Pasajeros

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Pasajeros, de Morten Tyldum. Jennifer Lawrence y Chris Pratt se reúnen por primera vez en esta comedia romántica de ciencia ficción. Una apuesta ambiciosa con resultados mediocres.
Después del éxito comercial de Misión rescate, de Ridley Scott, la fórmula aventuras y comedia en el espacio parece que vino para quedarse. Acaso lo más trascendental de este subgénero dentro de la ciencia ficción, que era bastante frecuente en los años ´60, sea el hecho de que no propone introducir contacto con seres extraterrestres, sino más bien hacer un retrato futurista no demasiado fantasioso.

A eso hay que agregarle a una pareja carismática y atractiva, un poco de acción y romance, buenos efectos especiales, y la película está hecha. Pero no, las películas no son fórmulas ni recetas. Y a veces, en Hollywood se olvidan de eso.

Pasajeros es el segundo trabajo angloparlante del noruego Morten Tyldum tras la sobrevalorada El código enigma con Benedict Cumberbatch. Pero, previamente, Tyldum venía de dirigir Cacería implacable, un excelente thriller no excedente de humor negro. Pasajeros olvida la solemnidad del film nominado al Oscar hace dos años atrás, y regresa al sano relato liviano y humorístico que caracterizó las obras del director en su tierra natal.

Y si bien Tyldum consigue que el film tenga bellas imágenes -dignas para disfrutarse en una sala IMAX- la pareja protagónica, compuesta por Pratt y Lawrence, concreta la química esperada y el tono seudohumorístico, pero sin llegar a la parodia, es el correcto; el gran problema de Pasajeros pasa por lo pobre que es el desarrollo del guión. Por algo, los trabajos previos del escritor Jon Spahits –Prometeo, Doctor Strange– tuvieron que pasar por reescrituras de otros guionistas.

En un futuro no muy lejano, una empresa multinacional resuelve el problema de superpoblación colonizando otros planetas que tiene un ecosistema similar a la Tierra. El problema de estas nuevas tierras conquistadas es que quedan a varios años de distancia, más propiamente, 120 años terrestres. Aquellos que deseen viajar son congelados y volarán un poco más de un siglo sin envejecer.

Pero algo sale mal y el pobre Jim –Chris Pratt, desbordando su habitual carisma heroica-, un mecánico de clase trabajadora, se despierta 90 años antes del resto de la tripulación. Está prácticamente solo en una nave-crucero y no consigue regresar a su estado criogenizado. Su única compañía es Arthur –excelente Michael Sheen- un androide barman que se porta como confidente, aunque se parece un poco al fantasma que le ordenaba a Jack Torrance en El resplandor –de Kubrick- matar a su familia.

Tras un año de soledad, Jim decide descongelar a Aurora, una joven, bella y muy intelectual periodista, que pretende ser la primera persona en viajar a una de las colonias y regresar a la Tierra para narrar su experiencia.

Jim le miente a Aurora y le hace creer que se despertó accidentalmente. Siendo ambos, los únicos seres de la nave, pronto se enamorarán ignorando que el gigantesco crucero tiene serios desperfectos técnicos.

Aún cuando en la primera hora del film sea poca la acción que se va desarrollando, porque el director prefiere desarrollar los personajes, su relación paulatina y darle suficiente protagonismo a la nave, lo más ingenioso de Pasajeros pasa por olvidar que se trata de una obra de ciencia ficción. Los protagonistas son como náufragos dentro de un gran barco.

Ambos deben resolver los problemas técnicos mientras se van enamorando. Hasta aquí todo bien. Tyldum pretende filmar como el Kubrick de 2001, odisea del espacio –la cita a El resplandor, por lo tanto no es tan gratuita- pero narra como Garry Marshall. Sin embargo, en la segunda hora del film, se van sucediendo una serie de conflictos no solamente previsibles, sino que bastantes torpes narrativamente. El despliegue visual supera el mac guffin de la historia, y por ende tanto las motivaciones de los personajes como el desenlace de los acontecimientos son demasiado banales a comparación de la construcción previa. Hay que sumarle a esto un par de vueltas de tuerca inverosímiles –para la diégesis- y una innecesaria moralina ecológica.

Queda afuera la sorpresa, la crítica corporativa y cierta profundidad filosófica relacionada con la soledad y el paso del tiempo, que guionista y director prefirieron evitar. Lo que no se evitan son los lugares comunes y varios estereotipos. Al final, parece una versión “real” de Wall E, pero sin la sutileza, encanto e imaginación del film de Pixar.

De esta manera, Pasajeros, no es más que un entretenimiento fugaz. Ambiciosa desde su producción pero poco pretenciosa desde su narración. Un mayor equilibrio podría haber generado una mejor película, menos superflua, y con más cerebro.