores más taquilleros del cine argentino, y su nombre también es importante en las marquesinas de España.

El thriller “Séptimo”, coproducción argentino-española, donde Darín vuelve a interpretar a un abogado penalista, tuvo un ingrediente adicional para despertar el interés de los espectadores al estrenarse en una época en que los abogados e investigadores de casos policiales están presentes en la televisión argentina casi todo el tiempo dando “clases magistrales”, para que los argentinos hagan todo tipo de deducciones y suposiciones en el intento de esclarecer un crimen.

Aunque hay que aclarar que esa coincidencia fue casual porque “Séptimo” comenzó a filmarse a fines del año 2012, y su rodaje duró 6 semana bajo la dirección del español Patxi Amezcua (“25 kilates”, 2009).

El argumento

Sebastián (Ricardo Darín) es un abogado que acaba de separarse de Delia (Belén Rueda), con la que mantiene una relación muy tirante ante el empeño de la mujer de regresar su patria, España, llevándose a los dos hijos de la pareja.

Como todas las mañanas, Sebastián acude al departamento que compartía con su familia para llevar a sus hijos al colegio.

El tiempo apremia, ha llegado tarde a buscar a los niños, y él debe acudir a una audiencia para asistir como letrado al mejor cliente del estudio jurídico en el que trabaja.

Ante la insistencia de sus hijos, el padre accede a que ellos bajen por las escaleras mientras él lo hace por el ascensor, a pesar de que Delia les advirtió a los tres que no quiere que hagan ese “juego”.

Cuando Sebastián llega a la planta baja sus hijos no están esperándolo, y aquí comienza la búsqueda y el desarrollo de la trama principal.

La crítica

Hay varias subtramas que al inicio del primer acto se entrelazan para dar sutiles indicios de lo que ha sucedido, por lo que los guionistas (Amezcua y Flah) corrieron el riesgo de que todo fuera previsible, aunque la sutileza fue tan extrema que si el espectador no estuvo lo suficientemente atento llega hasta el final de la historia con su relato a medio elaborar.

Quizá esas sutilezas fueron las que jugaron en contra de la trama principal, porque para que fueran casi volátiles se recurrió a algunas situaciones poco creíbles y eso hace que el espectador, que en un primer momento trata de ponerse en la situación del protagonista, no logre identificarse del todo para finalmente centrar su interés en “descubrir a quién lo hizo para saber por qué lo hizo”.

Si bien la película está bien filmada, tiene el ritmo y el estático estilo de los thrillers españoles, por lo que el cinéfilo argentino sentirá más de una vez la falta del dinamismo de una cámara en mano para acentuar alguna situación.

Hay buenas actuaciones, pero si bien Darín hizo una buena labor con magníficas graduaciones en el estado de ánimo de su personaje, ya incorporó un estilo propio para este tipo de roles que lo sitúan actoralmente al borde del encasillamiento.

Belén Rueda maneja muy bien la actuación cinematográfica y encontró la manera de trasmitir alternadamente la pasividad y la actividad de su personaje, manteniendo la unidad para no restarle carácter.

Luis Ziembrowski, con una imagen un tanto cambiada, construyó de manera medida a su personaje del portero del edificio.

Se destacan Osvaldo Santoro dándole fuerza a su enigmático rol de un policía retirado que ayuda en la investigación, y Guillermo Arengo por su soltura y seguridad interpretando a un colega del protagonista.

Los fans de los thriller y los de Ricardo Darín disfrutarán de la historia de esta película tratando de descubrir lo que pasó y “cerrar el caso”, mientras que los cinéfilos argentinos apreciarán la música incidental e inductiva de Roque Baños pero notarán que a pesar de que la mayoría del staff es argentino, la película tiene una fuerte impronta del cine español. ¡De España vino su director!!!