Rápidos y furiosos 6

Crítica de Juan Blanco - CineFreaks

Menos es más

No demos vueltas. Rápidos y Furiosos 6 no está a la altura de las expectativas y está unos cuántos escalones por debajo de 5in Control. Todos sabemos que la saga renació a partir de la cuarta película (con la cual esta nueva no sé dónde/cómo se compara, todavía no decido), y para la aparición de Fast Five (la 5ta, la mejor, y desde ahora FF) ya estábamos hablando en un idioma tuerca completamente diferente.

Y sí, esta sexta entrega de la franquicia iniciada en el 2001 trató de superar, sin lograrlo, a aquella quinta en todos los aspectos imaginables: espectacularidad y volumen de acción, toques (ahora grandes segmentos) de humor, vueltas argumentales, cantidad de personajes y la elaboración de sus relaciones; pero como se dice generalmente, menos es más… o el que mucho abarca poco aprieta (sí Iron Man, te estamos hablando a vos…); todos los elementos estaban ahí, y las intenciones de autosuperación (dentro de la saga misma) no podrían vislumbrarse más claras; pero hay aciertos, como el nivel de excelencia que mostró FF, que lamentablemente se dan una única vez.

Pero cabe destacar, para lo que valga, que RF6 (abreviando que hace falta) realmente se busca en esa misma escala de acción épica que su director Justin Lin ofreciera en el capítulo anterior, dando inicio en aquel entonces a una nueva era para la franquicia y elevándola a otra categoría de acción que difícilmente lograría superarse en secuelas posteriores; RF6 no se apichona y va por más, y eso no es necesariamente malo, siempre y cuando se mantenga un cierto nivel. Y este era un temor compartido por todos los fans a partir de ese momento: ¿cómo iban a hacer para superar lo que acabábamos de ver en FF? La respuesta es simple: a veces una fórmula tan precisa, esa conjunción tan armoniosa de elementos plásticos, no se puede repetir; a veces ciertos logros se dan más por felices accidentes que otra cosa (o alineación cósmica, o como quiera llamárselo), y Justin Lin con esta RF6 prueba que no aprendió tanto ni es tan resuelto como se creía en la materia. La saga alcanzó tu techo hace dos años y difícilmente lo pueda superar; hay que aceptarlo.

Muchos de los problemas de esta nueva entrega están concentrados en un despliegue de acción demasiado caótico (por excesivo), con una cámara que nunca alcanza abarcarlo todo, y las coreografías claramente exceden la pericia de Lin a la hora de organizar y mostrarnos lo que acontece en pantalla (en especial en la secuencia final con el Jumbo, donde la saga recupera –para mal- aquellos viejos vicios digitales de las primeras entregas). Los problemas de dirección están ahí, a la vista de todos, a pesar de que el ritmo general de la propuesta y el vértigo de las escenas lleven a tomarse todo con una ligereza que, sí, dejan a la película correr (va a los pedos y en un no-tan-buen sentido) y deje a uno quizás disfrutarla de a ratos; pero el conjunto falla, se lo siente forzado, desorganizado. Y la confianza que la película pareciera ganar por momentos, se pierde con alguna otra nueva escena donde los personajes dicen pavadas que no ayudan a la progresión dramática (mamita, qué diálogos!), o algún nuevo segmento acrobático donde el Lin de FF parece, simplemente, ausente.

El guión, por su parte, es otro gran caos; uno que poco podría importar si la acción tuviera otro grado de precisión; pero como no es el caso… Y si a esto le sumamos que los actores están todos –considerablemente- más acartonados que lo habitual, tenemos un problemón entre manos. Resumiendo: uno, como espectador, no tiene realmente a qué aferrarse; hay problemas –de distintos tamaños pero al fin- en todos los horizontes.

La historia es un poco la de siempre, con la excepción de que esta vez el grupo liderado por Dom Toretto (Diesel) juega del lado de la policía (en co-equipo con el agente Hobbs que encarna nuevamente The Rock), tratando de interceptar y capturar a un terrorista –y secuaces- con prontuario militar y experto en las pistas. Lo demás: Letty (Michelle Rodríguez) está viva, reclutada por el malo y con amnesia (increíblemente patético cómo está jugada esta carta), lo que abre a un doble objetivo de captura del villano y “rescate” del amor perdido de Dom; Brian y Mia (Paul Walker y Jordana Brewster) ya son papás; y “el equipo Toretto” (que no vamos a nombrar a uno por uno porque la noche aprieta y ya nos conocemos todos) con esta misión ultra-no-se-qué podría llegar a quedar indultado de su pasado criminal. No mucho más… el resto es Crash-Boom-Bang, con un nivel cuestionable de… prácticamente todo. Con ritmo sostenido, sí, pero la saga tristemente ha vuelto a su irregularidad de antaño.

En fin, a riesgo de sonar redundante, creo que lo ideal es no engañarse y afrontar lo evidente: lo mejor de Rápido y Furioso ya se vio. El que esté dispuesto a conformarse con “menos de lo mismo”, que pase, vea y coma sus nachos –con queso- tranquilo.