Paris puede esperar

Crítica de Diego Batlle - La Nación

París puede esperar: vino, chocolate y amor

Esposa del mítico Francis Ford y madre de otros dos reconocidos directores como Sofia y Roman, Eleanor Coppola siempre estuvo cerca del cine, pero recién a los 80 años estrenó su primer largometraje de ficción. Lejos de las obras maestras de su marido y de la audacia de su hija, Eleanor construyó en París puede esperar una amable, pero no demasiado inspirada road movie gastronómica y turística con cierto sesgo romántico y mucho pintoresquismo.

En el prólogo vemos a Michael Lockwood (Alec Baldwin), un reconocido productor de Hollywood, manejando a la distancia desde Cannes el complejo rodaje de un film en Marruecos. En su esposa Anne (Diane Lane) adivinamos la decepción y frustración de alguien que está en un hotel lujoso en un balneario encantador, pero con su esposo siempre enfocado en otras cuestiones. Un persistente dolor de oídos hace que deba bajarse a último momento de un avión rumbo a Budapest y termine acompañando en un descapotable de colección a Jacques Clement (Arnaud Viard), colega francés de Michael. Pero -como dice el título- París puede esperar y los dos atravesarán hermosos parajes, visitarán iglesias, museos y mercados y disfrutarán de los mejores restaurantes mientras surge entre ellos una peligrosa atracción.

La película remite por momentos a la muy superior Copia certificada, de Abbas Kiarostami, pero aquí el énfasis está puesto en fotografiar desde una copa de vino hasta los quesos o los chocolates que forman parte de esa Francia for export que tanto fascina a ciertos artistas estadounidenses.