Permitidos

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Las comedias argentinas industriales de los últimos años tienen todas un mérito ineludible. Hay alguien (el guionista, el director, el productor) a quien se le ocurre una idea tan redonda como vendible, una especie de apuesta segura al éxito que va más allá de lo que después se filme. Pasó con ME CASE CON UN BOLUDO –cuyo título, nos guste o no, se vende solo– y también sucede con PERMITIDOS, la nueva comedia de Ariel Winograd, que juega con la idea de los famosos inalcanzables con los que los miembros de una pareja se permiten fantasear sin que la concreción de ese deseo sea tomado como infidelidad. El motor, el “gancho”, en cada caso es tan sólido y potente que las películas arrancan a toda velocidad, impactando de lleno en cada giro narrativo. El problema aparece luego, promediando ambos filmes, cuando la idea en sí debe dar paso a otra cosa y el asunto entra en un terreno más pantanoso.

Aquí el sueño imposible de conocer a un “permitido” sucede y eso desata la acción del filme. Camila y Mateo son una pareja que se lleva muy bien, comparten un similar sentido del humor y están a punto de mudarse juntos tras ocho años de noviazgo. En una charla con amigos surge el tema en cuestión y cada uno dice cuál es el famoso con el cual soñarían tener al menos una noche de placer “permitida” por el otro. Pero no se imaginan que muy poco después de eso, Mateo se topará (literalmente) con Zoe del Río (Liz Solari), una diva del cine y la publicidad nacional a quien salva de un robo callejero y se ve involucrado en su mundo ya que, por motivos no del todo claros, ella está fascinada con él.

Tarde o temprano Camila se enterará del asunto y allí comenzará la segunda parte de esta trama que, en más de un sentido, tiene similitudes con la de Adrián Suar en lo que respecta a los engaños, trampas y venganzas cruzadas entre miembros de una pareja, con el mundo del espectáculo y los famosos como fondo. Comedias de rematrimonio ambas –calificación que les cabe por su estructura narrativa–, las películas se centrarán en ver si las parejas pueden salvarse tras los desaciertos, errores y dislates que irán cometiendo sus miembros.

PERMITIDOS, decíamos, tiene un gran arranque. Lali Espósito tiene una energía y espontaneidad contagiosa, lo que le da a la comedia un toque muy humano y vital. Y Martín Piroyansky ya es un especialista en esta suerte de personajes “woodyallenescos” en los que la confusión y la culpa se mezclan con el humor y el entusiasmo de un tipo que no puede creer la suerte que tiene: tener que decidirse entre Lali Espósito y Liz Solari, digamos… Gracias a su conquista, Mateo se hará famoso y poco después le tocará a ella su parte en el asunto de los “permitidos”, con Joaquín Campos (Benjamín Vicuña), un pretencioso actor, como su partenaire.

La película de Winograd (cuyo mejor y más sólido filme para mí sigue siendo VINO PARA ROBAR) comienza a morderse un poco su propia cola promediando el relato, sin encontrar una forma demasiado creíble o convincente de rearmar y cerrar las puertas abiertas de la trama. En todo momento surgen situaciones humorísticas imprevisibles (tanto Piroyansky como Espósito tienen dotes para generar escenas brillantes usando el cuerpo, los gestos y la química entre ambos), pero la trama va derrapando hacia lugares cada vez más improbables y menos interesantes, lo que genera una última media hora un tanto reiterativa.

De todos modos, el talento de los protagonistas, su innegable química y la acidez casi brutal de la primera parte convierten a PERMITIDOS en una comedia atractiva que, lamentablemente, va perdiendo fuerza con el correr de los minutos. Es que una gran idea no siempre se transforma mágicamente en un gran guión y la transición entre una cosa y otra parece ser el gran problema de las comedias argentinas que intentan funcionar según el esquema clásico hollywoodense. Eso sí, tal como sucedió con UN NOVIO PARA MI MUJER en su momento, apostaría a que la idea central de PERMITIDOS –la idea, no el guión– está encaminada para ser vendida internacionalmente. Y que, si está dignamente adaptada, funcionará comercialmente aquí, allá y en todas partes…