Percy Jackson y el ladrón del rayo

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Con la impronta de muchos films surgidos a la sombra de Harry Potter, como Las crónicas de Narnia, La brújula dorada o Los seis signos de la luz, ha llegado ahora el puntapié inicial de lo que sin dudas se transformará en una saga; Percy Jackson y el Ladrón del Rayo. Lo cual no extrañaría teniendo en cuenta el inminente final de la saga de J. K. Rowling, que el autor Rick Riordan ya escribió dos continuaciones y tiene dos más en la gatera y, fundamentalmente, que esta primera película cumple con la mayoría de los requisitos para ser aceptada por el público adolescente consumidor de este tipo de aventuras.
Peripecias que protagoniza el estudiante del título que descubrirá ser un semidiós por ser el hijo de una deidad, Poseidón, dios del mar, y una mortal. Con semejante padre no tendrá más remedio que embarcarse en una misión en la que están involucrados los dioses griegos del Olimpo, a punto de trenzarse en una guerra en medio de la contemporánea Estados Unidos. y sus dos nuevos y extraños amigos, que también resultan ser semidioses. Lo más interesante dentro de este subgénero, es que Percy Jackson y el Ladrón del Rayo transcurre mayormente en paisajes urbanos como los de Las Vegas o Nueva York, apartándose de las ambientaciones que caracterizan a las otras sagas, y por otra parte quizás estimule a los más jóvenes a acercarse a la mitología griega.
Chris Columbus, además de dirigir éxitos del más variado calibre como Mi pobre angelito, Mrs. Doubtfire, Nueve meses, El hombre bicentenario, también es responsable de la primera y la segunda Harry Potter; así que conocía muy bien la tela que debía cortar. De modo tal que diseñó un film entretenido y con algunos momentos visuales atrayentes como esa alucinada entrada al infierno de los personajes en cuestión. Intérpretes reconocidos como Pierce Brosnan y Uma Thurman, entre otros, deben sufrir un obligado doblaje, pero aún así vale la pena verlos.