Personal Shopper

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Personal Shopper, la nueva película de Olivier Assayas, ganadora del Premio al Mejor director en Cannes y protagonizada por Kristen Stewart.
Después de pasar por Cannes y Mar del Plata, Olivier Assayas regresa a las salas argentinas con Personal Shopper. La trayectoria del hijo del director y guionista Jacques Rémy es una de las más irregulares del actual cine francés. Irregular por las diversas capas que atraviesa, irregular porque cada película es un híbrido de géneros y citas cinéfilas, irregular porque a los 62 años, sigue siendo un enfant terrible con influencia de la nouvelle vague y ciertos realizadores “malditos” estadounidenses.

En los últimos años parecía que se había calmado un poco -especialmente después de la ambiciosa miniserie Carlos– pero con Personal Shopper regresa con una propuesta un poco más provocadora, al menos en el concepto de lo que acá suele clasificarse como “cine de autor”. Es que el nuevo film del realizador de Demonlover contiene elementos que podrían pertenecer a Shyamalan, pero Assayas las adapta a sus tiempos y búsquedas personales.

Maureen -Kristen Stewart, cada vez más expresiva y versátil- trabaja en París como asistente de una modelo francesa. Su labor consiste en ser una “compradora fantasma”, viajar por Europa seleccionando vestidos, joyas y complementos para su jefa. Esto le permite pasar las noches dentro de la antigua casona de su fallecido hermano, para tratar de conectarse espiritualmente con él, ya que ambos tienen poder extrasensitivos.

Influenciado por el cine de Jacques Rivette -o al menos con ciertas similitudes de sus últimas obras- Assayas construye un drama psicológico con algunos aspectos sobrenaturales. Como en Celine y Julie viajan en bote, la protagonista mira una película sobre las sesiones médium de Victor Hugo -interpretado por el músico Benjamin Biolay- y le dedica varios minutos a esta historia dentro de la película.

La doble vida de Maureen construye el foco y la perspectiva de la historia, pero quizás hay otra mirada. La protagonista intenta conectarse con su hermano para buscar una manera de enfrentar su posible muerte -ambos tienen la misma deformación cardíaca-, así que el temor de morir supera su miedo ante espíritus que posiblemente no sean su hermano.

Con un manejo virtuoso de la cámara -justificado premio a la puesta en escena en Cannes-, Assayas maneja diversos tonos y climas. Pasa de un minimalismo esquemático, escenas intimistas, a otras con efectos digitales y una tensión in crescendo que parecen salidas de un exponente de J-Horror.

El relato tiene ciertos baches rítmicos que sirven para exponer el temor interno de Maureen -el trabajo de Stewart es convincente y se pone al hombro gran parte del film- y después salta con un giro inesperado en la narración que Assayas prefiere no explayar y en cambio apela a un recurso sugerente completamente visual, apoyándose en el lenguaje cinematográfico más puro.

Assayas suelta su ambición desnudando también la hipocresía y frialdad del mundo de la moda, en donde Stewart se adapta perfectamente con la gelidez que la caracteriza. Pero el film también funciona como thriller y drama, a pesar de sus contrastes.

Quizás eso -aunque sea arriesgado- es lo que le quite ciertos méritos formales: la manera en la que su realizador salta de una escena sugerente, abocando a la interpretación del espectador, a otra completamente discursiva, que banaliza y explica innecesariamente, aquello que la actuación de Stewart dejaba claro en los primeros minutos del film: ese dolor, esa pesada carga que arrastraba el personaje.

Personal Shopper es misteriosa, atractiva, densa y sobrenatural -incluso tiene escenas que conectan con fantasmas lynchianos– pero no abandona nunca el drama y la búsqueda de la protagonista, aún en su retrato del mundo de la moda. El ojo de Assayas levita en un formato no terrenal que eleva la calidad de su film, más allá del riesgo -siempre necesario, meritorio y disfrutable- y de sus pretensiones. El enfant terrible ha regresado.