Rogue One: Una historia de Star Wars

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Se parece a la precuela que queríamos ver

Cronológicamente ubicada antes de la primera, es más que una digna pariente cercana de “Star Wars”.

Con el mismo miedito que nos da cada nueva película que a Spielberg se le ocurre hacer con Indiana Jones después del cierre perfecto que le había dado a la trilogía con La última cruzada, y lo mismo que deben sentir los fans de Rápido y furioso, uno se sienta a ver Rogue One. Y ruega porque no la defequen.

Hay que decirlo: Rogue One es la precuela que quienes disfrutamos de La guerra de las galaxias queríamos ver, en lugar de los desesperanzadores Episodio I y II (con el III, todo bien).

Con todo, Rogue One es algo así como Episodio III B, o ya en la era digital, Episodio 3.9. Esa última toma (¿será uno de los cambios que incluyó como ”script doctor” Tony Gilroy, en el guión que corrigió a mitad de este año?) nos ubica perfectamente dónde está situada Rogue One en el universo creado por George Lucas.

El filme no tiene el mismo frenesí, ni el enganche de El despertar de la Fuerza. No. Tampoco la adrenalina de volver a ver queridos protagonistas (ojo, hay un par de cameos además de personajes que sí aparecían en La guerra de las galaxias de 1977, y tampoco vamos a spoilear: simplemente digamos que un personaje importante en La guerra... volvió gracias a CGI), pero el resultado es un más que digno pariente cercano.

Rogue One (dejemos el porqué del título para que los fans lo averigüen en la oscuridad de la sala) es el heroico relato de los rebeldes, y también habla de la fractura de la Alianza cuando ve que es casi imposible derrotar al Imperio, si no consiguen los planos de la Estrella de la Muerte, el arma que es capaz de destruir planetas.

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Claro que está Darth Vader, pero los fans reconocerán en la presentación del imperial Orson Krennic (Ben Mendelsohn) el guiño y la diferencia. Mientras al negrísimo Vader lo secundaban stormtroopers blancos, a Krennic, de blanco, lo secundan Death troopers negros. El contraste es evidente y es también un juego de espejos.

Precisamente Krennic llega adonde se esconde Galen Erso (Madds MIkkelsen), que de científico del Imperio y constructor de la Estrella de la Muerte se convirtió en agricultor, ocultándose con su esposa y su hija (Jyn, Felicity Jones). Hay una muerte, un secuestro y una huída, todo lo que marcará a Jyn, la nueva heroína, porque pasarán los años y esa niña será una mujer que deberá lidiar con el recuerdo de su padre, la reputación de traidor que le endilga la Alianza, las dudas de los Rebeldes y su propio deseo de venganza.

¿Si es mucho? No en el ámbito en el que se desarrolla la historia, que es más una película de guerra, o de guerrilla, en verdad, ya que la banda de desclasados interplanetaria que recluta Jyn es variopinta y también de varias etnias.

Desde un piloto que desertó del Imperio a un Cassian Andor, un espía vuelto capitán rebelde (Diego Luna), a un monje ciego que cree en la Fuerza, aunque no la tenga (Donnie Yen) y su coequiper (Jiang Wen). También está Saw Gerrera (Forest Whitaker), que la crió cuando quedó huérfana, tildado no de rebelde, sino de extremista. Y está K-2SO, un droide de seguridad del Imperio reprogramado por Andor, mucho más cínico que C3PO y que se roba todas las escenas.

Pero la concepción de los personajes es de imaginación limitada, son bastante arquetípicos y ni siquiera Andor tiene el perfil acorde que acompañe a Jyn, como sí lo han tenido Han Solo y Finn. Las batallas aéreas están a la altura de La guerra de las galaxias original. Y también las escaramuzas en una isla tropical.

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Es el primer filme sin la banda sonora de John Williams, aunque Michael Giacchino (Jurassic World, Doctor Extraño) navega sobre algún leitmotiv y da el ritmo preciso.

No hay aquí personajes para niños (no hay ewoks, que en verdad fueron el primer spin-off, con el filme estrenado aquí en cines y en la TV en los EE.UU., por 1984), ni un ridículo como Jar Jar Binks (y esto lo dice un fanático).

No hay Jedis, no hay –casi- sables de luz, pero hay un espíritu, hay un aire familiar. De nuevo: si no lo es, se parece mucho a la precuela que queríamos ver.