Recetas para microondas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Propuesta atípica. "Receta para microondas" de Matías Szulanski aborda cuestiones que podrían se complicadas de un modo pretendidamente naïf y en cierta forma, bizarro. Una mujer que vive sola, que ve a los hombres como un objeto. Una mujer con pasado.
En su tercer largometraje, Matías Szulanski, se perfila como uno de los realizadores argentinos con mirada más personal y atípica de la actualidad. Si en sus trabajos anteriores ya había rechazado los convencionalismos de la tradicionalidad en sus personajes, en "Recetas para microondas" le suma una puesta narrativa, por lo menos, audaz.
Graciela (Verónica Intile), perfectamente podría haber sido uno de los personajes del anterior opus de Szulanski, Pendeja, Payasa, y Gorda. Quizás menos visceral que aquel trío, pero igual de intenso. Una mujer de alrededor de treinta años, que apenas si subsiste. Vive en un departamento chico, no trabaja, ni le gusta trabajar ¿Cómo se mantiene? De alguna forma a través de los hombres. "Recetas para microondas" ubica a Graciela en el centro del relato, pero no se limita a ser un film de mirada femenina.
Su protagonista será el vehículo para desplegar otros personajes, mayoritariamente masculinos. Graciela mantiene amantes esporádicos, no busca ningún compromiso, pero sí tiene otras intenciones.
Haciéndoles creer que está embarazada y quiere abortar, buscará sacarles dinero a estos inexpertos muchachos. Hablamos de una mujer apática, pragmática para el sexo ¿Por qué es así Graciela?
Quizás se deba hurgar en su pasado. Luis (Fabián Arenillas), acaba de salir de prisión, purgando una condena por violación. Tiene otros modos, pero también muestra la apatía de Graciela. ¿Qué los une?
Sí, Graciela era la menor con la que Luís perpetuó su delito, y fruto de ese hecho, nació Ramiro (Camila Saggio) actualmente al cuidado de los padres de Graciela, y creyendo que su madre es su hermana. Luís se pondrá en contacto con Graciela, para llegar a Ramiro, y ahí surgirá una de las varias aristas que despierta "Recetas para microondas". Aristas que no siempre terminan por desarrollarse en historias aparte, varias quedan dentro de la curiosa extrañeza del todo.
Lo primero que sorprende del nuevo film de Szulanski es que no esquiva el escabroso asunto que maneja.
Una historia de violación, una mujer quebrada que usa a los hombres, un adolescente con una identidad de género no del todo asumida (no en vano su intérprete es una actriz), y varias cuestiones que apenas quedan en actitudes o líneas de diálogos, pero que encienden una luz de alerta sobre algo que se quiere decir. Estéticamente, Szulanski, se separa del trash que caracterizó a su anterior película. Pero lejos está de optar por un sendero tradicional.
Un montaje en el que predomina un fundido con un cuadro celeste azulado, música incidental de órgano, planos cerrados, y una fotografía oscura, ascética, pero suave, predominan la escena, introduciéndonos en una ensoñación vintage, casi como una telenovela naïf de los años ’80.
Todos los personajes toman sangría ¿o sangre?, miran VHS’s, se comportan sexualmente borders, entre otras cuestionas más extrañas que alejan a la propuesta deliberadamente de la realidad. El de Recetas para microondas es un mundo paralelo. Szulanski crea ese imaginario en el que no juzga a sus criaturas, ni a una ni a otras, aunque algunos diálogos parezcan hurgar en los sentimientos.
En esa atmósfera en la que ninguno está limpio, y la marginalidad es parte de la rutina, encontramos la tangente más cercana a sus film anteriores. Verónica Intile le aporta el tono justo a una Graciela que no genera empatía pero tampoco desencanto. Hay en ella alegatos feministas, pero como todo, fuera de lo normativo.
Es un personaje difícil, al que Intile le impone su cuerpo y su decir, y sale triunfante del desafío. Fabián Arenillas se aparta de los típicos personajes cómplices que normalmente le vemos hacer en pantalla. Luís es desagradable, pero no más que otros seres de este universo.
Entre todos estos elementos; sobre abundancias de máscaras de aloe vera, una suerte de homenaje explícito a Mariano Galperín (un director tan o más peculiar que Szulanski con quien trabajó en Su realidad), y regodeo por los objetos del recuerdo. "Recetas para microondas" termina creando una película que habla de muchas más cuestiones de las que se notan a primera vista.
Es difícil hablar de sutilezas en un film con momentos tan bizarros, pero transitando dramas de tintes melodramáticos, mucho humor negro, y el ritmo propio de la cotidianeidad alterada; se construye una historia sobre las relaciones y la posibilidad de continuar ante hechos quiebres en cualquier vida. Recetas para microondas es más de lo que su envase ligero pareciera ofrecer.