Ocean's 8: Las estafadoras

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La cuarta entrega de la saga iniciada por Steven Soderberg, "Ocean’s Eight: Las Estafadoras", de Gary Ross, es un propuesta que cumple con el entretenimiento que propone. En 2001, el estreno de La gran estafa, no solo produjo el tardío ingreso de Steven Soderberg al cine más comercial y pochoclero, significaba la unión de las máximas estrellas de Hollywood en ese momento, unidas en una sola película.
¿Síntomas de época? En ese equipo figuraba una sola mujer, Julia Roberts. Lo mismo sucedió con sus dos secuela, La nueva gran estafa que remplazaba a Roberts por Catherine Zeta Jones, y Ahora son trece con Ellen Barkin en el declive de la franquicia.
Las épocas han cambiado, y en tiempos en los que se cuestiona el rol de la mujer en la sociedad, y más específicamente, la cuota de protagonismos femeninos en Hollywood, el relanzamiento de la saga se produce con "Ocean’s Eight: Las estafadoras", cuyo “gancho” es, lo mismo que las anteriores, pero con un todo elenco femenino.
Hilando fino, quizás este no sea un elenco tan dream team como el de la primera trilogía (sobre todo el de la primer película), o por lo menos no se trata de las estrellas actuales en el punto más alto de su carrera; un detalle. El hilo conductor, y unión con la anterior historia es Debbie Ocean (Sandra Bullock), hermana de Danny, el personaje que George Clooney hizo en las películas anteriores - que igual puede verse como una película individual - . Debbie lleva tan en la sangre el oficio de estafadora como su hermano, al que, de algún modo, rinde pleitesía. Son los genes de la familia.
Ella sale de prisión, con sed de venganza por una ex pareja, y con deseos de llevar a cabo sin tardarse demasiado una gran estafa que estuvo planeando desde el primer momento que ingresó a prisión. En el subsuelo del Museo de Arte Metropolitano (Met) de Nueva York, se encuentra un famoso collar Cartier perteneciente a Elizabeth Taylor.
Por supuesto, una joya que no sale a la luz en cualquier ocasión. Pero la gran gala anual del Met no es cualquier ocasión. Debbie desea hacerse de esa joya, y para eso, tiene todo planeado. Solo necesita del equipo ideal, de siete integrantes (ella incluida), y no quiere hombres.
La primera en ingresar es Lou (Cate Blanchett), la regenteadora de un boliche tan de mala muerte como para rebajar hasta el límite el vodka con agua, ex compañera de prisión, y de fechorías, con Debbie.
Entre ambas se encargan de reclutar al resto, sobre todo Debbie, que parece conocer a todos en ese ámbito: Amita (Mindy Kaling, más divertida y más centrada que Un viaje en el tiempo) falsificadora de joyas express; Bola nueve o Nine Ball (Rihanna, más desenvuelta que en Battleship y Valerian) una habilidosa hacker; Constance (Awkwafina) una ladronzuela rápida con las manos; y Tammy (Sarah Paulson) una ama de casa contrabandista ¿retirada? y también ex compañera de Debbie.
La séptima integrante es una pieza clave del plan. La idea, es hacer que la super modelo Daphne Kluger (Anne Hathaway), quien no parece poseer todas las luces, utilice el collar durante la gala, y robarlo de su longitudinario cuello.
Para eso, necesitan que alguien le aconseje a Daphne usar el collar, ese alguien será la estrafalaria diseñadora de moda caída en desgracia y deudas Rose Weil, y si decimos estrafalaria pensamos en Helena Bonham Carter (y eso que acá está más medida que en otras ocasiones). Ocean’s Eight: Las estafadoras no es más que eso, el planeo y llevada a cabo de este robo a gran escala, y no necesita de más.
Cuenta con todos los ingredientes necesarios y que se esperan. Sí, durante la gala verán desfilar a un montón de celebrities (más que nada del mundo de la moda) interpretándose a sí mismas. Gary Ross es un director modesto, quizás no tenga la chapa Soderberg, pero sin sobresalir, cumple, más para este tipo de propuestas que ya salen pre horneadas desde la producción de un gran estudio.
Teniendo en cuenta que Soderberg hizo Logan’s Lucky emulando su saga de Ocean’s, Ross sale ganando en la comparación, menos pretenciosa, más efectiva.
Igual, Pleasentville sigue siendo su mejor y más inspirada película. El elenco es variado, y hasta se encarga de ser multi racial con morochas, rubias, estadounidenses, europeas, una hindú, una afroamericana, y una asiática (muchachos, me faltó la latina). Lógicamente, ellas son el mayor atractivo. El feminismo en el film no es muy marcado, pero se hace notar en los roles que asumen.
Ya lo comparamos con las Oceans originales (ni hablar de la original original de los ’60 con Angie Dickinson como único rol femenino muy secundario); si lo comparamos con otro film de ladronas como "Las estafadoras" (con Sigourney Weaver y Jennifer Love Hewitt como madre e hija amantes cazafortunas), de 2002, las posturas son bien diferentes positivamente.
No es ninguna novedad que Sandra Bullock ya no es la pope de las comedias románticas de hace unos cuantos años, pero se divierte, y nos hace divertir, es la indicada para este tipo de películas.
Lo dije, Helena Bonham Carter está más medida que en otras películas, de todos modos, le alcanza con dos o tres gestos y miradas para demostrar que es ella, y destacarse con su forma de ser. Sarah Paulson es quizás la más perjudicada, se ha probado con más libertad en comedias como Abajo el amor. Aquí no cuenta con la cantidad de escenas individuales para su lucimiento.
De todos modos es una correcta actriz en comedia.
Cate Blanchett es el elemento extraño, una actriz de fuste, más ligada al drama ¿Su fórmula? Tomárselo en joda, y le sale bien, no se luce por sobre sus compañeras, pero se diferencia por su presencia, y en cada escena en que aparece, las miradas se posan sobre ella. Por lo menos no está tan afectada como en "Thor Ragnarok". El trío restante del team de estafadores es claramente roles secundarios, cumplidores en lo suyo.
Anne Hathaway, (la que cierra el eight del título), cuenta con un rol de menor a mayor importancia a medida que avanza el relato, y por lo tanto también su lucimiento.
Lo sabido, es un gran comediante llena de carisma y gracia. "Ocean’s Eight: Las estafadoras" no será recordada como una gran película, tampoco se lo propone, es un entretenimiento, con estafas no muy verosímiles (esto no es Nueve Reinas), pero que entretiene de principio a fin. En definitiva, lo que muy probablemente el público fue a buscar.