Pájaros volando

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Feliz cumpleaños entre hippies y platos voladores

Hoy se estrena la película de Néstor Montalbano que protagonizan Diego Capusotto y Luis Luque. El film cuenta cómo dos ex rockers compiten con los habitantes de un pueblito de las sierras para ver a quién abducen los extraterrestres.

Bienvenidos a la película-cumpleaños. O a la fiesta demencial que propone Pájaros volando. Los anfitriones son Capusotto y Montalbano, pero también Damián Dreizik, el guionista del film, que además encarna a uno de los personajes desquiciados por la inminente llegada de los platos voladores. El pretexto argumental es el siguiente: José es un rockero sin suerte que sólo embocó un hit, un clásico que quedó en el recuerdo, en tanto su primo, el gurú-profeta Miguel, lo convoca a través de una señal como uno de los elegidos para aguardar el arribo de los extraterrestres. Pero hay otros que desean lo mismo y entonces se establecerá una competencia porque sólo uno, entre tantos alucinados por las circunstancias, será el abducido por los marcianos. Sin embargo, hay más hasta llegar a la secuencia final, delirante como muchas anteriores: breves intervenciones rockeras (Cantilo, Zavaleta, Puyó), efímeros narradores (Víctor Hugo Morales como presentador de la historia) y cameos intensos y simpáticos, como el de Antonio Cafiero, donde Beckett y Perón van juntos por la misma senda. Y por si fuera poco, la banda soporte de José y Miguel (Capusotto y Luis Luque, claro) está integrada por gente de Aquelarre, Vox Dei, Almendra, aquellas bandas de los inicios del rock nacional.
En efecto, Pájaros volando puede verse como Peter Capusotto y sus videos en versión de casi dos horas, con sus subidas y bajadas, sus momentos festivos y originales, y también algunos de menor interés. Como ocurre en una fiesta o cumpleaños donde los anfitriones desean que los invitados se sientan cómodos y compartan sus homenajes a la música, su mirada sobre el hippismo, su inclinación por el absurdo llevado al extremo, su inagotable catarata de ideas y chistes visuales y verbales. No hay impedimento posible, ni tabú o cuestión moral alguna en la historia que cuenta Pájaros volando. Y, justamente, en su falta de límites y en su obsesión por no temerle al ridículo se encuentran muchas de sus virtudes. Un ejemplo, entre tantos, de extrema adrenalina al servicio del disparate: la conversación, vía trip, que tienen Capusotto y un gorila. En fin, eso es Pájaros volando: una fiesta donde la torta no sólo está allí para comerla, sino también para tirarle una porción en la cara al que se tiene al lado.
El cine español tiene desde hace tiempo sus películas de culto, como El día de la bestia y Torrente. Se tardó pero al fin llegó la primera hecha acá. Hasta el próximo cumpleaños.