Plaza Paris

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Los contrastes sociales se acentúan notoriamente en ciertas sociedades, como la brasilera. Arriba, en los morros, están las favelas, con sus grandes y graves problemas de pobreza, violencia, delincuencia, narcotráfico, y continúan los ítems. Abajo, la ciudad adinerada, con su ritmo alocado y otras preocupaciones, convive forzosamente

Lucía Murat describe una particular historia, de dos mujeres totalmente diferentes, desde sus orígenes, cultura, poder adquisitivo, hasta vínculos familiares y características físicas. Ocupan universos extremadamente distantes entre sí, pero las une un consultorio psicológico.

Gloria (Grace Passô) nació y vive en una favela, trabaja de ascensorista, es negra, gorda, soltera, con un pasado familiar tormentoso y su hermano Jonas (Alex Brasil) está preso, y aún desde allí conserva el poder en su barrio. Pese a todas las dificultades, Gloria mantiene trabajosamente la dignidad. Sus días pasan entre el trabajo, su casa, las visitas a la cárcel, la iglesia, y todas las semanas una sesión con la psicóloga Camila (Joana de Verona), quién oficia como su contracara pues ella es universitaria, de una buena posición social, blanca, bonita, delgada, con novio.

La película gira en torno a lo que cuenta Gloria, sus vivencias diarias y cómo toda esa información la va procesando la psicóloga. La directora logró que Brasil, Argentina y Portugal coproduzcan la realización y el despliegue presupuestario es notorio. Tiene elevadas pretensiones de formular un alegato sobre las posibilidades de acceder a una buena o una mala vida, según el ambiente familiar, social y cultural en la que nace y se cría a una persona.

Es por eso que la angustia de Camila aumenta ante cada historia que le cuenta Gloria. La profesional se siente cada vez más sobrepasada por la situación. Está agobiada y atormentada por escuchar lo que sucede en un mundo que desconoce.

Pese a que Lucía Murat les da una gran profundidad y dramatismo a las escenas, narradas con un gran ritmo, donde el dolor y el sufrimiento de ambas mujeres es cada vez más evidente, pierde sustancia en algunos momentos en las que brinda ciertas informaciones, consideradas importantes para Camila, pero que luego no las cierra. O también en las que hay varias acciones ligadas mucho más a un thriller que a un drama, y eso le quita el foco sobre la poderosa historia central.

Entonces, al tiempo de la reflexión final, uno no sabe bien lo que vi, porque la fuerza del dramatismo se va debilitando inexorablemente durante la transición de un género a otro. Inexplicablemente, la directora tomó esa decisión y el resultado no termina siendo coherente con la primera parte del film.