Se levanta el viento

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Talento que se va a extrañar

Es su último largo animado, Hayao Miyazaki se pone más serio, y amplía su público potencial.

Tal vez la anunciada por el propio realizador como su despedida del cine animado, sea su obra menos fantasiosa. Lo que siempre logra Hayao Miyazaki va más allá de sus trazos reconocibles y su animación. Es el hombre que logró que nuestros hijos creyeran que los padres podían convertirse en animales, el que imaginó viajes y castillos increíbles y vagabundos. El mismo que hace ya un año y medio presentó Se levanta el viento como su última creación: sus problemas en la vista, sostuvo, le impiden seguir como realizador de largometraje.

John Lasseter, el mandamás de Pixar y creador de Toy Story, tiene (tuvo) a Miyazaki como su guía, el ejemplo a seguir. En Se levanta el viento el maestro nipón se aleja, decíamos, de un mundo surreal y fantasioso para contar una historia mucho más real, pero igualmente fascinante.

Jiro Horikoshi era un fanático de la aviación, que debió archivar sus sueños de piloto... por problemas de vista. Horikoshi se convirtió en un eminente diseñador de aviones en el siglo XX, en la Segunda Guerra Mundial. Y si los sueños y las alegorías siempre fueron material nutriente en las películas de Miyazaki, aquí todo se entremezcla con una historia de amor con una joven que tiene tuberculosis, y el extremo de crear aviones para la paz.

Tal vez Se levanta el viento no tenga al público infantil, si alguna vez Miyazaki lo tuvo, como principal destinatario. La trama no es sencilla, como tampoco lo son los problemas que enfrentan los protagonistas. Pero los temas que suele abordar Miyazaki, como la libertad, el temor a lo desconocido, el pacifismo, la naturaleza y sus secretos están para quien los quiera ver.

La extensión del filme puede ir precisamente en detrimento de la atención de los más pequeños, pero la película tiene escenas -Nahoto, la chica, en un monte con el viento soplando, algunos vuelos de los aviones- tan subyugantes que los chicos los retendrán en su cabeza.

Como pasó con la princesa Mononoke, Chihiro, el castillo vagabundo, Ponyo: todos seres que surgieron de la fantasía, seguro, pero que bien fueron tangibles y simpáticos a los ojos de grandes y chicos de todo el mundo.