Que 'la cosa' funcione

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Un hombre maduro y excéntrico de Nueva York decide abandonar su acomodada vida para llevar una existencia más bohemia. Su relación con una bella joven sureña desembocará en una serie de enredos familiares y sentimentales.

Siempre es agradable toparse con una nueva película del prolífico Woody Allen, no importa si es inferior a los clásicos que regaló a lo largo de su carrera o si se trata de un trabajo digno. En los últimos años parece ser que el ejercicio de ver un filme de este director se convirtió en un juego de las siete diferencias entre el Allen del presente y el de su lejano pasado. Más allá del resultado final que cada realización tenga, Whatever works en particular no es una obra maestra pero sí superior a muchos de sus títulos de la última década, es refrescante encontrar esa pluma irónica siempre afilada. Los diálogos y monólogos del protagonista, sobre todo en la primera mitad, demuestran el por qué de su grandeza.

Esta película tiene una importante diferencia con aquella que el director hizo después pero que en Argentina se estrenó antes, You will meet a tall dark stranger, y es que el personaje neurótico típico del mundo Allen está bien llevado y funciona. Es que el protagonista no es cualquier intérprete, sino que es Larry David, el co-creador y guionista detrás de Seinfeld, la mejor serie cómica de todos los tiempos. Sólo comediantes de su talla, familiarizados con el cinismo y la neurosis por haberlas plasmado en sus creaciones, pueden ponerse los amplios zapatos de Woody Allen y hacer que su ausencia no se lamente. Su Boris, que no es Grushenko sino Yellnikoff, es un físico genio que tuvo épocas de mayor gloria y vive protestando por la estupidez que lo rodea. Desde un primer momento romperá la cuarta pared y hablará directamente hacia una audiencia que él percibe pero el resto de los personajes no. El director nuevamente hace gala de su talento para los diálogos ágiles e inteligentes acerca de sus tópicos predilectos, moviéndose con soltura entre la existencia y el amor pasando por la muerte o la música, así como de su capacidad para encontrar la gracia en cualquier línea del guión.

El aspecto negativo más importante que presenta este filme es la dependencia total que se genera con el personaje de Larry David. Con todas sus excentricidades, la presencia de Boris es tan necesaria en la pantalla, que su sola ausencia por algunos minutos genera que inevitablemente la historia pierda fuerza. La aparición de Patricia Clarkson, más allá de que ella esté muy bien y sea un punto a favor en la construcción del relato, conduce a que su hija (Evan Rachel Wood) tome distancia del protagonista para acercarse a un hombre joven. Este aspecto conduce a una reducción notable en la comicidad de la propuesta, recuperándose recién hacia el final cuando la vuelta del personaje central es imprescindible. Todo el arco de romances que el director abarca hacia el cierre demuestra que la "cosa" podía funcionar para muchos, cuando en realidad la película se construye en su totalidad para que nos importe sólo si funciona para uno. Más allá de esto, que resulte hilarante la crueldad de un sujeto capaz de insultar a los más chicos porque no saben jugar al ajedrez o maltratar a una veinteañera dulce e inocente, es algo que pocos pueden lograr. Que sus sentencias, maldiciones y el uso constante de una palabra tan poco utilizada en cine como "imbécil" se vuelvan una necesidad imperiosa para el espectador, es algo que sólo Woody Allen puede hacer.