Número 9

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

A todo trapo

No se trata de una película para niños. Y para darse cuenta no hace falta atender a la calificación SAM 13 (solo apto para mayores de 13 años). Queda claro al principio. No hay nada de infantil, pese a sus simpáticos protagonistas animados, en esos escenarios en ruinas, en esos cielos grises, crepúsculos en llamas y noches tenebrosas donde acechan bestias mecánicas. Y tampoco lo hay en un relato que parece simple pero que recoge multitud de elementos e influencias, y donde los encantadores pero indefensos protagonistas lidian constantemente con el miedo y la muerte. Mucha oscuridad para un infante pero muy disfrutable para niños grandes.

En un futuro post-apocalíptico, un grupo de pequeñas criaturas, cuya apariencia es la de un muñeco de trapo pero con una maquinaria que los anima, viven ocultos entre los restos de una humanidad devastada y extinta, escondiéndose de monstruos mecánicos de apariencia animalesca que los cazan, viviendo en conflicto entre la necesidad de saber y el miedo que los paraliza. En ese contexto llega 9, el último en incorporarse al grupo, que viene a cuestionar al líder, 1, quien con mitra, báculo y actitud oscurantista mantiene su rebaño en la ignorancia y el temor al exterior, (según él por su propia seguridad, aunque no duda en dejar atrás a quien caiga en peligro). 9 desafía la autoridad de 1 y empuja a la pequeña comunidad de muñecos de trapo a salir a hacer frente a los monstruos y a averiguar quienes son ellos mismos y por qué están ahí. Ese camino no será sin peligros y tampoco sin bajas.

9, el largometraje, está basado en un corto homónimo, también de animación digital, del mismo director (se lo puede ver en youtube y paginas similares). En este ya estaba presente el núcleo de la propuesta, pero al ampliarlo al formato largo se sumaron unos cuantos elementos e influencias. En principio uno puede advertir el toque Tim Burton (que es uno de los co-productores), en su estética oscura, en su reivindicación de los outsiders y su cariño por los freaks, e incluso en la música (hasta Danny Elfman compuso algunos temas). De hecho hay algunas escenas que parecen de una influencia clara, cuando no una cita directa: Al comienzo, con 9 descubriendo al despertar el cadáver de su creador y saliendo al mundo como en Edward Scissorhands, o en el funeral de uno de los protagonistas muy similar al del Pingüino en Batman Returns.

Lo más rico e interesante será seguramente el particular universo que fue creado para ambientar la historia. Una tierra post-apocalíptica producto de una guerra que no tiene nada que ver con las habituales pesadillas nucleares y radioactivas de los films de los 70 y 80 ni con la actual guerra teledirigida, sino que recuerdan más bien a los más terrenales combates y bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, donde los principales responsables son un científico (curiosamente la voz que lo interpreta es al de Alan Oppenheimer cuyo apellido es igual al del padre de la bomba atómica) y un canciller que recuerda mucho al Adolf Hitler. Así es que se juega con una tecnología entre mecánica y eléctrica a la que se suman elementos de magia y religión cuya simbología remite directamente a la alquimia (“ciencia negra” dirá 1 con temerosa aprensión). Una operación de mezclar ciencia y ocultismo ya la había hecho el expresionismo alemán en films que tomaban el tema de la creación de vida artificial como Metrópolis o el serial Homunculus. Y ahí tenemos entonces el tópico de humanidad vs tecnología, donde las maquinas se rebelan contra la humanidad y la exterminan, pero donde a su vez los protagonistas son criaturas producto de la tecnología pero que tienen un alma y son los herederos del espíritu humano.

Hay muchas ideas y el relato avanza con fuerza e interés al principio aunque al final se vuelve algo redundante. Aún así la imaginería visual y el universo creado para el film son tan personales y atractivos como para justificar la experiencia de verlo.