Relatos salvajes

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Cómo encender la furia

Un más que bienvenido regreso del director Damián Szifrón a la pantalla grande con seis historias que se nutren de varios géneros para embarcar al público en un vuelo sin escalas que tiene como destino la violencia.

Relatos salvajes funciona como una "olla a presión" a punto de estallar y lo hace a través de historias que no están conectadas entre sí, con personajes muy disímiles y que reaccionan antes situaciones extremas. Como un eficaz cóctel, la película da en el blanco y crea climas exasperantes que van del humor negro y las acciones imprevistas hasta la furia desatada.

Luego de una presentación que identifica a cada uno de los nombres de los actores con diferentes animales, el espectador se embarca primero en un avión y durante un vuelo en el que todo se descontrola cuando un pasajero (Darío Grandinetti) entabla una conversación casual con una desconocida. El cuento, que precede a los títulos, desborda humor y hechos inesperados.

El segundo relato, alimentado por un clima de suspenso y terror, invita a un restaurante de ruta en el que una moza (Julieta Zylberberg) y su cocinera (Rita Cortese) reciben como único comensal a un candidato a intendente (César Bordón) durante una noche tormentosa.

La ruta salteña funciona como el escenario ideal para que un automovilista (Leonardo Sbaraglia) sufra un altercado con otro sin imaginar las consecuencias del vertiginoso encuentro. En el cuarto eslabón, un ingeniero experto en demoliciones (Ricardo Darín) intenta recomponer su situación familiar mientras lidia con una grúa que le lleva el auto, para pasar luego al trágico hecho que cambia para siempre la tranquila vida de un matrimonio acomodado (Oscar Martínez y María Onetto) que inicia una oscura negociación para salvarse. Y para el postre, encontramos a una novia (Erika Rivas) que sufre el desencanto de su vida en medio de su fiesta de casamiento, empujando a los invitados hacia la catástrofe.

Relatos salvajes funciona desde el primer minuto hasta el hipnótico desenlace por la solidez de sus fragmentos, las logradas actuaciones (se destaca también Osmar Nuñez en su rol de abogado) y el ritmo que nunca decae. A lo largo de casi dos horas, el público se sentirá identificado ante las injusticias, las luchas de clases y la burocracia que se adueñan del relato y encienden un clima enloquecedor potenciado por la música de Gustavo Santaoalla.