Ritmo perfecto

Crítica de Juan Sapia - EscribiendoCine

¿Otra película de canto y baile?

Los primeros minutos de Ritmo perfecto (Pitch Perfect, 2012) parecen sacados de algún capítulo de Glee: un concurso interuniversitario de canto a capela, un escenario brillante, un grupo de chicas haciendo un cover de The Sign, de Ace of Base. Sin embargo, la magia desaparece cuando una de las cantantes deja abruptamente de cantar, y tras unos segundos de suspenso, vomita absolutamente todo el escenario. Ahí entendemos que no estamos ante un típico musical adolescente, sino en algo mucho más importante.

Dirigida por Jason Moore, que llevó varios musicales a Broadway, y escrita por Kay Cannon, que fue guionista de 30 Rock, Ritmo perfecto es la historia de Beca (Anna Kendrick) una estudiante que llega la universidad y es obligada por su padre a unirse a alguna actividad: si no llega a encajar, le promete, él mismo la ayudará a mudarse a Los Ángeles y a cumplir su sueño de convertirse en productora musical.

Mientras practica con las bandejas de DJ, Beca descubre un grupo de canto a capela formado por chicas: las Barden Bellas, que fueron eliminadas en la última competencia interuniversitaria y están rearmando su grupo a la sombra de los Treblemakers, el grupo de canto masculino, ganador de absolutamente todas las competencias. Beca se suma a las Bellas, y empieza a competir en el torneo universitario de canto a capella.

Ritmo perfecto suma todos los elementos que hacen a los musicales adolescentes, pero además les agrega detalles saludables: personajes inolvidables, como la gorda Amy, encarnada por Rebel Wilson, algo así como una versión femenina y completamente desatada de Jonah Hill. O Lilly Onakuramara (Hana Mae Lee), una integrante de las Bellas que sólo habla con susurros inaudibles.

Citas que hacen referencia a Glee (“este no es un club donde vienen a cantar y a bailar para superar algún problema social o confusión sexual”), un homenaje a Breakfast Club, y una aparición estelar de Elizabeth Banks y John Michael Higgins, hacen que la comedia no sea sólo una parodia a un género de moda, sino que tenga una vida propia.

La película puede pensarse como una renovación de ese género que fueron (y son) las películas de Una película de miedo, y todas las que vinieron después (por ejemplo Epic Movie, 2007 o Vampires Suck 2010; etc). Cuando comparamos la quinta y última parte de la saga, un bodrio plagado de lugares comunes, con el vértigo humorístico, con la profusión de personajes cómicos que despliega Ritmo perfecto, sólo se puede pensar que el futuro del género parodia está aquí. Y de hecho lo es: pocos meses después de su estreno en Estados Unidos, Universal anunció la segunda parte, que saldrá en 2015. ¿Una nueva saga en puerta?