Se levanta el viento

Crítica de Julia Soubiate - EscribiendoCine

Volar una vez más

La tradición de gran parte del movimiento del anime y el manga ha sido y continua siendo el llevar la animación a un nivel superior en la cultura, al punto de ser considerada como un igual de todos los géneros del séptimo arte. Reforzando esta meta - y a diferencia de sus antecesoras - Se levanta el viento (Kaze Tachinu, 2013) es un film que se destaca por su realismo, y por tanto resulta una pieza clave para cerrar la maravillosa carrera de su director, Hayao Miyazaki. Controversial, mágica, naif, política, romántica; de todo esto es capaz.

¿Qué pasa cuando seguimos nuestros sueños, y cuando tenemos la suerte de realizarlos?, ¿Qué consecuencias trae en nuestras vidas? ¿Es posible que el sueño de una persona sea la pesadilla de otro? Todo esto se pregunta Se levanta el viento, cuyo protagonista es Jiro, un niño cuya obsesión con la nueva conquista del cielo lo persigue hasta en sus sueños, y quien - al ser demasiado miope para ser piloto – decide desde entonces dedicar su vida a construir aviones. Al pasar los años, Jiro persigue su pasión, estudia y se convierte en uno de los ingenieros aeronáuticos más relevantes de su época (mal que le pese al resto del mundo).

Hay que aclarar que Jiro está basado en dos figuras históricas: una es el gran ingeniero Horikoshi, creador del avión de guerra A6M, el elegido de la armada Japonesa por excelencia en tiempos de la Segunda Guerra mundial. El otro, es Tatsuo Hori, un escritor que en 1937 publicó la novela “The wind has risen” de la cual Miyazaki toma no solo los elementos románticos sino también un poema de Paul Valery con el que abre el film: “El viento se levanta!... Hay que intentar vivir!”.

Tal así es la relación del film con la realidad, que a lo largo de este camino, Jiro es testigo de hechos históricos tales como los comienzos de las Guerras Mundiales, la Gran Depresión y la epidemia de tuberculosis. De hecho, en uno de sus viajes a la universidad, el joven termina siendo víctima del terremoto Kanto, que azotó a la región homónima en 1923 y causó millones de damnificados. Esta secuencia es no solo una de las más impactantes de todo el film a nivel visual, sino que también es un punto de quiebre en la historia, ya que Jiro conoce allí a Naoko, una joven a la que ayudará y con la que tendrán una conexión que superará las distancias y los años.

No queda claro si Miyazaki simplifica la historia mundial a propósito, o la toma solo como un telón delante del cual desarrollar su relato, pero es notable la omisión de ciertos aspectos del panorama político de esa época. Esto, de hecho, le trajo varios detractores a lo largo del proceso de distribución del film tanto en su país como en el resto del mundo. Y es que en realidad es bastante peculiar que un hombre históricamente pacifista se apasione por contar con un filtro romántico la vida del creador de una de las herencias más letales de la guerra, pero de alguna forma la película logra fluir dentro de esta paradoja; en general estas incongruencias se han perdonado, porque el film es más poesía que biografía, lidia mucho más con la pasión que con la estrategia.

En este sentido, la animación siempre ha permitido explorar rincones de la imaginación humana a los que - previos a los efectos especiales, y aun hoy – es difícil acceder. En el caso de Miyazaki, no se puede negar que su mundo interior encuentra su mejor expresión en este género, en el que ha manejado un hilo constante de ensoñación y extrañamientos (Este film no es una excepción; Se levanta el viento tiene secuencias oníricas que recuerdan más a las impactantes animaciones de Todd McFarlane y Kevin Altieri en aquel video de Pearl Jam que a Frozen, una aventura congelada (Frozen, 2013)). Junto con el brillante equipo de animadores, la banda sonora compuesta por Joe Hisaishi acompaña y nutre al film, elevándonos con ráfagas melancólicas entre mandolinas y acordeones.

Más allá de todo, el viaje vale la pena. Volamos una última vez con Hayao Miyazaki, con contratiempos y rarezas, y nos bajamos con él, un poquito más cerca de la realidad, pero con el corazón en las nubes.