Pendular

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La brasileña Julia Murat retoma su cortometraje Pendular de 2009 en un largometraje homónimo que guarda una relación experimental con el cine muy particular. Dos personajes, una pareja, una línea divisoria, un espacio compartido. Quienes busquen propuestas tradiciones se sentirán perdidos dentro del mundo de "Pendular".
Quienes se atrevan a bucear dentro de los lenguajes narrativos diferentes, bienvenidos a bordo de algo que puede ser único.
Dentro del vasto y desopilante mundo de sketchs del programa Peter Capusotto y sus videos, hay uno en particular que se destaca por su ingeniosa burla paródica a las ficciones adultas estilo Pol-Ka sobre los conflictos de parejas psicoanalizadas; la promoción del falso unitario "Dejar de verse".
En él, Diego Capusotto y Jacqueline Decibe son una pareja con problemas para relacionarse que toman la decisión de dejar de verse por un tiempo, literalmente. Conviven en el mismo departamento, pero hacen todo tipo de cosas, como caminar espalda contra espalda, o ponerse bolsas en la cabeza, para no verse, y así van mejorando su interacción.
Sacando la parodia y el humor del plano, en "Pendular" hay algo de eso. Veamos, una pareja (Raquel Carro y Rodrigo Bozán) se muda a un galpón abandonado, y como primera medida, delimitan cada uno su espacio.
Ella es bailarina, él escultor. Separados con cintas, cada espacio es igual, en cuanto al tamaño, que el otro. Ahí, cada uno podrá desarrollar su actividad sin la intervención de la pareja. Ella realiza performances de baile diversas, él se reúne con un equipo y planea esculturas. Todo está muy organizado, pero…
Él le plantea que necesita más espacio por un tiempo, ella se lo otorga por un par de meses, pero bajo determinadas condiciones. A su vez, ella empieza a descubrir algunos secretos en la vida de su pareja, y él no está decidido a revelarlos. Julia Murat (recordada por "Historias que sólo existen al ser recordadas") plantea en "Pendular" una historia que no pareciera ser tal, en la que todo es difuso, y se expresa mediante metáforas y sensaciones.
Es el día a día de una pareja que utiliza el espacio como un ente acogedor más. Ese galpón los une y los separa, interactúan con él y lo convierten e el centro de todo. Ahí desarrollan su arte, se conectan con él, y se conectan entre ellos, uniéndose, fundiéndose, y separándose. Murat nos habla de la pareja condicionada por el ambiente.
Expone los problemas típicos de una pareja “moderna” desde una perspectiva diferente. Todo es simbolismo y expresión. Cuánto lugar hay que ceder, qué espacios se deben guardar para uno, qué hay que entregar y qué ocultar en una pareja, cuáles son los puntos o los momentos en los que la pareja debe unirse. Tampoco es azaroso que se trate de una pareja de artistas, la relación de la pareja, y de la película en sí, con el arte, es fundamental. Cada uno de ellos se relaciona con su arte de un modo particular.
Las expresiones artísticas de cada uno expresan más allá de la obra en sí. El modo en que se relacionan con ellas, que las viven y las crean, muestra un comportamiento que también refleja parte de la pareja.
No es "Pendular" una película tradicional bajo ningún aspecto. La presentación de estos dos personajes que no son únicos pero sí absolutos, la fotografía subjetiva, el modo en que interactúan con el ambiente, la narración episódica alejada del formato clásico llevada al más puro simbolismo; todo lleva a poner al espectador desafiando su interpretación.
También es cierto que más de una vez, "Pendular" se siente como una idea alargada, reiterativa. Con sus idas y vueltas, Julia Murat creó aquí un universo que pareciera ser único. A su modo, esta directora también crea un espacio propio; y si bien "Pendular" no será una propuesta abierta a todos los públicos, aquellos que la acepten se encontrarán con algo de lo que no se encuentra todos los días.