Permitidos

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

El problema de las fantasías.

Ambientada en una Buenos Aires for export, donde todo luce tan prolijo y aséptico que podría ser cualquier ciudad, Permitidos, quinta comedia al hilo del director Ariel Winograd en diez años, cuenta la historia de una joven pareja de clase media acomodada que se ve obligada a superar la prueba más difícil a la que siempre está expuesto el amor: la de la fantasía. Camila y Mateo se acaban de mudar juntos y parecen ser una de esas parejas sólidas que disfrutan de la mutua compañía. Hasta que durante una cena con amigos, después de ir al cine, surge el tema de los “permitidos”. Esto es, aquellos famosos inalcanzables con los que cada uno fantasea y le permitiría al otro tener una noche de placer sin que la consumación represente infidelidad ni merezca reproche alguno. Por supuesto, basta con que el informal acuerdo sea verbalizado para que la fatalidad intervenga, permitiendo que Mateo conozca a su estrella de cine favorita y, lejos de las falsas superaciones, termine ardiendo Troya.

La gracia inicial de Permitidos se sostiene sobre todo en la verosímil cotidianeidad de clase media que construyen entre sus dos protagonistas, la ascendente figura televisiva Lali Espósito y el cada vez más sólido Martín Piroyansky. La química entre ambos permite que su relación se desarrolle con plácida ligereza cuando la pareja atraviesa sus mejores momentos, pero que cobre un peso y una energía furiosa cuando la cosa empieza a correr barranca abajo. Paralelamente, la película consigue redondear un inicio entretenido, alcanzando el clímax durante la primera mitad del segundo acto, cuando se desarrolla el comienzo del enfrentamiento entre Camila y Mateo, para ir perdiendo peso a medida que las situaciones desatadas se van resolviendo menos atentas a la gracia que al respeto por ciertas predecibles convenciones.

Aun así Winograd luce sólido en su labor en el terreno de la comedia, redondeando un producto aceptable. Por su parte, Espósito se muestra encantadora en el rol de chica de palabrota fácil y armas tomar, aunque aún debe controlar ciertos excesos. Comentario aparte merece la labor de Piroyansky, en cuya figura farsesca se sostiene gran parte del andamiaje de Permitidos. Aunque se ha demostrado capaz de rendir en cualquier género, de un tiempo a esta parte consiguió construirse a sí mismo como un referente de la comedia nacional, llegando incluso a dirigir su propia película, Voley (2014). Actor fetiche de Winograd (formó parte de los elencos de todas sus películas), en cuya filmografía se puede constatar su evolución, pasando de componer al mejor personaje secundario de Mi primera boda (2011), a consolidarse aquí como protagonista y un comediante ineludible del cine argentino.