Relatos salvajes

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

La argentinidad al palo y tragicómica

Hay muchos logros en el filme, y quizá algunas cuestiones podrían ser mejoradas, pero la película sintetiza pantallazos de la naturaleza humana con saludable humor negro

La película de Damián Szifron (sí, es sin acento en la o) le pone el tilde a la violencia social, la cotidiana, esa piedra en el zapato que estorba un poquito, a veces un poco más, hasta que un día explota todo, como en el cuento "Bombita". "Relatos salvajes" lleva por subtítulo "Todos podemos perder el control", y estos dos encomillados atraviesan las seis historias de manera meridiana. La realización, de proyección internacional y coproducida por El Deseo (de Pedro Almodóvar), está craneada como un lanzamiento for export, pero respira y transpira argentinidad pura, argentinidad al palo, como diría Bersuit Vergarabat.

Hay muchos logros en el filme, y quizá algunas cuestiones podrían ser mejoradas, pero la película sintetiza pantallazos de la naturaleza humana con saludable humor negro. La tragicomedia sobrevuela los relatos en enfoques tan bien representados (mérito del trabajo de casting), que es muy fácil identificarse con los personajes, sean héroes o villanos.

La película abre con "Pasternak", una situación atípica entre los pasajeros de un avión, con acertadas actuaciones de María Marull y Darío Grandinetti. En ese vuelo, todos tienen un vínculo entre sí, pero no lo saben, y eso los llevará a una situación indeseada.

"Las ratas", con magistral actuación de Rita Cortese, secundada por una creíble Julieta Zylberberg y César Bordón, en una criatura detestable y lamentablemente reconocible, plantea una historia de venganza. Un candidato político y empresario llega a un típico bar de estación de servicio y la moza advierte que ese cliente es una mancha negra en su vida.

"El más fuerte", rodado en escenarios naturales de Salta, es una conocida batalla de clases. El tipo del Audi y el laburante de la construcción, el engominado con olor a perfume y el que tiene las uñas negras sucias de cal. El contraste típico de un país, que dispara más violencia que puntos en común. Leonardo Sbaraglia, sólido como siempre, y Oscar Bertea, con muy poco rodaje actoral pero en un rol memorable, protagonizan un cruce de palabras en la ruta, con consecuencias dramáticas y escatológicas, en donde la risa y la tragedia se vuelven a dar la mano.

Darín se luce en "Bombita", una metáfora de las injusticias sociales y de cómo un tipo puede hartarse de la burocracia cotidiana, la hipocresía y el destrato. El actor de "El secreto de sus ojos" es un ingeniero especializado en demoliciones, con problemas de pareja (impecable Nancy Dupláa, como la esposa hastiada), que vive un día de furia, en un guiño al filme de Joel Schumacher con Michael Douglas.

"La propuesta", con un deslumbrante Oscar Martínez, es un reflejo de ese horizonte sin límites de las familias de alta sociedad y "Hasta que la muerte nos separe", golazo de Erica Rivas, hace eje en las mentiras de pareja, en una crítica a las clases adineradas y en el contexto de una fiesta de boda en la que la torta se mancha con sangre.

Con incontables guiños al cine, desde Spielberg al Szifron de "Los simuladores", la película destila calidad de imagen, relatos y roles logrados, y pinta una argentinidad con alta cuota de porteñismo y algún link de universalidad. Si las historias hubiesen tenido un nexo entre ellas hubiese sido excelente. Pero Szifron eligió la violencia social como hilo conductor, y su filme jerarquiza el cine nacional.