No me las toquen

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Dirigida por Kay Cannon y escrita por los hermanos Brian y Jim Keohe, No me las toquen es una comedia norteamericana que gira en torno a adolescentes que en su fiesta de graduación buscan perder la virginidad, sólo que esta vez son tres chicas.
Julie, Kayla y Sam son mejores amigas desde el primer día de escuela. Ese primer día de escuela que las vio a las tres niñas asustadas hasta que se encontraron y decidieron entrar tomadas de la mano, también vio a tres de sus padres compartir la emoción de aquel momento tan especial. No obstante, si bien prometen y creen que se van a convertir en amigos indefectiblemente gracias a la amistad de sus hijas, el tiempo los encuentra bastante distanciados. Hasta la noche de graduación de las ahora adolescentes.

Una madre y dos padres. Ella (Leslie Mann), soltera, que joven y sola tuvo a su hija y siente que es todo lo que tiene y la atemoriza su cercana partida a la universidad. Un padre divorciado (Ike Barinholtz) que al alejarse de su matrimonio también lo hizo de su hija e intenta recomponer, en este día especial, un poquito de esa relación. Y un padre y marido sensible (John Cena) que se encarga siempre de llevar a su hija a la escuela, de entrenarla y de que sea la mejor.

Las adolescentes son… adolescentes. Y por lo tanto quieren terminar esa etapa de la mejor manera, divirtiéndose, pasándola bien. Drogas, alcohol y, por supuesto, sexo. Pero son vírgenes y si bien cada una tiene su pareja con la cual asistir al baile, cuando la que está en una relación decide que esa es la noche en que va a “suceder”, las otras dos se suman y realizan una especie de pacto.

No me las toquen apunta a dos tipos de comedia. Por un lado, esta película producida por Evan Goldberg y Seth Rogen, apuesta a la típica comedia norteamericana que gira en torno a fiestas con dosis ilimitadas de droga y alcohol donde todo puede pasar. Por el otro, hay una idea de retratar la paternidad y maternidad desde esa etapa en la cual no queda otra que aceptar que los hijos ya no son niños y que hay que dejarlos que vuelen ellos solos, pero lo hace desde la espantosa idea de que sus hijas son sagradas y de su propiedad. Quizás por eso también el cambio a último momento de guion le resultó favorable, ya que en una primera instancia iba a ser protagonizado por tres hombres adultos.

Acá, el hecho de aceptar que sus hijas ya están crecidas es algo que les va a costar entender, especialmente a Lisa que teme que su hija cometa los mismos errores que cometió ella de joven. Mientras que estos adultos sufren porque sus niñas, sus preciadas hijas, terminen perdiendo su virginidad (y por lo tanto inocencia, y por lo tanto se conviertan en adultas y ya no precisen de ellos) de manera impulsiva y descontrolada, la película se encarga de hacerlos encontrarse con diferentes situaciones que pretenden hacerles ver, por un lado que el hecho de ser mujeres no las convierte en débiles o princesas necesitadas de alguien que las rescate, y por el otro que son ellas las que van a decir qué, cuándo y cómo hacerlo: el sexo y todo lo que quieran hacer con sus vidas.

Muchas de las escenas entre las amigas las muestran como a una especie de Damas en guerra (Bridesmaids, Paul Feig) adolescentes. Al igual que aquella, con escena escatológica incluida. Las mujeres se pueden divertir del mismo modo en que siempre los vemos a ellos.

En cuanto a la dirección en sí, el film cumple de una manera convencional y efectista, desaprovechando algunas escenas que podrían haberle permitido a la realizadora jugar un poco más. Con respecto a las actuaciones, las jóvenes se lucen un poco más que los adultos.

Si bien No me las toquen a grandes rasgos funciona, también se pierde por momentos en esa comedia sinsentido en la que a veces se apunta a lo grotesco para generar gracia. Las escenas más graciosas no resultan ésas, sino en las que se percibe algo genuino y simpatía, ciertas salidas inesperadas de sus personajes.