Rocketman

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Rocketman, la película que el mismísimo Elton John presentó fuera de concurso en el reciente Festival de Cannes, es para nada indulgente con el músico. A diferencia de lo que se vio en Bohemian Rhapsody, sobre Freddie Mercury y el grupo Queen, que tenía entre sus coproductores a Brian May y Roger Taylor, guitarrista y baterista de la banda, el filme parece tomarse las cosas muy en serio, Y mostrarlas tal cual fueron.

Vale recordar que Sir Elton John es productor del filme, por lo que estamos hablando de su autobiografía autorizada.

Aquí la película arranca con todo. Taron Egerton, el actor de Kingsman, que bien puede hacer la biografía de Gastón Pauls porque es muy parecido, aparece vestido con el traje de plumas naranja y el casco con cuernos, irrumpe en una sala. Se está sumando a una ronda de adictos. “Soy adicto al alcohol. Soy adicto a las drogas. Soy adicto a la cocaína. Soy adicto al sexo”, dice.

Y lo que sigue, a lo largo de dos horas, es un cruce como de musical de Broadway en el que las letras de las canciones forman parte de la vida del protagonista, con mucho vuelo -genial la escena en la que debuta en Los Angeles y él y los espectadores empiezan a levitar-.

Está la infancia, con el desprecio de su padre, la poca atención de su madre (Bryce Dallas Howard, de Jurassic World) y la adoración de su abuela, sus comienzos, cómo cambió de ser Reggie Dwight a su nombre artístico (el John es por Lennon), la relación con el letrista Bernie Taupin (Jamie Bell, que ya no es el niño de Billy Elliot) y mucho más.

El director Dexter Fletcher (que había dirigido a Egerton en Volando alto) imprime ritmo constante, sea con números musicales o saltando de una desavenencia de Elton con su pareja y manager a su consumo desmesurado de droga.

La película tiene todo para ser un éxito, y mantiene en parte la estructura de Bohemian…, pero parece mucho más sincera y cercana al autor de Club at the End of the Street.