Princesita

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

En el nombre del padre, trucho

Hay un bosque pero lejos de un cuento de hadas a pesar de que la protagonista vive en un cuento de hadas al comienzo. O por lo menos eso le hace sentir el líder de una secta, esas que pululan en este mundo donde la fe y el apocalipsis ganan simpatizantes a cada segundo. Entonces, se desdibuja la fantasía cuando los primeros indicios de que detrás de ese cándido paternalismo se esconde el lobo entre sus ovejas dóciles, eficientes, deslumbradas con esos encantos retóricos que hablan de Dios, de misiones espirituales, de fines de una Era y esperanzas en el nuevo hombre, bajo la égida del neo hippismo, aislados en la naturaleza con enorme riqueza de árboles y cantos de pájaros, que aún hoy llega a penetrar en muchos jóvenes como Tamara, protagonista de esta co producción entre Chile, Argentina y España.

El nombre de los hermanos Larraín y el de la directora Marialy Rivas (Guionista junto a Camila Gutiérrez) denota que estamos frente a una de las producciones más interesantes de lo que hoy ofrece la cinematografía latinoamericana, siempre con el antecedente de la opera prima Joven y Alocada, estrenada ya hace unos años en el BAFICI. También, un recorrido Festivalero que tuvo repercusiones tanto en San Sebastián 2017 como Toronto para desembarcar finalmente hoy en Argentina.

Si bien se trata de un hecho real, la directora no enfoca su película hacia el relato pormenorizado de los acontecimientos sino que construye desde el punto de vista de Tamara (Sara Caballero) un film hipnótico por un lado y algo así como un anti cuento de hadas por otro. La pre adolescente es el centro de atención de un grupo, que tiene toda la fisonomía de secta, así como la elegida por el líder (Marcelo Alonso), quien además de sobreprotegerla y aislarla de cualquier contacto con personas ajenas al grupo, la envuelve en su seducción masculina.

Sin embargo, Tamara concurre a clases, tiene cierta vinculación con compañeros y la mirada atenta de una joven profesora, quien detecta en ella cierta precocidad en materia de temas vinculados a la educación sexual.

Impecable en lo que hace a los rubros técnicos, a la sutil transformación de la atmósfera onírica en una verdadera pesadilla, siniestra postal del abuso sexual y el abuso de poder, en la que la directora no apela nunca al golpe de efecto tan utilizado en películas de terror mediocres que pueden abarcar temáticas similares en relación a la cooptación de las sectas. Tal vez el uso de la voz off omnipresente es un recurso que le quita peso a la propuesta integral en términos cinematográficos, pero igual alcanza con creces para disfrutar de una película valiente y distinta.