Rabo de peixe

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Los portugueses Joaquim Pinto y Nuno Leonel entregan un retrato íntimo sobre la figura del pescador en Rabo de Peixe.
Entre 1999 y 2001 está rodada esta película en la aldea de Rabo de Peixe, en las islas Azores. Pero recién luego de casi quince años ésta es montada y terminada como el producto que hoy se estrena.

En Rabo de Peixe se retrata a la figura del pescador, aquel trabajo que le pertenece al hombre libre y es más emocionante por ejemplo que el del obrero, aunque sin sus seguridades. El pescador se aleja y se introduce por un rato en otro mundo, y Pedro, el protagonista de esta historia mínima, tiene su crisis profesional porque el agua no es un lugar seguro (tampoco a nivel económico hoy) pero sólo allí se siente libre. “El fondo del mar”, ese lugar tan extraño como atractivo, donde conviven el misterio, el miedo y la esperanza, como lo dice el narrador del film.

Se hace presente entonces la temática de la sobrepesca industrial global (porque la pesca ha alimentado principalmente la industria de esa aldea y hoy en día ese trabajo artesanal ya no es reconocido como tal) pero el enfoque está mayormente en la figura de estos hombres y su oficio.

“Me hago películas en la cabeza sobre lo que se encontrará”. “Ficción y realidad a veces se confunden”. El film está narrado así de manera bella y poética. Junto a algunos recursos más habituales del documental (en especial, el televisivo), los directores además le suman experiencias personales, reflexiones y filmaciones más caseras e inexpertas que le terminan de sumar al tono intimista logrado.

Melancólico, Rabo de Peixe es el retrato vivo de un grupo de hombres que aman su profesión y ser libres y, aunque no sea seguro ni a nivel económico salvador, es el único modo en el que logran ser ellos mismos.