Noé

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Noé naufragó en los cines

Grandilocuente y fantasiosa aproximación al texto bíblico por una industria de cine que necesita desesperadamente argumentos y cuanto más espectaculares, lejanos e improbables, mejor. El realizador Darren Aronofsky aborda un tema que está a mucha distancia de sus anteriores e interesantes trabajos (“El cisne negro” fue una alegoría sinuosa), pero en lugar de aportar una mirada distinta y arriesgada, como se esperaba, decidió apostar al cine catástrofe y al festival de efectos especiales. Su “Noé” es oscuro, en muchos sentidos, con grandes altibajos narrativos, pesado en su desarrollo, un producto que acude a extravagantes resoluciones argumentales y grandotes de piedra para tratar de darle más extensión y espectacularidad a este ultimátum que recibió la pobre humanidad allá lejos. Está el arca por supuesto y el diluvio, pero la historia va insinuando que la maldad empezó con el hombre, que no se fue más y que los monstruos de ayer lamentablemente se han ido reciclando. Por suerte está Noé, un padre ejemplar, un marido modelo, pero sobre todo un super héroe imbatible a la hora de liquidar enemigos, que por otra parte, abundan en número y tamaños.

El filme de Aronofsky está lleno de muerte y sufrimientos. Sugiere que los padecimientos empezaron con la desobediencia de Adán y Eva y que nosotros, sus descendientes, la hemos seguido alimentando. Por eso algunas estampas sueltas nos llevan una y otra vez al paraíso perdido y la manzana tentadora. Noé, en el cine, naufraga sin atenuantes.