Noé

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Apocalipsis, por favor
Por Cristian Ariel Mangini

Mientras veía Noé no podía dejar de pensar en la voz de Matt Bellamy entonada con un cinismo sobrecogedor, burlándose del asunto (“Come on it´s time for something biblical / to pullus through / and pullus through / and this is the end / this is the end of the world”), como si el tema de Muse fuera la banda sonora impensada de esta versión del episodio bíblico del Génesis, llevado a escalas épicas por Darren Aranofsky, director que tiene un sello innegable sobre su obra pero que no siempre consigue resultados globales tan interesantes como lo pretenden sus aciertos formales o estéticos -que no pocas veces son opacados por guiones irregulares-. Este nuevo film de Aranofsky es, antes que la multitud de ideas que pueda disparar su visionado, un caos de proporciones épicas que se disuelve con facilidad en los para nada escasos 138 minutos que se extiende.
Nuestro héroe es, previsiblemente, el Noé de Russell Crowe quien, tal como señala la biblia, recibe el llamado de Dios anunciándole que va a provocar un diluvio para “acabar con todo ser que respira y vive bajo el cielo” (Gn 6:17). El fragmento es uno de los más conocidos del libro religioso y adaptarlo ya era de por sí algo polémico: si añadimos que Aranofsky basó su guión en un cómic del otro guionista de la película, Ari Handel, tendremos la razón por la cual Noé ha levantado tanta polvareda entre sectores religiosos. En primera instancia: Handel no sólo ha utilizado la Biblia, sino que también utilizó el Zohar (libro central de la cabalística) y se tomó algunas libertades en la construcción de personajes para dar a entender un mensaje ecologista. Este detalle que debió alienar a una multitud de cristianos, es también una de las causas que llevan a la película a resultar un caos que se diluye rápidamente por personajes insustanciales y secuencias aisladas en una narración desordenada con personajes chatos salvo, irónicamente, el antagonista Tubal – Caín, de Ray Winstone. Este antagonista sobre el cual se puede llegar a escribir un texto en su defensa, enfrentando a la voluntad individual y pragmática con la aceptación de Noé, tiene una vertiente filosófica ecologista y new age por un detalle: Tubal - Caín representa a los demonios del industrialismo y la corrupción, quizá en la línea del Sauron de El señor de los anillos, antes que la mención escueta de la Biblia sobre esta figura.
Probablemente lo más interesante de la película resida en la experimentación con la que Aranofsky ilustra algunos segmentos. Al mantener a la entidad de Dios completamente fuera de campo, tanto desde el sonido como desde lo visual -a pesar de sus ocasionales manifestaciones-, incurre en el time-lapse y secuencias oníricas para describir distintas visiones. Algunas de ellas son pesadillescas y notables, como en la que observa las consecuencias del diluvio, o el time-lapse que narra las consecuencias del asesinato de Caín, proyectando el devenir bélico de la humanidad con siluetas. Pero más allá de estas ideas dispersas, lo que queda es una mixtura entre una épica solemne y contemplativa y el tono de una película de aventuras que nunca termina de cuajar.
Caótica e insulsa a pesar de algunas secuencias notables, este nuevo film de Aranofsky representa un caos donde las ideas no logran determinar una línea narrativa para los personajes que pueblan la pantalla.