Que 'la cosa' funcione

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Yo, el peor de todosGracias a Larry David, Allen hace su filme más ácido en años.Mientras Woody Allen estrena su película número 41 en Cannes y se prepara para filmar su 42° en Roma, aquí llega con un retraso aún mayor que el habitual su opus 39, titulado

Que “la cosa” funcione y estrenado mundialmente en 2009. El retraso puede deberse a la falta de estrellas que tiene la película, pero la demora es una lástima porque se trata de lo mejorcito que Allen ha hecho en los últimos años.

La película lo devuelve a Nueva York y aquí encuentra a su mejor alter-ego en mucho tiempo, el cocreador de Seinfeld y figura de la serie de TV

Curb Your Enthusiasm , Larry David. Tomando un guión escrito en los ‘70 para el fallecido Zero Mostel que nunca se filmó, Allen parece por momentos volver a esa mezcla de acidez, experimentación y ternura de sus filmes de entonces.

David es Boris Yelnikoff, tal vez el más misántropo, y ácido de los protagonistas de Allen en toda su filmografía: un tipo desagradable que dejó a su mujer porque se llevaba demasiado bien, que sobrevive enseñando ajedrez a chicos a los que maltrata y tiene una teoría terriblemente nihilista para todo. Según él, pudo haber ganado un Nobel por su estudio de Física Cuántica, pero perdió “en la final”.

Como en Annie Hall , Boris por momentos le habla a cámara y trata de hacer cómplice a la audiencia de la superioridad que siente respecto a los que lo rodean, inclusive a Melody (Evan Rachel Wood), la joven sureña algo tonta que un día se aparece en su casa y él, a regañadientes (casi como en

Un cuento chino , película con la que tiene más de una similitud, especialmente en la negatividad de su protagonista), termina alojando.

La chica es otra de esas criaturas prototípicas del universo “woodyallenesco”: rubia simplona, que no se da cuenta de su belleza ni de lo que provoca en los hombres y que termina modificando la vida de nuestro antihéroe. Mientras Boris se dedica a lanzar sus diatribas contra el mundo, a sufrir sus ataques de pánico y a recorrer hospitales por enfermedades que no tiene -y Melody lo acompaña, enamorada de su “sabiduría”-, la película encuentra su mejor ritmo.

“Vi

el abismo ”, le dice él cuando ella pone la TV. “No te preocupes, pongo otra película”, le responde ella. Ese ida y vuelta empieza a perderse cuando David cede protagonismo a los personajes que aparecen en la segunda mitad del filme: los padres de Melody, sus más jóvenes pretendientes que le complicarán su vida sentimental.

No es que los aportes de Patricia Clarkson y Michael McKean como los padres tradicionalistas que cambian de vida al llegar a Nueva York sean malos. Sólo que la esencia del filme se pierde para pasar a otra comedia de enredos sentimentales, más típica de los últimos relatos de Allen y en donde se lo ve repitiéndose, sin poder entender demasiado el pulso de una relación actual.

De cualquier manera, el filme es pura fábula. Por momentos cruel y ácida como la dupla Allen/David se atrevieron a hacerlo. Claro que el cinismo de Boris será curado, y la más oscura de las recientes comedias de Woody se convertirá en una película tímidamente luminosa. Tanto como se lo pueden permitir, a esta altura del partido, ese par de gruñones neoyorquinos.