La cura para el dolor Re Loca (2018) es la segunda adaptación del film chileno Sin Filtro (2016), escrito por Nicolás López y Diego Ayala y dirigido por el primero. La primera remake, de manufactura española, Sin Filtros (Sin Rodeos, 2017), fue dirigida por el genial Santiago Segura y protagonizada por la extraordinaria actriz Maribel Verdú. Escrita por Andrés Aloi y Martino Zaidelis, con la colaboración de Sebastián de Caro, la adaptación argentina dirigida por el propio Zaidelis en su debut como director cinematográfico, tras su paso por la televisión, mantiene la estructura de la versión original reelaborando algunas escenas, transfigurando un poco algunos personajes a la idiosincrasia porteña y especialmente transformando el final, ofreciendo una nueva visión sobre la rebelión de una mujer atrapada en un trabajo y una relación donde no es valorada. La historia básicamente recrea el armazón narrativo original. Pilar (Natalia Oreiro) es una mujer de casi cuarenta años casada con un pintor vago y pretencioso sin futuro al que mantiene junto a su hijo, un adolescente holgazán que falta al colegio para pasar el rato con sus amigos rapeando y filmando videos pornográficos. En su trabajo su puesto de creativa publicitaria es arrebatado por una joven con mucha presencia en las redes sociales (Malena Sanchez) y en su vida personal su hermana le pide que cuide a su gato enfermo al que considera su hijo, su mejor amiga esta hipnotizada por su celular acosando a su ex pareja, y aún se siente atraída sentimentalmente por su ex novio, Pablo (Diego Torres), ahora devenido amigo de la juventud a punto de casarse con un mujer más joven, manipuladora y controladora. Una serie de situaciones alrededor de este contexto y del machismo cotidiano que pulula en las calles son los disparadores de un ataque de pánico que desata una mirada introspectiva sobre su personalidad para que Pilar se dé cuenta de que necesita tomar nuevamente las riendas de su vida, en este caso con un resultado tan divertido como exagerado. Caminando por Puerto Madero se encuentra con un sanador que con un ritual le da fuerzas para enfrentar a su joven e inútil jefe, al inoperante de su esposo, al insolente hijo de éste, al sometido ex novio, a su solitaria hermana y a todos los infelices que se cruzan por el camino, ofendiendo, atacando y violentando personas y artefactos, convirtiéndose instantáneamente en un suceso en las redes sociales. Pero la rebelión contra todo llega demasiado lejos y así como Pilar necesitaba una salida para el estrés también se da cuenta de que necesita desacelerar este arrebato que la lleva a herir a sus seres queridos. Al igual que en la versión original y en la remake española, o incluso más, el film argentino es sostenido casi enteramente por el carisma de su protagonista, interpretada brillantemente por Natalia Oreiro. Sin la agudeza cínica de Segura pero con un buen elenco secundario que incluye a Diego Torres, Hugo Arana, Diego Peretti, Pilar Gamboa, Fernán Miras y Gimena Accardi, Re Loca logra una gran fluidez narrativa con buenos gags cómicos producto de la versatilidad de Oreiro y una correcta dirección que funciona mejor cuando se ciñe a la historia original al contrario de la versión española. El guion apunta más aquí a una comedia de liberación y sanación que apela a la exageración absoluta como método cómico, que a una comedia romántica, en un film por momentos melancólico pero menos crítico hacía la tecnodependencia y las injusticias sociales y más atento a algunas discusiones instaladas en la actualidad entre la clase media argentina como es el estrés, los contradicciones de los entornos laborales profesionales cada vez más volátiles, las dificultades para equilibrar la vida personal y la laboral como mandan las nuevas modas de la felicidad prefabricada, el reemplazo de los hijos por mascotas, las contradicciones abiertas por las nuevas aplicaciones de servicios de distinta índole para teléfonos celulares y las relaciones sociales mediatizadas por estos artefactos. Re Loca es así una película muy divertida pero demasiado centrada en la visión de la clase media profesional argentina sobre los problemas que las mujeres de esta clase social deben afrontan, planteando la imperiosa necesidad de decir basta, rebelarse y enfrentar los abusos de parte de jefes, parejas y quien quiera que las menosprecie.
Basada en la exitosa película chilena Sin filtro, llega Re Loca, la versión argentina protagonizada por Natalia Oreiro. Sencilla e incorrecta, esta remake entrega lo que promete: humor y catarsis para pasar un buen rato. ¿De qué se trata Re Loca? Pilar (Natalia Oreiro) trabaja en una agencia de publicidad y se deja llevar por una vida que no la satisface. Tras un día en el que todo le sale mal, se encuentra con un hombre que la ayudará a ser quien quiere ser. Pilar dejará de contener sus instintos y se volverá re loca a los ojos de los demás. Humor y catarsis Natalia Oreiro vuelve a demostrar su talento para la comedia en Re Loca, una película sencilla pero original. Como catalizadora de las pequeñas iras cotidianas, nuestra protagonistas lidiará y se vengará de eso que a todos nos sucedió alguna vez. No todo, pero sí algo: la ducha fría, el tránsito, el taxista maleducado, la burocracia, los prepotentes, los vagos, los idiotas y las antipáticas, entre tantas otras cosas. Aunque esto no es Relatos Salvajes ni Animal, la catarsis dirá presente y allí estará el humor: en la identificación con un personaje que se harta de todo. Aunque al ver el tráiler temí que el humor escatológico le restara puntos, está regulado y no opaca los buenos momentos de la película (la escena de Uber está destinada a ser un meme, yes!) Con un elenco efectivo, es sobre Natalia Oreiro sobre quien cae todo el peso de la película. También vale destacar el gran trabajo de Gimena Accardi como una mujer desagradable, celosa y manipuladora. ¡Está magnífica! También es excelente la afilada labor de Pilar Gamboa como una enérgica e insoportable influencer. El elenco masculino de la película, con los eficientes Fernán Mirás, Diego Torres y Hugo Arana, cumple muy bien con lo que le toca. Re Loca Re Comendada Martino Zaidelis debuta en la dirección de cine con esta comedia y demuestra un excelente manejo del ritmo en un género donde es fundamental. No tan predecible como uno podría temer, el final que no puedo decir es un paso adelante y se agradece, esquivando el temido cliché. Re Loca es una buena película para pasar un rato divertido y salir del cine feliz. Puntaje: 8/10 Duración: 100 minutos aprox. País: Argentina Año: 2018
La última vez que se planteó esta conversación los descargos contra la crítica en las redes sociales fueron contundentes, pero quizá sean más elocuentes las películas que se siguen produciendo. ¿No estaremos entrando en una nueva época de teléfonos blancos? La comedia argentina industrial pareciera estar tildando cada ítem en la lista de ingredientes que hicieron a varios de los films del período de auge de los estudios: una plantilla de intérpretes casi rígida (a esta altura se podría jugar a los Six Degrees of Kevin Bacon con los créditos de Diego Peretti o Pilar Gamboa), que representan a parejas o personas de clase media-alta (reflejando otros niveles de ingresos pueden aparecer niñeras, cuidacoches o pungas, con muy contados casos de incidencia considerable en la trama) atravesando situaciones universales y mayormente relacionadas a lo amoroso (crisis propias de las edades alcanzadas, frustraciones sobre el vínculo y confrontaciones sobre los roles en la pareja y las tareas compartidas). Sin repetir y sin soplar, y con calificaciones diversas más allá de los elementos que comparten, se podrían mencionar a Mamá se fue de viaje, El fútbol o yo, Recreo, Una noche de amor, Sin hijos y Me casé con un boludo. La lista anterior incluye siete títulos en cuatro años, sin tener en cuenta esfuerzos de menor calibre presupuestario (Las Vegas), historias principalmente centradas en grupos de amistad (Papeles en el viento, Casi Leyendas, Las insoladas) o personajes de franja etaria menor a las 40 (Vóley, Permitidos), películas anteriores a 2015 (Dos más dos, otras de Juan Taratuto) y una trama dedicada a la crisis integral de un solo personaje (el caso de la película que hoy nos convoca). La enumeración da lugar a marcar arbitrariedades y contradicciones, y habría un reclamo válido en señalar que al menos durante la etapa clásica las comedias eran de directores como Schlieper, Saslavsky o Christensen. Otro rasgo típico de aquellos tiempos era la apelación al guion adaptado, que entre los ejemplos actuales solo coincide con Re loca, pero de una manera que subraya una situación absurda: es la tercera remake de la película chilena Sin filtro, y se estrena en nuestro país poco tiempo después de la segunda remake, que es Sin filtros (Sin rodeos) de Santiago Segura. La circunstancia ilustra que la haraganería creativa no conoce fronteras, lo que no importaría demasiado tratándose de obras con problemáticas comunes y rentables (hemos llegado a convivir con dos versiones cinematográficas y una teatral de Perfectos desconocidos, la screwball berreta de mensajes de WhatsApp). También señala dos aspectos importantes que la versión argentina tiene a su disposición para distinguirse: la presencia de Natalia Oreiro en el pico de sus virtudes, y los vicios machistas que la trama original identifica para que su personaje los ataque. Y Natalia Oreiro ataca, y lo hace con la gracia, el carisma, los rasgos y la sensualidad que prácticamente nadie más combina de esta manera en el cine nacional. Su personaje arranca teniendo que soportar micromachismos, abusos de confianza y agresiones flagrantes de todo su entorno (su pareja y el hijo de él, que viven en el departamento de ella; su jefe, su vecino fiestero, un gasista, los conductores que se cruza por la calle, su hermana, una amiga superficial y la futura esposa de un ex novio devenido en mejor amigo), mientras a la agencia de publicidad donde trabaja hace años se incorpora una jovencísima influencer, que echa por tierra sus métodos con la velocidad despiadada del capitalismo. En el punto máximo de su debacle se cruza a un misterioso hombre en Puerto Madero, prueba los extraños tragos caseros que le aconseja preparar y se levanta al otro día hecha una topadora de feminismo, devoluciones contundentes y verdades hirientes: renuncia al trabajo, echa de casa al novio irresponsable y el hijastro irrespetuoso, se viraliza cuando la filman cagando a trompadas a un taxista que la insultó (celebración de Uber incluida) y destrozando dos autos (el del vecino y el de la influencer), les canta la justa a su amiga frívola y la novia de su amigo, lo acusa a él de cobarde y estalla frente a las demandas insólitas de su hermana. Esos dos últimos estallidos la harán entrar en conflicto con su nueva personalidad, porque comienza a dañar a las personas que realmente quiere, y si se le contaran las costillas al personaje se podría marcar que trata de “histérica” a la novia paranoica que interpreta Gimena Accardi, o de “cejuda” a la millennial que representa Malena Sánchez. En el medio del proceso entra en combos de puteadas que parecieran querer invertir el arquetipo francellístico (con resultados dispares), y sigue los pasos del vandalismo heroico de Beyoncé. Sin llegar siquiera a atarle los cordones a la épica tropical de la Gilda de Lorena Muñoz, es lindo verla interpretando a una mujer empoderada sin saber desde el minuto 0 que le espera un final trágico. De hecho, el final del argumento en Re loca tiene una vuelta de tuerca bastante refrescante, pero el gran problema es que formalmente se parece más a la historia de su primer acto: la película le exige a Oreiro ser perfecta sin ofrecerle mucha contención a cambio, y la sensación que dejan varias escenas es que tiene que salir a apagar varios incendios. La dirección del debutante Martino Zaidelis es prolija en lo visual, pero deja a varios intérpretes incómodos con personajes estereotípicos (como los que les tocan a Accardi y Pilar Gamboa) y diálogos poco afinados (especialmente notorios en la desorientación a la que empujan a un experimentado Hugo Arana). Además, pareciera haber una influencia bastante marcada del estilo de Comedy Central -cuya intervención surge de la producción y distribución de Viacom, a través de Telefé y Paramount- que disuelve a la película en un tono subrayado hasta volverse condescendiente, y más propio del ritmo televisivo y de las series web: la música (del gran Emilio Kauderer) es invasiva, y funciona casi como las risas de una sitcom queriendo marcar dónde estalla cada gag; las situaciones que llevan al estallido de Oreiro son repetitivas y están marcadas como si se desconfiara de la capacidad analítica del espectador, algunas apuestas humorísticas son bajísimas (en el pedo que se tira Fernán Mirás en la cama no cayó ni siquiera Homero Simpson, mientras el recurso de la puteada de Oreiro se gasta demasiado rápido) y algunas secuencias suben la apuesta de lo trillado a lo ridículo: llegando al final, la protagonista parece ser secuestrada por los clichés de distintas publicidades destinadas a mujeres, en un montaje rápido mientras se prueba distintos looks en su casa, retirándose de una ceremonia con carcajadas de plenitud y versionando a Celeste Carballo a los gritos en su auto. Es en esos momentos (y en algunas de sus tácticas de promoción) que la película pareciera enredarse en los mismos intentos de estar “en onda” que satiriza cuando aparece en escena la influencer, o cuando los distintos villanos se mofan de la edad del personaje principal. Una estrella como Oreiro puede aparecer a salvar el día, pero la comedia argentina se vuelve cada día más mansa.
Harta de todos Re loca es una comedia nacional dirigida y co-escrita por Martino Zaidelis (El hombre de tu vida). Funciona como remake de Sin filtro, película chilena estrenada en 2016 que también tuvo su versión española. El reparto está integrado por Natalia Oreiro, Diego Torres, Fernán Mirás, Malena Sánchez, Gimena Accardi, Hugo Arana, Pilar Gamboa, Agustín Radagast, entre otros. Es la primera película argentina que será distribuida por Paramount Pictures. La historia se centra en Pilar (Natalia Oreiro), una mujer de casi 40 años a la que ni siquiera su círculo familiar parece importarle lo que tiene para decir. Al guardar tantos sentimientos dentro suyo, los ataques de estrés no tardan en llegar. Una noche, Pilar ve en Puerto Madero a un hombre que tira su campera al agua. Al acercarse, el señor se da cuenta que ella está en conflicto consigo misma, por lo que le da las instrucciones necesarias para que en su casa haga un ritual que la liberará de tanta presión. Al día siguiente, Pilar ya no es la misma de siempre: ahora no tiene miedo de enfrentar a su jefe, a los que le dicen barbaridades en la calle o a sus vecinos que cada noche no la dejan dormir por poner la música muy fuerte. Sin embargo, decir todo lo que se le cruza por la cabeza también herirá a sus seres queridos. Exactamente hace tres semanas llegó a nuestras salas de cine Sin filtros, film de España dirigido por Santiago Segura. En Netflix tenemos a la película original, donde Nicolás López estuvo a cargo de la dirección y Paz Bascuñán fue su protagonista. ¿Quién fue el que tomó la decisión de que dos películas casi iguales se estrenen con tan poco tiempo de diferencia? No lo sabemos, pero esto constituye un gran error. Porque, si hace poco viste en tu casa la película chilena o fuiste al cine a ver la versión española, los acontecimientos que se narran en cualquiera de las dos aún están muy frescos para ver de nuevo el mismo relato. Por el contrario, si no estás interiorizado con ninguna de las dos anteriores, es muy probable que disfrutes mucho más Re loca, ya que no vas a darte cuenta que los actores argentinos pasan por exactamente las mismas situaciones, con diálogos casi idénticos. Esto no quiere decir que el filme nacional sea malo, está muy alejado de ser considerado de esa manera e incluso tiene varios aciertos que lo resaltan por sobre los otros. Primero y principal, Natalia Oreiro teniendo el papel central. Su Pilar en un comienzo puede aburrir, no obstante cuando cambia su forma de ser lo hace al 100%, llegando a otro nivel de locura, mucho mayor y más malhablado que el de Paz Bascuñán o Maribel Verdú. Por otro lado sorprende para bien la versatilidad de Malena Sánchez, que en el pasado tuvo roles con una alta carga de drama; aquí su personaje nada tiene que ver con eso ya que interpreta a una chica superficial con millones de seguidores en las redes sociales. Gimena Accardi, a pesar de tener pocas escenas, también logra destacarse como la novia controladora del mejor amigo de Pilar. En una parte en especial, lo que le dice de frente a ésta incluso hace sentir mal al espectador. En cuanto al vestuario, se nota una clara diferenciación antes y después del ritual. Al principio, Pilar usaba tonalidades apagadas, sin embargo al expresar todo lo que siente los colores de su ropa pasan a ser más potentes y a llamar más la atención. Por último, se puede ver un gran trabajo de fotografía, llena de luminosidad y nitidez. A Re loca le juega en contra que la historia no sea original, sin embargo logra salir a buen puerto gracias a las buenas actuaciones y a que su moraleja feminista nunca pasará de moda.
Re loca es una remake de la exitosa película chilena Sin filtro, que también conoció una versión española estrenada recientemente. ¿Un día de furia? ¿Un día en el que la protagonista decide romper el molde, tomar un bate y cambiar para siempre?. Es lo que ocurre en esta comedia protagonizada por Natalia Oreiro, en el rol de Pilar, una creativa publicitaria que lucha con su esposo -Fernán Mirás-, un pintor vago, y el hijo adolescente de éste, y con una hermana solitaria que vive con su amado gato. En su trabajo las cosas no van mejor: debe soportar a un jefe incomprensivo que la posterga y a una influencer -Malena Sánchez- que podría quedarse con su puesto. Si a esto se le suman las presiones cotidianas como el tránsito, la amiga -Pilar Gamboa- que sólo está pendiente de su celular y no la escucha y el inminente casamiento de Pablo -Diego Torres-, su ex- novio, con una mujer controladora -Gimena Accardi-, todo indica que la olla está por explotar. Re Loca impone el machismo como disparador de un feminismo a ultranza cuando Pilar toma las riendas del asunto y cambia tras probar una pócima que le recomienda un extraño a punto de suicidarse -Hugo Arana-. Pilar despierta como una mujer nueva y dispuesta a todo para enfrentar a su entorno. El debutante Martino Zaidelis, quien viene de la televisión, plasma con ritmo este relato que conserva la estructura del filme original y presenta algunos cambios sobre el final. Con muchas puteadas, y situaciones más logradas que otras, la historia al menos entrega un final que el espectador no espera en la escena del casamiento. Oreiro se luce en su protagónico y se mueve como pez en el agua dentro del género, reversionando el clásico de Celeste Carballo, Me vuelvo cada día más loca. El ritual sanador parece que le da resultado.
Se viene el estallido Para aquellos que no hayan visto con anterioridad Sin Filtro (2016), de Nicolás López, o las diversas remakes que se han realizado hasta el momento de la película en diversos lugares del mundo, Re Loca (2018) de Martino Zaidelis, es una puesta al día de aquella narración que se introducía en el universo de una mujer que resolvía diversos conflictos que la agobiaban. En esta oportunidad, la “reloca” del título es Pilar (Natalia Oreiro), una especialista en publicidad que ve cómo su mundo comienza a desmoronarse a partir de la mirada ajena, pero también de su continuo agachar la cabeza y cerrar la boca ante situaciones que la exasperan y subordinan. A diferencia de sus predecesoras, Re Loca propone una mirada diferente en esta historia de empoderamiento instantáneo, apoyándose casi exclusivamente en la solvencia y rendimiento de Oreiro, quien encuentra, en un personaje distinto a lo que viene ofreciendo en cine, posibilidades expresivas para desarrollar matices, divertirse y divertir. En Re Loca los universos que chocan con el de Pilar son exagerados, y en esa hiperbolización de cada una de las características, hay una búsqueda por empatizar con la protagonista casi inmediata. Su pareja (Fernán Mirás) se aprovecha de ella, el hijo de éste, la vive, su jefe (Agustín Radagast) la minimiza y prefiere que dé un paso al costado en decisiones estratégicas, y su ex novio (Diego Torres) la ronda mientras prepara su boda con una obsesiva wedding planner (Gimena Accardi). Anestesiada por sus vínculos, un día, por obra de un amuleto, no sólo comienza a darse cuenta de la verdadera cara de quienes la rodean, sino que, se anima a gritarles en la cara su verdad, la que comenzará a posicionarla en un lugar incómodo para todos. Re Loca posee elementos de la comedia tradicional como el gag y el conflicto como disparador narrativo, pero apela a la construcción de escenas que funcionan de manera independiente del relato general. En la transformación de Pilar hay una necesidad por construir un verosímil que tiene referentes claros de la “argentinidad exasperada”, que van más allá de los gritos e insultos, cimentando un mapa en el que la liberación es posible gracias al trazo grueso con el que se pincelan a sus “contrincantes”. Curiosamente, muchos de sus opuestos -por no decir la mayoría- no son mujeres, y esa es una decisión política en medio de un momento histórico en el que la reivindicación de igualdad prevé la construcción de potentes personajes femeninos. Pilar nunca pelea con alguien del sexo opuesto, al contrario, sólo se anima a decirle a una amiga (Pilar Gamboa) o a su hermana (Valeria Lois) sus verdaderos pensamientos. Por el contrario, en las versiones anteriores, el personaje protagónico peleaba con mujeres en la calle, pegaba trompadas limpias en la cara de éstas, y la mujer salía empoderada de las situaciones. Al cuidado político de la historia en este sentido, sumado a una puesta televisiva, que se nutre de estrellas provenientes de redes sociales, stand up, teatro alternativo, etc., avanza en el asumir de la protagonista su transformación y querer continuar en un camino de verdad a cuatro gritos, pero que no puede correrse de cierto discurso que atrasa cinematográficamente, resintiendo su necesidad de mostrarse novedosa y aggiornada. La propuesta, eso sí, es una de esas oportunidades casi únicas de ofrecer todos los elementos, condiciones de producción, guion, tiempo en pantalla y más, a una figura, en este caso Oreiro, pero que también permite el lucimiento de algún secundario, como el personaje de Gimena Accardi, quien deslumbra con la construcción de su obsesivo y celoso personaje.
Los personajes que de un momento para otro experimentan un cambio en sus actitudes no son necesariamente locos. Pero sí son muchas veces necesariamente protagonistas de películas en tono de comedia. Pili (Natalia Oreiro) lo es en Re loca. Tiene su vida más o menos organizada, hasta que un mal día todo le sale para atrás. Su marido (Fernán Mirás) no pagó la cuenta del gas, se lo cortan y se ducha con agua helada. Un vecino da fiestas todas las noches y no puede dormir. Se despierta mal y llega tarde a una reunión laboral, que luego se suspende. La maltratan en la calle. Una joven le quiere quitar su puesto de trabajo. Su amiga no la escucha. Su terapeuta (Diego Peretti) tampoco. Y así. “Hace tanto que hago lo que debería que no sé lo que quiero”, le dice a su ex (Diego Torres). Hasta que, como decíamos, cambia repentinamente, a partir de una “sanación espiritual”. Y entonces Pili, al realizar una “ceremonia” para “alinear sus acciones con sus deseos”, cambia. Y dice y hace lo que se le da la gana. Se libera, hasta se droga y se vuelve agresiva, ofensiva, violenta. Todos los personajes en Re loca son estereotipados. Su hermana Isabel, que tiene un gato y busca en la mascota lo que no tiene en la vida, y está como alejada de la realidad, lo mismo que su amiga Valeria, a la que su novio la dejó, o la joven influencer con millones de seguidores en redes sociales que es completamente hueca. Tampoco se salvan los roles masculinos, empezando por el marido vago, su hijo que bardea y menoscaba a la protagonista y filma una porno en su dormitorio, el ex que se deja manejar por su inminente esposa, el inútil dueño de la agencia de publicidad, y los taxistas, que la insultan y hasta le tiran cigarrillos prendidos. Atento Viviani. El personaje del sanador espiritual es muy distinto del de la versión española (que también adaptaba una original chilena). Allí Santiago Segura -que era a su vez el director- componía a un chanta que se compraba la película, mientras que aquí Hugo Arana juega en otra cuerda. En vez de gurú es... ¿Qué es? Y en lugar de brebaje, Pili bebe vino, leche, sangre y orina. Claro que como todo está contado en tono de comedia, no hay que tomar nada en serio. O demasiado en serio. Está Natalia Oreiro en todas y cada una de las escenas, y prueba que es una comediante nata. Así que lleva todo el peso de las acciones sobre sus hombros. Entonces sí, se podría entender que hay que reírse de la cosificación de la mujer a la que se la quiere parodiar. Y que si Pili se vuelve violenta, más que una liberación, es una bobada. No una locura. Re loca seguramente sea un éxito de taquilla. Porque tiene buenos momentos, por sus intérpretes, porque es una comedia y porque el lenguaje soez o procaz entendido como comicidad también tiene sus adherentes.
Re loca es una comedia dirigida por Martino Zaidelis, basada en la fantasía de lo que puede pasar cuando una mujer harta decide hacer de la honestidad brutal su forma de vida. Un vecino ruidoso, un jefe inútil, un marido que no se ocupa de nada, un hijastro vago y un exnovio que le coquetea a pesar de estar por casarse con otra, entre otros, son a la vez instigadores y víctimas del desenfreno de Pilar. La adaptación argentina de la chilena Sin filtro, que tuvo remakes en España y México, cuenta con una protagonista ideal, que combina talento actoral con la presencia de una estrella de cine: Natalia Oreiro. La actriz aporta energía, carisma y la vulnerabilidad suficientes en su interpretación para que su personaje resuene con el espectador. La rodea un elenco sólido, en el que se destacan Fernán Mirás y Malena Sánchez, como una influencer del infierno. Algunos recursos humorísticos, como el uso de la puteada para generar risas, se hacen un poco repetitivos. Por otro lado, genera confusión y algo de amargura cómo se presenta el tema de la salud mental de Pilar, al mezclarse con la trama lúdica de su pulsión por hacer y decir lo que se le canta. Es notable el atractivo vestuario del film, a cargo de Greta Ure, probablemente con colaboración de la propia Oreiro (que también es diseñadora). Vale subrayar la importancia de darle a este rubro el lugar que se merece en la estética de la película y la construcción de los personajes, lo cual no siempre sucede.
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Fue un desafío para el director Martino Zaidelis tomar esta película que es una remake de la producción chilena que replico y replicara en distintos países del mundo para darle el toque y la personalidad de argentina. Entre nosotros se estreno “Sin filtro” la versión española con Maribel Verdú y dirección de Santiago Segura, que paso pena ni gloria, no muy bien lograda. El realizador escribió con la colaboración de Sebastián de Caro pero teniendo a su favor a una protagonista ideal. Para la historia de una mujer que se cansa de ser políticamente educada y correcta, que es maltratada en su matrimonio, por sus vecinos, en su trabajo, en la calle y que un día dice basta. No se trata de una feminista ferviente sino de una mujer harta de una realidad que la pasa por encima y que se enfrenta mas que nada a hombres, pero también a mujeres que no soporta y a seres queridos que salen heridos en la embestida. Natalia Oreiro es el alma del film, el gran gancho atractivo para apropiarse del personaje que parece haber sido inventado para ella. Las cualidades de comediante afianzadas, los matices y las capas de comprensión de las reacciones de su criatura, son loables. Y a diferencia del original, el film resulta más redondo, más acorde con la liberación de la protagonista y definitivamente disfrutable. El casting es otro acierto, Diego Torres como un hombre domado, un ex a punto de volver a casarse esta muy logrado. Se luce especialmente Fabián Mirás con su composición siempre al borde pero en el tono exacto. Gimena Accardi le saca jugo a su mujer dominadora. Todo el elenco esta ajustado y el director se preocupa para que cada personaje tenga su lucimiento en el engranaje de esta comedia alocada, muy física, con efectos especiales y un seguro éxito de taquilla.
Re loca: cuatro mujeres y un destino. Y llegó nomás la versión argenta de la película chilena “Sin filtro (2016)“, con algunos cambios mínimos en el guión, un poco menos de sutilezas y una gran Natalia Oreiro perdiendo la chaveta. Quién no está pensando lo genial que tiene que ser el guión de la película chilena “Sin filtro (2016)“ dirigida por Nicolás López y protagonizada por Paz Bascuñán, para que España haya decidido hacer su propia versión bajo el título “Sin rodeos (2018)“ con dirección de Santiago Segura y protagónico de Maribel Verdú, y México haya hecho lo propio con “Una mujer sin filtro (2018)“, con Luis Eduardo Reyes dirigiendo y Fernanda Castillo en el rol principal. Y para completar el cuarteto, nuestra propia versión claro con Martino Zaidelis, dirigiendo lo que es su ópera prima, y nuestra ya casi también argenta Natalia Oreiro personificando a esta mujer en crisis total que como el título avisa se volverá “Re loca“. Desde ya, el guión no tiene nada de espectacular, inteligente ni original, al menos no para que se hagan cuatro películas contando, casi a raja tabla, la misma historia con personajes bastante estereotipados y un argumento que no trae nada nuevo bajo el sol. Sin embargo en todos los casos, sobre todo en el chileno, el público llenó los cines haciendo de la propuesta un éxito absoluto, y casi en un 99% nos podemos animar a predecir que lo mismo pasará con “Re loca“. Entonces, ¿por dónde pasa la cosa? Podríamos seguir la línea de Anthony Perkins en “Psicosis (Psycho, 1960)”, el emblemático film de Alfred Hitchcock, y pensar que todos estamos un poco locos, o al menos todos necesitamos estarlo en algún momento y entregarnos al impulso ferviente y voraz de mandar a todos al carajo (como sugiere el afiche de la película que nos convoca). Puede que un poco sea la empatía con todas esas situaciones por las que atraviesa la protagonista antes de salirse completamente de sus cabales y tal vez no sea casual que en este momento donde la mujer empoderada cobra mayor fuerza, este sea el momento indicado para dar pantalla a un personaje con estas características. Natalia Oreiro es Pilar, una mujer cerca de los cuarenta años que pareciera tiene su vida bastante organizada, un trabajo en una agencia de publicidad con un jefe que nada sabe del medio, y que le trae a una influencer hueca para pelear su puesto, un marido vago que se la da de artista y no aporta más que problemas, o cero soluciones, un hijo de ese marido que hereda el don de la vagancia de su padre y le suma el maltrato hacia Pilar, una amiga que solo le preocupa haberse peleado con su ex y una hermana solterona con una intensa relación con su gato. Y claro el ex novio que siempre está ahí revoloteando, histeriqueando, convirtiéndose en una especie de refugio (tóxico) para nuestra protagonista. Queda claro en este párrafo lo que mencionábamos sobre los estereotipos de los personajes, sin embargo, las interpretaciones, (sobre todo la de Malena Sánchez y Fernán Mirás) logran dotar a sus interpretaciones de un realismo que hace que el relato fluya y no caiga, aún más, en lugares comunes. Pilar soporta y soporta, no se queja, la insultan los taxistas, la ignoran sus allegados, la denigra su jefe, y ella sigue, hasta que se cruza mediante jugada del destino con un vaya a saber qué (el personaje de Hugo Arana no queda muy en claro qué ni que hace) solo sabemos que le recomienda a “Pili” un ritual para poder sacar todo lo que lleva dentro, el cual incluye tomar orina, leche, sangre y vino (la verdad si con ese combo no expulsás todo, ¿con qué lo harías?). Entonces de la noche a la mañana, Oreiro se transforma no solo en una mujer que dice y hace lo que se le canta, sino en un ser humano bastante desagradable, que anda agrediendo e insultando a quien se le cruce (aquí difiere un poco el tono con las otras tres versiones que son un poco más light), ya que la idiosincrasia nacional, que el director quiso reflejar se expone con insultos, eructos, pedos y un muestrario de gestos típicos del argentino promedio (o que promedia la vulgaridad). Pero… Natalia Oreiro encuentra en la comedia su mejor faceta y, aunque la amamos en “Gilda, no me arrepiento de este amor (2016)”, ella es comedia pura y sostiene toda la película con su carisma, gestos y una actuación que se lleva todas las palmas. “La Oreiro” no desaparece de la pantalla en ninguna escena y es gracias a ella que esta cuarta versión de una idea no tan genial, se vuelve una propuesta entretenida.
Tu vida no es lo que esperabas, tu jefe no tiene idea de lo que haces y le da tu trabajo a una chica 20 años más joven, tu mejor amigo se casa con una mujer que odias, tu marido es todo menos la persona de la que te enamoraste y no te sale una. Todos aprovechan tu personalidad pusilánime para pasarte por encima y nunca respondes, por más que lo deseas. Simplemente no está en vos… Pero una noche en la que ya no das más, alguien te dice que podés cambiar. Que haciendo un simple conjuro vas a poder decir y hacer todo lo que se te cruce por la cabeza. Natalia Oreiro no se vuelve Re Loca, simplemente se cansa del rol que estaba teniendo en su propia vida y decide hacer algo al respecto de una forma divertida, original y que, por momentos, va a conmover a la audiencia.
Del éxito chileno "Sin filtro", de Nicolás López, con Paz Bascuñán, inmediatamente se hicieron cuatro remakes: "Sin rodeos", con Maribel Verdú, España (acá estrenada como "Sin filtros", y sin pena ni gloria); "Una mujer sin filtro", con Fernanda Castillo, México; "Sin pepitas en la lengua", con Ash Olivera, Panamá, y "Re loca". Y se prepara "No Filter", con Eva Longoria, EE.UU. De todas las ya hechas, inclusive la original, la nuestra es la mejor. No por nuestra, sino porque potencia la propuesta original, la vigoriza, la enriquece, cambia para mejor algunos personajes, y el desenlace, y, lujo absoluto, Natalia Oreiro está deliciosamente desatada, y tan linda con sus primeras arruguitas en primer plano sin ningún problema. La historia es ganchera: una joven señora bien educada sufre viendo cómo todos la pasan por encima, o la ignoran, hasta que toma un misterioso mejunje, como decían antes, deja de reprimirse y se hace oír. El público, sobre todo el femenino, disfruta con catártico alborozo cada escena (¿quién no quisiera cantarle las 40 a más de uno?), y se preocupa cuando ella lastima a quien no debe. Por ahí va una de las moralejas, referida al autocontrol y el respeto al prójimo, aunque no siempre nos gusten sus decisiones. Muy buena diversión, elenco y equipo harto elogiables, y un nombre para tener en cuenta: Martino Zaidelis, surgido de la factoría Campanella y aquí director debutante, coguionista, coeditor y coproductor ejecutivo. Una garantía.
Con tres películas calcadas, que pueden verse a la vez, imposible evitar las comparaciones. Entre la chilena (la original, en Netflix), la española, dirigida por Santiago Segura, y la argentina, ópera prima de Martino Zaidelis, se puede armar un juego de las siete diferencias. Sin filtro, Sin Rodeos (que acá se llamó Sin Filtros,¡qué lío!) y la local Re Loca son versiones de una misma historia, que parece encajar tan bien en el clima de época, la del empoderamiento de una mujer al borde de los cuarenta y de una crisis nerviosa. Aquí es Pilar (Natalia Oreiro) que vuelve a la comedia después de Gilda, en un papel que le queda perfecto. Pilar trabaja en una agencia de publicidad, donde le imponen una competidora de veinte años menos, "con más seguidores en Instagram que neuronas", como dice Maribel Verdú, su alter ego en la versión española. Pilar soporta la convivencia con un artista incapaz de ocuparse de nada más que de sí mismo y sus pésimas pinturas (Fernán Mirás). También con su hijo adolescente, que filma porno en su habitación, mientras sus vecinos viven de fiesta y no la dejan dormir, los conductores la insultan cuando va al volante, su única amiga es incapaz de escucharla, su ex (Diego Torres) está por casarse con una mandona que lo humilla, y otras lindezas. El encuentro fortuito con una especie de sanador (Hugo Arana) le cambiará la vida, convirtiéndola en la más segura de sí misma, la que dice todo lo que se le viene a la cabeza -sin filtros- y manda al diablo, uno por uno, a todos los que se lo hicieron pasar mal. A Re Loca le sienta bien la argentinidad, el arte de la puteada en boca de una Oreiro graciosa, bien acompañada por sus compañeros de elenco. Aunque el chiste, una vez instalado, no haga más que repetirse, sin la ayuda de ideas que lo saquen de un esquema previsible.
Nadie sabe a donde va. Una comedia que no es graciosa. Ese es el primer defecto de esta película y tal vez el único que termina importando. Más allá de las intenciones, la verdad es que lo que falla acá es el humor. Muy pocos chistes funcionan, Natalia Oreiro ejecuta con buen timing algún que otro gag potable, pero el resto es insalvable, ni Carole Lombard podría darles gracia. El personaje no es simpático ni carismático (como sí lo es la actriz) y todo el proceso de pasar de alienada a liberada es tan forzado y poco creíble que ni al comienzo ni al final convence lo que el guión trata de exponer. Desde el comienzo la película subraya el lado dramático, lo que no le permite a la comedia apoderarse del tono general de la película, y termina con un discurso sobre la libertad que termina por expulsar cualquier lógica posible de comedia. Su discurso de Un día de furia tampoco la convierte en una catarsis disfrutable, más bien lo contrario. Cuando el personaje desata su sinceridad no es simpático y cuando aprende una lección produce vergüenza ajena. Un toque feminista poco creíble carga las tintas un poco más contra los hombres y es más benigna con las mujeres que la versión chilena, lo que no aporta tampoco demasiado a la comedia ni la mejora. Es raro que una comedia renuncie a la velocidad y la eficacia del timing y se entregue a varios actores que actúan como si estuvieran en televisión haciendo una única toma, sin la obligación ni el deseo de la perfección cinematográfica. Algunos están mucho peor que otros, pero más allá de las actuaciones, hay personajes completamente desperdiciados, en particular aquel que le ofrece una salida a la protagonista. Incluso una escena tan prometedora como la del puente –doble cita a ¡Qué bello es vivir! y a Los intocables (la segunda citaba ya a la primera)- se queda a mitad de camino por una mala ejecución actoral y el mencionado desperdicio de un personaje. Los que producen y distribuyen cine sin duda conocen el negocio y por eso creyeron que era factible que un film hecho hace dos años en un país limítrofe tuviera una versión local que a su vez se sumara a la versión española y a la mexicana del mismo título. Ya la película chilena, mejor claramente que Re loca, era bastante irrelevante y limitada, ni hablar de sus remakes sin gracia. Ya vi tres veces el mismo film en este año y ninguna de las tres versiones me convence, aunque por ahora la argentina es la menos lograda, no veré la mexicana para saber si mantiene ese lugar. En Netflix está la versión hecha en Chile, la pueden ver si quieren. Pero sí hay un elemento a destacar, aunque no tenga mucho peso en el balance final. Cuando en la banda de sonido suena la canción Me vuelvo cada día más loca cantada por Celeste Carballo, su autora e intérprete original, claro. La canción es mejor que toda la película, explica mucho más y dice más sobre el mundo que el film y por supuesto tiene mejor ritmo, fuerza y gracia. Si la película fuera como la canción, sería excelente, pero la canción llega al final y poco puede hacer para alterar el rumbo de la película. Un consejo, escuchen la canción, es una de las mejores de la historia del rock nacional y tiene un efecto mucho más liberador que esta remake.
Pilar está llegando a los cuarenta y su vida dista mucho de ser feliz y pacífica. Su pareja es un vago mantenido con aires de artista, su hijastro le vive faltando el respeto, su mejor amiga no para de hablar de ella misma y su ex mientras vive mirando el celular, su hermana es obse de los gatos y en el trabajo no la respetan y para colmo una chica sin estudios se queda con su puesto. Todo cambia cuando hace un ritual, que la convierte en alguien distinta. Ahora Pilar no puede controlar los impulsos de decirle a la gente lo que piensa. Hoy nos toca hablar de Re loca, película que es un remake de un film chileno, que ya tuvo su versión española, y que la vimos hace unas semanas. Si, medio caótico, pero pasó así, y como ya nos conocen, hoy nos vamos a centrar solo en este film y no en los anteriores. Re loca toca de forma jocosa, la supuesta crisis de los cuarenta en la mujer. ¿Y de qué forma lo hace? Es un poco debatible, porque si bien plantea algunas cosas interesantes, como mostrar que la mujer para ser feliz no depende de nadie más que de sí misma, también vemos un comportamiento que roza lo adolescente y que creemos, ninguna persona adulta haría algunas cosas sin pensar en las consecuencias. 1, 2, ultraviolento Por suerte para la película, la tiene a Natalia Oreiro como protagonista. Y si bien por momentos parece que tiene una sobredosis de alguna bebida energizante, la charrúa se carga el film a sus espaldas y a base de carisma y talento hace querible una mujer que por momentos podría volverse odiable e insoportable. Muchos se preguntarán si estamos ante una película feminista o solo apta para mujeres, y la verdad es que no. No hace falta ser mujer para poder entender las reacciones de Pilar, o para sentir angustia frente algunas situaciones, menos aún para reírnos de otras. Aunque muchas de estas últimas pecan de ser bastante inverosímiles. Re Loca termina siendo una película correcta y ya, pese a que nunca tiene que ser tomada demasiado en serio. No por sus gags o por su actriz protagónica, sino por su contenido que se siente un poco desfasado para los tiempos que corren; aunque si podemos decir que es superior a su versión española.
Siempre se acusa a Hollywood de no apostar por lo nuevo y reversionar propiedades de probado éxito. El mercado hispanoparlante no goza de tanta autoridad en la materia por sobre sus pares norteamericanos, aunque cuando se encuentra una idea que funciona estos también son capaces de exprimirla hasta la última gota. Re Loca no es solamente la tercera remake de la producción chilena Sin Filtro, sino que es la tercera en estrenarse este año. Catársis Pilar es una creativa publicitaria que no está pasando por su mejor momento: su marido es un haragán, su hijastro un irrespetuoso, y su amigo (ex-novio) está por casarse con una mujer que se muestra determinada a terminar tal amistad. En su trabajo las cosas no son mejores: su condescendiente jefe le impone como compañera a una insoportable influencer que no pierde oportunidad en señalarle la edad. Habitualmente Pilar se traga sin mayores miramientos todas estas faltas de respeto. Pero un día conoce a un gurú, quien a través de un ritual consigue que ella empiece a decir todo lo que piensa y no le deje pasar ni una falta a nadie. Puede decirse que una de las razones por las que esta sea una idea tan replicable es el hecho de que su premisa se escriba prácticamente sola, siendo inmediatamente identificable con el público de cualquier lugar del mundo. Re Loca En el primer acto se establecen las diversas faltas de respeto que experimenta la protagonista, para que esta devuelva los golpes durante el segundo acto. En dicho segundo acto aparece la película que los trailers prometieron y que el espectador pagó por ver: una sucesión catárticamente hilarante de eventos respondiendo a situaciones en las que muchos hemos estado involucrados, pero que por civilidad nunca nos animamos a responder. Todo esto, desde luego, aplicado a la cotidianeidad y coloquialidad argentinas, con abundancia de palabras y gestos soeces. El problema es que ello es sostenible solamente durante la primera mitad de ese segundo acto, mientras que la segunda mitad se desinfla. Aunque esta última, lógicamente, muestra las consecuencias de ese tipo de accionar y propulsa el aprendizaje final de buscar un equilibrio, no cuenta con instancias tan graciosas o interesantes como aquellas cosechadas inicialmente. También es necesario señalar que algunos personajes, en particular las contrafiguras a las que responde la protagonista, son ilustrados con un trazo demasiado grueso, demasiado unidimensional, demasiado explícito. En materia actoral, se puede decir sin exagerar que si la película llega lejos en taquilla es gracias a la labor deNatalia Oreiro. La actriz se pone al hombro la película con su carisma e intensidad interpretativa, virtudes que sacan en más de una oportunidad al film del atolladero. Ella está apoyada por labores muy decentes de un elenco secundario, donde no hay mucho para elogiar pero tampoco para echar en contra. En el costado técnico, Re Loca se mantiene simple: una fotografía y montaje limitándose a subrayar el talento interpretativo. Aunque debe señalarse que cuando hay oportunidad de plantear una composición distinta a lo habitual, la dirección lo sabe aprovechar. Conclusión Re-Loca es una propuesta que durante la mitad de su metraje es todo lo que prometió ser; después de esa catarsis, a la película le cuesta sostener el rumbo. Si el espectador puede creer en ella como un todo es gracias a la carismática labor de su protagonista.
Antes que nada, un poco de contexto. Unas semanas atrás se estrenó en la Argentina Sin filtros, una producción española con Maribel Verdú dirigida por Santiago Segura cuyo título original es Sin rodeos, que su vez es una remake de la chilena Sin filtro (en singular), misma película que ahora sirve como materia base para la argentina Re loca, de Martino Zaidelis. Tres películas filmadas en un año y pico (a la lista hay que sumarle la versión mexicana y la inminente de los Estados Unidos) que parten de un guión casi calcado: la falta de ideas originales no es sólo un mal de Hollywood. El personaje central de la versión argenta se llama Pilar. A ella no le sale nada bien. Tiene un marido “artista” (Fernán Mirás) que está todo el día en la casa pero es incapaz de abrirle al gasista o pagar las cuentas, el jefe de la agencia de la publicidad donde trabaja le pone una influencer a trabajar a su lado, su psiquiatra (Diego Peretti) no la escucha –tampoco su mejor amiga (Pilar Gamboa)– y en la calle le devuelven únicamente insultos. Por ahí anda un ex novio devenido en mejor amigo (Diego Torres) que está a punto de casarse con una mujer que lo maltrata (Gimena Accardi). En ese contexto ella se cruza con un misterioso hombre que le aconseja preparar unos extraños tragos caseros con vinos, leche, rosas quemadas y orina. Pilar los toma y al otro día se levanta como nueva, con una ausencia de filtros y rodeos de los títulos españoles y chilenos que le permite, básicamente, y con perdón del término, mandar a todo, todos y todas al carajo. Allí comienzan los mejores momentos de un film que adquiere una velocidad de torbellino, mérito de una Natalia Oreiro que, como el centrodelantero de la selección rusa, cabecea todos los centros que le tira el guión. Un guión apenas correcto, con algunos chistes eficaces y otros vergonzosos, hecho a base de fórmulas mil veces probadas. ¿El principal mérito? Confiar en el poder de fuego y carisma de la Oreiro, alguien con probados pergaminos en cargarse sola una película. Todo parece ir mejor para Pilar, hasta que lentamente empieza a darse cuenta de que está lastimando a gente muy querida. La película, entonces, clava un freno de mano y empieza a aflorar esa culpa de la que al cine argentino le cuesta desprenderse. El desenlace puede leerse como un llamado al empoderamiento femenino, pero también como la publicidad de un automóvil.
Uno de los éxitos de taquilla argentinos del año seguramente esté reservado para "Re Loca", película protagonizada por Natalia Oreiro. Lo más curioso, quizás, es que es una comedia basada en otra comedia (la chilena "Sin Filtros") que ya tuvo un par de versiones (siempre en el mismo idioma, además, una mexicana y una española) y una estrenada en nuestras salas el mes pasado, la dirigida por Santiago Segura y protagonizada por Maribel Verdú. ¿Necesitamos que nos cuenten la misma historia tantas veces, sin modificar ni siquiera el idioma –que suele ser excusa a la hora de preguntarnos por el sentido de ciertas remakes extranjeras-? Ya a primera vista, los trailers de cada una de estas versiones son exactamente iguales. Hay que decirlos que si hay uno de ellos que al menos respira un poquito más de aire propio, es esta versión, que se nota muy argentinizada. Mientras la española es exactamente igual que su original chilena (el exitazo de taquilla en su país dirigido por Nicolás López que nosotros, si nos da curiosidad, podemos ver por Netflix), la película que dirige el debutante Martino Zaidelis se permite además unos (algunos pocos) cambios en el guión, escrito por Zaidelis junto a Andrés Aloi. No obstante, lo que hace que de cada una de sus pobres versiones la que mejor parada salga sea la nuestra es Natalia Oreiro. "Re Loca " permite a Oreiro divertirse y dejarse ir, probablemente hasta hacer catarsis, a través de interminable cantidad de puteadas, algunos golpes y hasta destrozos de autos. Es que la historia, simple por demás, tiene a Pilar, una mujer que a punto de llegar a los cuarenta se encuentra con una vida dominada por los demás. Su marido es un artista que no puede hacerse cargo de la menor labor de la casa y además se trajo a vivir con él al irresponsable y maleducado de su hijo adolescente; su jefe es un pibe que se hizo cargo de la agencia que fue de su padre y cree que su generación es la que va y por eso deja atrás a la experimentada y trabajadora Pilar, con la incorporación de una influencer que viene a reemplazarla... Su amiga se reúne con ella para hablar pero sólo se hablan de sus problemas y si Pilar quiere acotar algo, no puede prestarle atención porque está enfrascada en su celular; su ex está a punto de casarse con una mujer controladora que se parece a su ex suegra y lo de ellos no pasa de un constante histeriqueo cobarde; mientras ella no puede dormir por los ronquidos insufribles de su marido, aunque tampoco ayuda el hecho de que su vecino se la pase de fiesta con la música a todo volumen. Estas son sólo algunas de las situaciones en las que la pobre Pilar se ve inmiscuida y de cada una de ellas no puede salir más que de manera sumisa, aceptándolo. Hasta que una noche en una caminata descompresora por Puerto Madero se cruza con un curioso personaje que luego de querer ayudarlo ella es él quien le termina ofreciendo ayuda. Una especie de curandero (acá menos aparatoso y ridículo que en las otras versiones) que le hace beber unas extrañas pócimas que la ayudarán a sentirse mejor. Y a la mañana siguiente Pilar se despierta y es otra mujer, despreocupada y sin pelos en la lengua, una mujer empoderada que no va a permitir que nadie le pase por encima. Esta Pilar renuncia a su trabajo, echa a su marido y el hijo de la casa, le tira la posta a su ex, a su amiga, y hasta a la pobre de la hermana que le pide que le cuide el gatito que es como un hijo para ella. En el medio, se da cuenta de que ser así hace que dañe a la gente que quiere y la rodea. Eso que sería el conflicto es tan pobre y de rápida resolución que hace que su original sea una película mediocre y estas versiones apenas pasen de eso. Acá lo importante no parece ser contar una historia, sino permitirle a Oreiro lucirse como una mujer desatada pero con la que cualquiera puede sentirse identificada (¿a quién no nos dio ganas alguna vez de mandar a la mierda a su jefe? ¿de putear al taxista que nos dijo un piropo? ¿de incendiarle el auto al vecino que no nos deja dormir?), pero no hay un desarrollo ni de la trama ni de su personaje. Todo se resuelve de manera rápida y sencilla, o no queda resuelto para nada. Natalia Oreiro es "Re Loca" y es ella la que hace que de cada una de estas versiones, la argentina sea la más disfrutable. El resto de las protagonistas (aun la talentosa Maribel Verdú), ninguna supo explotar tanto lo que este personaje tenía para dar. A su alrededor pululan otros cuantos actores (con alguna participación especial que no se anuncia desde el tráiler que parece anunciarlo todo incluida), pero la mayoría terminan sintiéndose deslucidos, en especial Pilar Gamboa y Gimena Accardi, o incluso Malena Sánchez, con un personaje que acá tiene mayor presencia pero también termina quedando desaprovechado por ahí. "Re Loca" es una película pasatista, que pone a la mujer en el centro de la historia y con la idea de llenarla de poder. Y Oreiro era quizás la que mejor podría haber hecho este trabajo. A nivel audiovisual se está más cerca del producto televisivo que del cine. Pero el problema principal es que no hay ni hubo en las versiones anteriores un guión sólido que supiera reflejar y desarrollar el conflicto. Al contrario, la idea parece ser apoyarse en lo que asegura la atención y, probablemente, el éxito: ver a una mujer mandar a todos al carajo. Y, por supuesto, un final feliz que no es el final feliz al que nos tiene acostumbrados porque no todas queremos ese final feliz.
Remake del film chileno "Sin filtro", "Re loca", de Martino Zaidelis, tiene un elenco probado, con una protagonista de lujo, como mejor arma para la comedia, frente a un guion con ciertos problemas. ¿Quién no soñó alguna vez con poder decirle al mundo lo primero que se nos viene a la cabeza sin ningún tipo de represión? A Pilar ese sueño se le está por hacer realidad. La ópera prima de Martino Zaidelis (mano derecha de Juan José Campanella en su productora "100 Bares", director televisivo del genial "Recordando el Show" de Alejandro Molina) es en realidad la tercera remake de una comedia de mucha popularidad en Chile. Tiempos de globalización también cultural, del entretenimiento. Así como nuestras "Corazón de León", "Un novio para mi mujer", y "No sos vos, soy yo" (entre otras) tuvieron sus versiones para otras latitudes; Telefé se anima a su segunda versión de un éxito extranjero, luego del taquillazo que resultó Inseparables. Esta vez, la elegida fue la comedia trasandina "Sin filtro" de Nicolás López, mejor conocido en estas tierras por sus films de géneros moneda corriente en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Luego de su estreno en 2016, llegó su versión mexicana "Una mujer sin filtro", y la versión española "Sin rodeos" (estrenada en nuestro país hace semanas bajo el título "Sin filtros") dirigida nada más y nada menos que por Santiago Segura. ¿Qué tienen en común las cuatro versiones? – más allá de se la misma historia con ligerísimos cambios – que las cuatro cuentan en sus protagónicos con actrices de éxito seguro en la comedia. Sí, "Re loca" puede ser una remake, un film ya visto tres veces, pero acá lo que cuenta es ver la nueva película de Natalia Oreiro. Una actriz que en televisión brilló más de una vez en la comedia, aunque en cine ha experimentado más dentro del drama con excelentes resultados. Natalia es Pilar, una mujer con una vida plena. Una publicista exitosa, al borde de los 40, en pareja con Javier (Fernán Miras), artista plástico. Sin embargo, hay varios alertas. Javier la desatiende, a ella y al hogar; Pilar cumple más un rol de madre que de pareja. De remate, Javier tiene un hijo con ínfulas de triunfar mediáticamente, que no la respeta para nada. En su trabajo las cosas tampoco parecen marchar sobre ruedas, le encargan relanzar una vieja campaña otrora exitosa. Pero esta vez debe trabajar en conjunto con una estrellita de la nueva era, Maia (Malena Sánchez); una it girl con millones de seguidores en las redes, que documenta toda su vida, y tratará de imponer su estilo. También está Pablo (Diego Torres), amigo y ex pareja de Pilar. Una de esas amistades que no se entiende por qué no están en pareja. Pablo está a punto de casarse con Sofía (Gimena Accardi) una mujer que – con algo de razón – ve a Pilar como una amenaza, y no hace más que despreciarla abiertamente. Sumémosle que su amiga Valeria (Pilar Gamboa) sólo la busca para contarle sus problemas amorosos, pero se dedica a revisar su celular cuando Pilar habla; más problemas con las instalaciones en el hogar; y la vida misma; y la nueva década; y ¡pum!. Pilar es una mujer sobrepasada al borde del colapso, que vive reprimiendo la furia que quisiera exteriorizar. Destino del guion, casualidad, lo que sea. Hasta que se cruza con un hombre que, cree, quiere arrojarse de un puente. Resulta ser Salaberry (Hugo Arana), un gurú emocional que inmediatamente interpreta los problemas internos de Pilar y le enseña un conjuro para poder solucionarlos. Cuando ella lleve a cabo todas las indicaciones, al día siguiente amanecerá renovada, sin ningún tipo de represión para mandar al diablo a todo aquel que se anime a cruzarla. Pilar se liberó y va a carajear sin pelos en la lengua. Tiempos de feminismo, de nueva liberación femenina. "Re loca" parece una comedia adecuada para estos momentos. Quizás esa sea su mayor diferencia respecto a sus otras versiones (eso que todas son contemporáneas): abiertamente habla de la liberación femenina, del empoderamiento frente al patriarcado. Ese es el arma de doble filo de" Re loca". Si bien resulta ser una versión de un film que en todas sus versiones fue un éxito, también se encuentra atada a un guion que la encorseta y que más de una vez le resulta ajeno. Originalmente, más allá de ser dirigida por López,"Sin Filtro" es un producto de su protagonista Paz Bascuñán, con toda su idiosincrasia. Por estas razones, las versiones mexicanas y españolas resultaron bastante fallidas en calidad. "Re loca" la tiene a Natalia Oreiro con diálogos difíciles de remontar, esquemáticos, con frases no demasiado realistas como “¿Me regalás un abrazo?”, y algunas situaciones que quedan en un perjudicial limbo entre lo paródico, el cuasi grotesco, y la comedia de situación, y hasta la comedia dramática. La estética es más bien televisiva, publicitaria, de un costumbrismo de clase acomodada; y las inserciones de enfrentamiento a patriarcado que se le agregan a veces resultan contradictorias, confundiendo feminismo con una personalidad clasista. Por suerte, el elenco se impone, y Oreiro ilumina todos los cuadros y nos saca varias sonrisas. Fernán Mirás ya se sabe que es un gran comediante, y aquí repite felizmente. Diego Torres, Pilar Gamboa (que ya se está volviendo un comodín/Droopy D) y Gimena Accardi también cumplen correctamente. Finalmente, la película tiene un as secreto bajo la manga, si bien toda la atención lógicamente se la llevarán Oreiro y sus jocosas puteadas; si miramos más allá, descubriremos quién es el verdadero diamante de la película. Malena Sánchez es una Maia sencillamente perfecta. Es graciosa y odiosa (como el personaje debe ser) en partes iguales, y la joven actriz la compone con el decir, con el cuerpo, y con su actitud. "Re loca" debería ser una carta de descubrimiento para futuros protagónicos de esta actriz que ya deja de ser promesa para convertirse en realidad. Martino Zaidelis debuta entonces con, una comedia possedora de mucho de fórmula, más reprimida de lo que debió ser; pero que gracias al talento de sus actores, y a un traslado a la coyuntura actual - más allá de algunas confusiones puntuales vale sobre todo el intento –, culmina como un producto popular que la taquilla puede abrazar sin analizarlo demasiado.
Con la catarsis no alcanza La versión argentina de la comedia producida por Netflix Sin filtros tiene la particularidad de que a pesar de los cambios con la original chilena nada de lo que se modificó sirvió para salvaguardar a Natalia Oreiro en uno de sus roles más pobres en lo que hace a su carrera cinematográfica. Y si a eso le sumamos un desnivel notorio a la hora de compensar situaciones dramáticas con pseudo situaciones graciosas, Re-loca no es otra cosa que un ejercicio más o menos aceptable de catarsis en pantalla grande. Los secundarios cumplen con mucha más eficacia sus roles que la propia protagonista en plan mujer sumisa al comienzo, que soporta con cara de perrito faldero humillaciones de todo tipo por parte de las personas que la rodean, para transformarse en una suerte de Bombita Rodríguez versión femenina y bizarra donde la actriz uruguaya se encuentra a sus anchas, aunque en ningún momento sus acciones intempestuosas mueven los labios para regalarle al menos una tibia sonrisa. Así las cosas, el poco equilibrio entre el drama y la comedia, acentuado en la primera mitad hacia el melodrama novelero juegan en contra de la frescura que se suponía la parte cómica que deja bastante que desear. Apenas atisbos con los aportes de Fernán Mirás en piloto automático y un Diego Torres ajustado para el papel de pollerudo. Malena Sánchez como Millenial demuestra su ductilidad para la comedia y sobre todo para el timing que requiere hoy por hoy cualquier sitcom que se precie. Para pasar el rato alcanza, para disfrutar de Natalia Oreiro vean Gilda.
Ya desde su afiche con colores saturados y personajes posando con morisquetas, ya desde su trailer rememorando la maldición del cine de vacación invernal, ya desde su campaña de marketing reivindicando cierta rebeldía canchera, esta remake argentina de la película española Sin filtros prometía ser una catástrofe. Pero todo lo periférico a una película (premios incluidos) puede ser también su traición. Es lo que sucede con Re loca: podrán presentarla como una película acéfala y vulgar pero desde el minuto cero brilla en su género, se afirma como comedia popular sin miedo al bullying del público solemne. La alquimia de la comedia masiva quizás sea el mayor desafío al que se enfrenta un realizador: el guión debe asimilarse de inmediato pero tener chispa, el ritmo jamás debe disminuir pero tampoco desaforarse, los personajes necesitan ser estereotipos pero con alguna dimensión humana. Martino Zaidelis respeta estos mandamientos y cuenta con un golpe de gracia: Natalia Oreiro, omnipresente en la hora y media de película. Que es una actriz eximia quedó sellado desde Wakolda (2013) y Gilda (2016). En esta ocasión, Oreiro se muestra inspiradísima para sortear el mayor obstáculo del registro cómico: la caricatura. Las fases por las que transita su personaje son polares: sumisión y agresividad. En los intersticios de esta obligada sobreactuación, Oreiro dota cada gesto de un valor adicional que resiste la tipificación “chica mansa” o “chica loca”. La fragilidad de una mirada, una mueca irónica, la comisura angustiada de sus labios; detalles microscópicos que se mantienen pese a sus estados maníacos, dando cuenta de la minuciosidad psicológica con la que Oreiro trabajó el personaje. El resto del elenco no tiene ni tiempo ni posibilidad narrativa de exponer estos matices, y sin embargo acompañan a imagen y semejanza. El ejemplo más claro y revelador será el de Gimena Accardi. El desenlace ofrece una moraleja zen que reconcilia la otredad y asume un mundo lleno de faltas. Para ser un producto popular, es una bajada bastante sensata, casi a contracorriente de los finales felices con los que Hollywood nos lobotomiza a diario.
DEMASIADO EGO Hay un pequeño momento de Re loca, la película de Martino Zaidelis con la que Natalia Oreiro vuelve -¡afortunadamente!- a la comedia, donde todo funciona a la perfección: hay una pertinente elección musical con Me vuelvo cada día más loca de Celeste Caraballo, el montaje es veloz pero preciso, y la Oreiro avanza con la energía que el género requiere, y que ella posee como una gracia divina. Si Re loca trata sobre una persona que termina estallando luego de bancarse todas, qué mejor que hacerlo a todo volumen, con faldas y a lo loco. Es un momento, un destello, que lamentablemente no genera contagio con el resto de la puesta en escena, más chata y al servicio de ese mal de la comedia cinematográfica local: el capo-cómico. Re loca, enésima remake del film chileno Sin filtro, es una comedia de premisa: Pilar, la protagonista, atraviesa una suerte de día de furia, donde su marido, su hijastro, su jefe, su amiga, su amigo, la novia de su amigo, su nueva compañera de trabajo, los automovilistas, los taxistas, todos, entre que le toman el pelo y la maltratan. Y ella se lo toma con una pasividad alarmante. La premisa es, entonces, ver qué pasa con ese personaje una vez que se libera y se decide a mandar a todos un poco a la mierda. Esa liberación, como en una película de los 80’s, llega por un elemento fantástico: un cóctel algo ridículo que la convierte en una suerte de sincericida sin concesiones. Pero, claro, la revelación puede ser una maldición. Re loca se construye entonces alrededor de su protagonista, lo que nos importa es su acción y reacción, que es al fin de cuentas el sostén de la comedia y parte de un ejercicio algo sádico. Si en la primera parte quiere que los espectadores nos divirtamos con los maltratos que recibe la protagonista, luego nos obliga a reírnos con los virulentos ataques de Pilar hacia los demás. El problema del film de Zaidelis (además de abusar de la puteada como recurso) llega cuando no logra equilibrar adecuadamente la comedia con el drama, y aquello que debería resultar gracioso suena únicamente violento, como ocurre con determinada escena que involucra a una amiga y su gato (¡un Farrelly a la derecha por favor!). La incomodidad de la escena, que no está buscada, descoloca y muestra los límites de la propuesta. Pero hay algo más, que seguramente tenga que ver con la estructura del relato original y el guión, y que Zaidelis no termina de resolver. O más bien, busca fortalecer a sabiendas del talento de su protagonista. Re loca obviamente se centra férreamente en Pilar y su viaje interior, en un arco dramático que lleva a una interesante doble aceptación: primero debe cambiar, para luego modificar aquello nocivo que resultó del cambio. Una suerte de “necesito ser otra persona, pero no me gusta demasiado lo que soy cuando lo soy”. Como decíamos, el centro es Pilar pero a diferencia de la mayor parte de la comedia argentina en Re loca, durante un buen rato, hay un interesante muestrario de personajes secundarios. Y remarcamos lo de “durante un buen rato”, porque a medida que avanza y el conflicto se cierra cada vez más sobre Pilar, la película va perdiendo de vista a muchos de esos personajes, quedando la mayoría desperdigados por la trama y sin una resolución acorde. Ni qué decir, además, del lugar incómodo en el que la película coloca a la mayoría, a los que no les permite un rato de dignidad, a excepción tal vez de la insoportable influencer que construye Malena Sánchez con mucha gracia. Este problema resulta insalvable porque evidencia los hilos del relato: en definitiva la mayoría de los personajes sólo están puestos ahí para ser un punching-ball de Pilar. Re loca, que trata sobre el ego lastimado de un personaje y cómo reconstruirlo, sufre inconscientemente por el ego de la capo-cómica. Cada escena parece diseñada para el lucimiento exclusivo de Oreiro mientras los demás asisten a una suerte de unipersonal. Claro que no es culpa de Oreiro, sino de un guión que queda preso de su propia trampa y que parece apurarse por construir momentos donde Pilar maltrate a los demás (¿cuántas escenas de automovilistas diciéndole cosas eran necesarias para afirmar el concepto?) con o sin justicia, no importa demasiado. La única resolución inteligente, amable y no forzada (en una película que hace de su última media hora una suerte de maratón de atada de cabos y pedidos de disculpas) llega con el conflicto de Pilar y Pablo (Diego Torres): allí la protagonista acepta un poco la realidad, por más que sea incómoda, y hasta se permite similar el defecto en el otro sin intervenir. Es un momento de lucidez del guión, que llega en el momento justo y le da a la historia un cierre mucho más digno que el del 90% de las comedias del cine nacional. Re loca nos deja con el sabor amargo de una oportunidad perdida (hay momentos de comedia genuinos que quedan un poco perdidos) y la buena vibra de ver a Oreiro brillando, con la espontaneidad y la energía que no se le veía… desde que había dejado de hacer comedias.
Todas las fichas a Natalia Oreiro “Llegó la hora de mandar a todos al carajo” reza el afiche, la frase escrita sobre placas multicolor justo arriba de una Natalia Oreiro a media sonrisa y haciendo el tradicional gestito del dedo del medio. Y vaya que se putea en Re loca, a tal punto que la metralleta de malas palabras puede ser considerada como una de las estrategias centrales para general las carcajadas de la audiencia. Los modismos del español argentino (en su variante porteña) señalan una de las diferencias esenciales entre el largometraje del debutante Martino Zaidelis (ganador de un Martín Fierro por la dirección de la serie El hombre tu vida) y la película original en la cual se basa, la chilena Sin filtro. O bien con cualquiera de sus primas cercanas, las remakes mexicana Una mujer sin filtro y la española Sin rodeos, dirigida por Santiago Segura y estrenada en la Argentina hace algunas semanas con el título Sin filtros, en plural. El casillero de arranque es idéntico en todos los casos y las tres reversiones pueden entenderse como variaciones tópicas y localistas de la original sin excesivos desvíos creativos, como si se tratara de puestas teatrales simultáneas de una misma y exitosa pieza. Una mujer que está a punto de cruzar el umbral de los cuarenta abriles, en este caso llamada Pilar, cansada del maltrato en el trabajo, el hogar e incluso durante el camino entre un lugar y otro -usualmente a manos de una serie de hombres, pero no exclusivamente- decide someterse a una terapia particular (ésta varía de film en film; en Re loca incluye el consumo de un par de líquidos poco apetitosos) que termina transformándola en una máquina de decir lo que realmente piensa y hacer lo que desea en todo momento, sin ningún tipo de criba, caiga quien caiga. El viejo truco del cambio total de personalidad/actitud/físico, todo un clásico en la comedia cinematográfica. Es en este punto en el que debe afirmarse que las dotes actorales y carismáticas de Oreiro son las que sostienen en gran medida el interés por la historia una vez pasado el punto de no retorno, ya que la repetición con variaciones de la misma situación -el enfrentamiento con la pareja, el jefe, la mejor amiga, la hermana, el exnovio, un taxista, etcétera- comienza a resultar cómicamente irrelevante más temprano que tarde. Como también ocurre en las otras tres versiones de la historia, por otro lado. El empoderamiento, esa palabrita tomada del inglés que llegó para quedarse, está a la orden del día, al menos nominalmente. Al fin y al cabo, el escueto arco dramático llevará a Pilar a enemistarse con su nueva condición súper poderosa y a considerar algo así como una hibridación que contemple lo mejor de dos mundos. La risa estentórea y algo publicitaria de Oreiro en la escena final, mientras canta a dúo con Celeste Carballo “Me vuelvo cada día más loca”, parece ir en ese sentido: un poquito loca, pero en el fondo sensata. No como la nueva mujer de su ex (Gimena Accardi), que incluso durante el casamiento continúa disminuyendo y humillando a su marido (Diego Torres). De impronta televisiva y un acabado profesional que ya es la norma de estos tiempos, Re loca es un típico y apenas digno exponente de la comedia mainstream argentina, elevado un par de escalones por la explosiva presencia de Oreiro. Más que una buena opción de casting, una excelente decisión conceptual.
Hay momentos en que los límites se corren, y todo va tan para adelante que puede ser peligroso. O muy liberador. Eso le pasa a Pilar, el personaje encarnado por Natalia Oreiro, que un buen día, cansada de que le vaya pésimo con su pareja, con su mejor amiga, con su hermana, con su ex novio y también en el trabajo decide provocar un quiebre en su vida para hacer y decir lo que le sale de las tripas. El plus que tiene esta película, comparada con la original chilena “Sin filtro” (de la cual se adaptó la idea original) y de la reciente versión española encabezada por Maribel Verdú, es que aquí el lenguaje y las expresiones son un tanto más subidos de tono, y por lo tanto generan una empatía directa con el espectador. Para que no queden dudas, en “Re loca” el público se divierte en el cine mientras que con las películas anteriores era muy difícil arrancar una carcajada. Es que aquí, esta joven de casi 40 años que se le vuela la peluca con su marido artista y un jefe incompetente le cae como anillo al dedo a la interpretación de Oreiro, quien no teme putear con todas las letras cuando un camionero le dice “bombón” o trepársele encima a un taxista que la destrata porque le chocó el auto. En plena era de reivindicaciones de género, el filme también sirve para espejar cómo se naturalizan ciertas situaciones de violencia, no sólo de entrecasa y en el marco de una relación de pareja, sino también con el vecino que pone la música a todo volumen a la madrugada o quien insulta en la calle cuando el tránsito está congestionado. Más allá de la voz en alto de una mujer atropellada, el filme de Zaidelis invita a pensar más allá del sexo de la protagonista. Y propone cuánto hay de sanador en decir lo que se siente, pero también cómo hay que ser equilibrado para no lastimar a los seres queridos.
Martino Zaidelis debuta en la dirección de cine con esta comedia basada en la exitosa película chilena “Sin filtro” (2016) de Nicolás López y recientemente se estrenó "Sin filtro" (en España como “Sin rodeos”) de Santiago Segura. En esta remake el relato conserva la parte original pero los diálogos son más dinámicos, las puteadas nuestras son las más logradas, le da otro toque el clásico de Celeste Carballo, “Me vuelvo cada día más loca” y se realizan algunos cambios sobre todo al final. Como protagonista principal se encuentra la encantadora y carismática actriz, cantante, diseñadora, empresaria, conductora, modelo uruguaya y embajadora de buena voluntad de UNICEF en el Río de la Plata Natalia Oreiro. Su personaje vive situaciones que a cualquiera le pueden pasar, luchar con su pareja quien no le presta atención, el hijo de este es un atrevido, su hermana que se desvive por su gato, su ex novio, la futura esposa de este, una amiga desatenta, un jefe que la humilla poniendo un chica más joven en sus tareas y una serie de situaciones complicadas. Prácticamente todo el peso de la película cae sobre Oreiro, que sale airosa, se luce, se divierte y la cámara la ama, excelente la labor de Pilar Gamboa; esta magnífica, es la amiga que no le presta atención, que vive pegada al celular y a sus problemas, el resto del elenco: Gimena Accardi, Fernán Mirás, Diego Torres, Malena Sánchez y Hugo Arana, cumplen bien sus papeles.
Desde la primera escena nos enteramos que los días de Pilar (Natalia Oreiro) comienzan de manera insoportable sin todavía haberse ido a dormir. Su marido (Fernán Mirás), un pintor holgazán y vividor no la deja dormir por culpa de sus ronquidos y su flatulencia nocturna. Arriba, un vecino extendió su fin de semana y sigue de after. En la habitación de al lado, su hijastro, igual de vago que su padre, se la pasa de joda con amigos y filmando películas porno dentro del departamento. A todo esto, su ingenuo ex novio devenido en amigo (Diego Torres), le manda mensajes a medianoche hablándole de su futuro casamiento. Al despertarse todo sigue peor. Los taxistas y automovilistas la minimizan e insultan creyéndose dueños de la calle. Al llegar a la agencia de publicidad donde trabaja, se entera que contrataron a una joven influencer para a darle esa nueva imagen, esa pátina de modernidad y juventud de la que ella, por una cuestión generacional, no tiene. El día parece no terminar y las tensiones aumentan cada vez más hasta que de buenas a primeras explota. Pero no como el protagonista de Un día de Furia, sino peor, hacia adentro: sufre un ataque de pánico. Decide entonces salir a despejarse en el Puente de la Mujer donde como un maná en el desierto se encuentra con un sanador espiritual (Hugo Arana) que además de prestarle su oreja para depósito de sus angustias, la instruye en un ritual casero para afrontar sus miedos. A la mañana siguiente, Pilar despierta siendo otra. Ha adquirido el superpoder de decir lo que siente, tal como sale de fábrica, sin injerencias del Yo ni del Superyo. Sin embargo, todo superpoder tiene sus efectos colaterales y lo que en un primer momento la ayuda a combatir los micromachismos cotidianos, a sincerarse frente a lo que piensa de su esposo, a ganar coraje para renunciar a su trabajo, comienza a ser perjudicial tanto para otros como para ella. De todas las palabras que dispara algunas traen escondidas clavos que terminan hiriendo los sentimientos de su círculo íntimo. Al final, la premisa de que hay que romper todo y construir sobre los escombros que le dicta el personaje de Hugo Arana queda a medias. Pilar rompe todo, arregla algo y se va sin nada, manejando por la autopista, haciéndose cargo de su locura, por suerte, con más gracia que desgracia. Como se ve la historia sigue exactamente el mismo orden de escenas, el mismo estereotipo de personajes, el mismo guion prefabricado que Sin Filtro (2016), película del chileno Nicolás López en la que está basada -que a su vez ya tuvo su remake española de la mano de Santiago Segura este mismo año. La variación de Re loca entonces pareciera ser muy leve. Un argumento idéntico, solo que con actores de diferente nacionalidad. Sin embargo, es en esta ambientación localista y sobre todo, en el impecable elenco donde la película de Martino Zaidelis adquiere fuerza, sentido de existencia (y pertenencia). No olvidemos que estamos frente a una comedia donde se putea, y mucho. Y si hay algo que le gusta a una parte importante del público argentino es una buena puteada, fuerte y a lo criollo. Y qué estas barbaridades salgan de la boca de Natalia Oreiro, ligada siempre a esa imagen de mujer graciosa y carismática pero carente del plus explosivo que sí tiene por ejemplo Erica Rivas, es el mayor acierto del director. Desde su histrionismo hasta la manera en que manda a todos a la mierda en la segunda mitad, la actuación de Oreiro es absorbente durante todo el largometraje. Verla en personaje de mina sacada es como estar frente a un niño pequeño que dice sus primeras malas palabras, y esto, termina siendo recibido con una mezcla de simpatía y sorpresa que divierte, entretiene y por lo tanto, funciona. Por Felix De Cunto @felix_decunto
Crítica emitida en "Cartelera 1030" por Radio Del Plata el sábado 7 de Julio de 19-20hs. https://radiocut.fm/radiostation/delplata/listen/2018/07/07/19/00/00/ Antes de adentrarme en este filme en particular, me parece pertinente destacar que ya me parece innecesario que se siga recurriendo a hacer remakes de películas actuales. No es nada original hacer versiones de otros países de un mismo relato. Esto incluye a Re loca, puesto que es la 2da. remake de la comedia chilena Sin Filtro( 2016) que se estrena en Argentina, recordemos la 1er. remake Sin rodeos (Sin Filtros) dirigida por Santiago Segura, que contaba además con la participación del actor argentino Rafael Spregelburd (en el papel que aquí interpreta Fernán Mirás). Re Loca es la ópera prima del director, y lamentablemente esto es notorio. Oreiro interpreta a una mujer de mediana edad, la cual llega a una crisis existencial, tras sentir que toda su bondad no le es recíproca, que a pesar de empeño, todo lo que la rodea le devuelve lo contrario. Entonces ella recurre a una experiencia extraordinaria y realiza una gran catarsis tanto verbal como física, hasta "tocar fondo". El punto de vista es el de la protagonista y en ese sentido transmite muy bien qué es lo que le sucede al personaje en su interior. Tiene un poquito de poder feminista que queda relegado a un solo chiste lamentablemente. El filme posee una fuerte crítica a la sociedad posmoderna, el marketing actual, las relaciones actuales, el mundo laboral, la medicación terapéutica, etc. Y propone un rescate de los valores de antes. En conclusión, lamentablemente es poco graciosa y los pocos chistes que funcionan es porque tienen que ver con el contexto actual argentino. De todas las versiones es la que hace más cambios de la original, pero aun así no es efectiva y se queda a mitad de camino. Aunque es una propuesta posible para pasar un rato un fin de semana invernal. Sin embargo, debo decir que la calidad actoral de todo el elenco argentino es sin dudas superior al chileno. Incluso, todo el relato se sostiene gracias a la frescura actoral de Natalia Oreiro. Calificación: 2 y medio/5 Denises⭐-
Hace unas semanas reseñé la película española Sin rodeos (aquí le pusieron Sn filtros), que a su vez es la remake del mayor éxito de la cartelera chilena de todos los tiempos: Sin filtro, del director Nicolás López. Les fue tan bien que vendieron la idea a muchos territorios y, obviamente, Argentina no iba a ser la excepción. Ahora puedo confirmar lo que en su momento especulé: la película se disfruta más y funciona mejor en el país del potencial espectador. Esto se debe pura y exclusivamente al tipo de humor localista y modos. Ya sean formas de expresarse o familiaridades. Al argentino “le garpa” ver a Natalia Oreiro perder la compostura, y le cierra más el acento criollo que el español de Maribel Verdú o la chilena Paz Bascuñán. Los chistes funcionan muy bien. El film te hace reír y distraerte, y eso es lo que busca. Oreiro llena la pantalla con su gran carisma, y saca ventaja en un rol de mujer fuerte que se cansa de todo y de todos. Está muy bien acompañada por Fernán Mirás (siempre excelente), Diego Torres y Gimena Accardi. El que sale perdiendo en comparación es Hugo Arana, no por él mismo sino por su personaje. En la versión española lo componía Santiago Segura y era todo más delirante. Desde el aspecto técnico la película es muy correcta, y el director Martino Zaidelis, quien viene del palo de la televisión, hace un buen trabajo en su ópera prima, pero sin alejarse mucho a lo establecido por López en la versión original. En definitiva, Re loca es una buena comedia argentina para pasar un buen rato.
Versión argentina de un éxito chileno, la comedia Re loca apuesta todas sus fichas a Natalia Oreiro, su protagonista. Todo comenzó en Chile con Sin filtro, una módica y plana comedia dramática (más lo último que lo primero) que se convirtió en un éxito inesperado y que hoy se puede ver en Netflix. De ahí a su venta internacional para producir otras versiones (método que está multiplicándose ante la ausencia de ideas) sólo hubo un paso. Que se dio. En España (allá llamada Sin rodeos y estrenada acá como Sin filtros), en México Una mujer sin filtros y la que está produciéndose en Estados Unidos. Ahora nos toca a nosotros. Con las diferencias idiosincráticas de cada país que la van aggiornando, pero con escenas y situaciones novedosas en cuanto al original (lo que de alguna manera valida los títulos de “basada en”) que buscan cambiar algunas situaciones y menguar ciertas resoluciones genéricas (los personajes femeninos antagónicos no son castigados -el caso de la influencer millenial es paradigmático-), Re Loca irrumpe cargada de tips propios de estos tiempos de empoderamiento de las mujeres. Pilar (Natalia Oreiro) sufre en silencio, y haciendo de tripas corazón, la nula colaboración hogareña de su pareja -por no hablar de la falta de deseo sexual-, las burlas y maltrato del hijo de él, el ninguneo y aprovechamiento del dueño de la agencia publicitaria en la que trabaja, la irrupción de una jefa más joven y con poca capacidad pegada al celular, la falsa atención de una amiga y la excesiva de un ex a punto de casarse y manipulado por su novia, un vecino fiestero y un psicoanalista interesado en medicarla. Imposible soportar todo ese cóctel sin que haga efecto en el cuerpo y cuando está a punto de explotar se cruza (una decisión demasiado forzada por el guion) con un personaje que no se sabe bien qué es pero en segundos se gana su atención (el guion de nuevo) y le ofrece un experimento para “sanarse”: mezclar cenizas de pétalos de rosa, vino, sangre, orina, tirar uno, beber otro y zas… Pili se libera y no puede parar de decir lo que piensa y mucho menos contener la furia y accionar contra todos. El problema es que en su arremetida Pilar no distingue contra quien va y hace daño a sus seres queridos (especialmente a su hermana aficionada a los gatos), lo que la desacelera y la hace intentar aprender a manejar lo que vive. Cuando todo parece encaminado a terminar de la peor manera, o al menos la más facilista, la película da un giro y se aparta del previsible final feliz resolutivo. Re loca acude para solventar la comedia a gags que no siempre funcionan y echa mano a la puteada y el grito en demasiadas oportunidades. Los estereotipos están a la orden del día y es muy evidente el quiebre en dos partes del film para explicitar las diferencias de la protagonista. Lo que es una pena porque Natalia Oreiro demuestra nuevamente que en la comedia navega con plena seguridad y certeza y no es necesario remarcar las cosas. Claramente la película se apoya en su carisma y su presencia escénica. Y no se equivoca. Lo demás es el acompañamiento, con mayor o menor fortuna, del resto del reparto y una puesta básica y sin ningún riesgo. El film elige acercarse más a un tono donde prime “lo importante” de las situaciones, que tampoco son tratadas con profundidad, lo que entonces hace que se pierda cierta ligereza en los temas propuestos que la comedia podría haber mejorado y hecho más efectivos en lugar de efectistas.
La historia de la chica que se libera de toda represión y empieza a cantar la justa a cuanta persona se le cruce dialoga claramente con la época; está claro que nos criaron para la conciliación antes que la disputa, y así es como la mujer que se queja, reclama o no se deja manejar se convirtió hace tiempo en una conchuda. Quizás por eso, y por revertir el signo de la conchudez para convertirla en un atributo de poder, la comedia chilena Sin filtro fue un éxito que ya cuenta con varias versiones en España, México y Argentina, donde se la conoce como Re loca y la loca en cuestión tiene la cara de Natalia Oreiro. En la película dirigida por el debutante Martino Zaidelis, que antes había trabajado en tiras como “El hombre de tu vida”, Oreiro es Pilar, una mujer inteligente y exitosa que está al borde de los cuarenta pero, a pesar de sus múltiples capacidades, se deja pisotear o aprovechar por un jefe que la ningunea, un marido inútil, un hijastro vividor y un amigo histérico. Lo que pasa es que Pilar es impecable, siempre; mantiene la compostura ante cualquier abuso y parece haber incorporado la idea –todas lo hicimos– de que no reaccionar es una virtud. Eso hasta que un encuentro con un misterioso personaje interpretado por Hugo Arana le cambia la vida: a partir de ahora, Pilar va a decir lo que piensa y quiere a todo momento y sin censuras, y hasta portar un extra de energía vengadora que va a dar cuerpo a la mayoría de los chistes de la película. O mejor dicho, al mismo chiste, que se repite una y otra vez, y es el del asombro de lxs otrxs frente a la transformación hiperbólica de Pili. La idea no está nada mal, y es probable que nadie más que Natalia Oreiro pudiera haber hecho de esa sola idea, explotada hasta el límite, una película. Por lo demás, Re loca transcurre en el mismo cielo de las comedias mainstream argentinas donde los personajes de una supuesta clase media circulan por los bares de Palermo, pagan expensas que equivalen al sueldo de la mayor parte de la población y cuando tienen ganas de caminar para pensar un poco eligen Puerto Madero, Puente de la Mujer incluido. No hay nada en la película que no sea genérico y acartonado, nada que le suministre cierta sensación de realidad, desde las locaciones hasta los personajes secundarios, que son invariablemente pésimos. No los actores –más bien todo lo contrario– sino los personajes, construidos apenas como esbozos de cartón que solo están ahí para constituirse en soporte del único chiste del que hablé: Fernán Mirás como el marido artista, Diego Torres como el amigo maltratado por la novia, Valeria Lois y Pilar Gamboa como las amigas, están desprovechadxs a un nivel escandaloso por un guión que no sabe ni quiere construir vínculos y afectos. En ese sentido, lo de Natalia Oreiro en Re loca es de una soledad extrema; apenas interactúa de verdad con nadie y ella sola se pone toda la película al hombro, a fuerza de carisma y de una capacidad inagotable para extraer emoción de un papel que solo le ofrece chistes fáciles. Gracias a ella podemos adivinar y desear una película mucho más sutil escondida en el corazón de Re loca y que ojalá algún día exista, porque al cine argentino todavía le falta esa historia: la de la mujer en crisis, al borde de los cuarenta, que con las primeras arrugas y los primeros “estás re bien para tu edad” empieza a sentir que el mundo le pasa por encima, a replantearse la pareja, las decisiones laborales y demás. Pero sintiendo, también, que hay algo que no vuelve y mejor transformarse que querer manotear lo perdido. Conmueve que Natalia Oreiro, una diva que hasta ahora brilló de juventud, se haya calzado ese papel –porque todxs sabemos que a las divas no se les permite envejecer– y le ponga el cuerpo como el papel lo exige: con y sin maquillaje, con arrugas alrededor de los ojos y en las mejillas por haberse reído tanto, como la actriz impresionante que hace tiempo es.
Crítica emitida por radio.