Regresa a mi

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

El golpe bajo de las drogas.

Hace unos meses fue llevada a la pantalla la complicada relación entre un padre y su hijo adicto a las drogas en Beautiful Boy: Siempre serás mi hijo (Felix Van Groeningen, 2018). Cual complemento o efecto rebote, la llegada de Regresa a mí trae consigo la sensación de estar ante situaciones vistas o que se encuentran rodeadas por el mismo efecto que apela a la sensibilidad en estos films dramáticos.

Holly (Julia Roberts) es una madre de cuatro hijos que se divide entre el bienestar de la familia que formó con su segunda pareja y la estabilidad de su hijo mayor Ben (Lucas Hedges), un adicto en recuperación que sorpresivamente vuelve al hogar para la víspera de navidad.

El director Peter Hedges, también padre del actor protagonista, perfila la historia a contar hacia un público de facilidad emocional. Los elementos dramáticos a los que recurre varían entre intentos de golpe bajo y una visión de la adicción más cercana a la moralina de autoayuda y superación personal. Holly y su familia se ven dispuestos a aceptar una vez más a Ben, pero al mismo tiempo no se permiten el confiar del todo en él. Es allí que el film alterna entre las tentaciones y el sufrimiento del personaje que lleva más de 70 días sin consumir drogas, con las inseguridades y los miedos de una madre que quiere proteger y creer en el bienestar de su hijo.

Pero es en la forma en que la historia dispone los elementos principales, incluyendo lo que ocurre con los personajes como la manera visual de contarlo, donde la misma no logra sentirse natural. Julia Roberts — y Lucas Hedges, sobre todo— demuestran, momentáneamente, la fuerza interpretativa que permite que algunas situaciones resulten más realistas, pero es el exceso melodramático lo que devela más una intención de emocionar a la fuerza que la de realmente construir lo verosímil del relato en base a un buen guion; y es allí donde se expone la poca naturalidad del mismo. Incluso, el film se fragmenta en dos, un 2×1 cinematográfico, cuando el eje y la tensión emocional pasa en gran parte por recuperar al perro de la familia, tras haber sido robado por un viejo dealer de Ben.

Toda la búsqueda del animal está dispuesta para dotar a la historia de un suspenso como intento de hacer que el público se preocupe realmente por Holly y Ben, quienes deben entrar en relación con las viejas asociaciones del último, una excusa también para unir y entender más a madre e hijo, cada cual luchando su propia batalla en pos de proteger al otro. Pero esta construcción narrativa hace que el film se sienta dividido, sin poder alcanzar en ningún aspecto el nivel suficiente como para que uno se interese realmente por los personajes y su situación. Así, Peter Hedges desaprovecha y minimiza un tema relevante como la adicción a las drogas y pone la mirada en emocionar al público sin los condimentos adecuados para lograrlo.