Número 9

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Todo empezó con un cortometraje. Luego de cuatro años de preparación, el por entonces universitario Shane Acker le pudo mostrar al mundo 9, un trabajo de animación acerca de robots en un mundo que ya no es tal. Tanto éxito tuvo el corto, que hasta fue nominado al Oscar en 2006. No ganó la estatuilla, pero sí la atención de pesos pesados de la industria del cine. Como Tim Burton, a quien le interesó la propuesta de Acker de expandir el universo e incorporar más personajes. Pronto se sumó el ruso Timur Beckmambetov (director de las Guardianes de la Noche, Guardianes del Día y de la soberbia Se Busca) también como productor, y la guionista Pamela Pletter, quien había escrito El Cadáver de la Novia para Burton.

9, un pequeño robot, despierta en medio de un mundo postapocalíptico: el paisaje no es más que ruinas, destrucción y soledad. Pronto descubrirá dos cosas. Que hay otros seres igual que él (también numerados)... y que la amenaza que acabó con la vida en la Tierra todavía anda por ahí. Se trata de una máquina otrora creada por los humanos para hacer un bien pero que consiguió todo lo contrario debido a su rebelde “fase Hal 9000”. 9 y el resto de sus hermanos deberán detenerla.

Una de las grandes diferencias entre el corto y el largo reside en que el primero era mudo y el segundo cuenta con las voces de actores como Elijah Wood (que apreciarán siempre y cuando vean la versión original con subtítulos en castellano).

Número 9 es, ante todo, un entretenimiento que no da respiro, que hace valer cada uno de los 70 y pico minutos de duración, y con personajes tan imperfectos como queribles. Un producto exacto y nada pretencioso, pero rico en imaginación e ideas. Su nivel narrativo y su sensibilidad (en un comienzo, más que nada) remiten a los productos de Pixar, más precisamente a Wall-E, que también era un ente cibernético moviéndose en un contexto posterior al fin del mundo conocido. En la interacción entre los robotitos hay reminiscencias a los juguetes de la saga de Toy Story, pero sin nunca copiar a la fuente de inspiración, sólo tomando su sabor.

¿Si se nota el sello Burton? Sí y no. Por un lado, 9 amaga con ser el prototípico personaje burtonesco: una suerte de Frankenstein inacabado en un entorno diferente. Como Edward en El Joven Manos de Tijera. Y los Hombres Inescrupulosos, la Autoridad, son vistas como los culpables de la caída de la civilización. Pero 9 está acompañado por las otras criaturas numeradas, así que no podemos hablar como un marginal ni de él ni de todo el grupo: la sociedad no los mira mal porque están casi todo el tiempo solos. Más allá de todo eso, Acker demuestra tener una personalidad propia y muy potente, sin importar la influencia de los célebres productores.

Número 9 es otra muestra de que el reciente cine de animación surgido de Hollywood supera en talento y audacia a muchas de las modernas superproducciones con actores reales.

Por otra parte, Burton y Beckmambetov se llevaron tan bien que producirán juntos otro proyecto: Abraham Lincoln: Vampire Hunter, basada en la novela de Seth Grahame-Smith, en donde descubrimos que el presidente estadounidense cazaba chupasangres. ¿Faltará mucho para verla?