Neruda

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Neruda, el nuevo film del chileno Pablo Larraín -Jackie- protagonizada por Gael García Bernal, Luis Gnecco y Mercedes Morán.
“La fantasía es la realidad o la realidad, una fantasía”, declara Neruda en el sexto opus del prolífico director chileno, Pablo Larraín.

Después de las oscuras Tony Manero, Post Mortem y El Club, -pero previamente a su primera incursión en Hollywood con Jackie– Larraín vuelve a explorar otro momento histórico fundamental de la historia chilena: la persecución del poeta Pablo Neruda y la caza de brujas hacia los comunistas de la década del ´40.

Con una impecable reconstrucción de época -en parte filmada en Argentina- Larraín y su guionista, Guillermo Calderón, arman un thriller con bastante humor negro, imaginación y libertad creativa.

Consciente de su propio artificio, Neruda tiene dos puntos de vista: el del ratón -Neruda, interpretado a propósito con cierta teatralidad por Gnecco- y el del inspector Peluchonneau, que es el gato de esta historia -Gael García Bernal, en su segunda asociación con Larraín, después de la ingeniosa No– y cumple un rol fantástico y caricaturesco, inspirado en los detectives de las novelas negra de la época.

Larraín es un gran evocador y cinéfilo, se anima a jugar y mezclar la realidad con la ficción, pero sin remarcar el límite. Entre pintorescos decorados y un inspirado diseño de iluminación, el director revela demasiado rápido sus cartas, y más allá de la denuncia política sobre el arribo del fascismo en Chile -y la sombra latente de Pinochet-, del retrato y sátira de las disputas políticas en el Congreso -cuando Neruda era Senador-, del lujoso -fiestas de la high society– y lujurioso estilo de vida del poeta -así como su amor genuino por su esposa argentina Delia Del Carril, interpretada por una Mercedes Morán que aporta un poco de naturalidad ante tanto artificio-, el film se comienza a agotar y reiterar en sus ideas.

La primera resulta brillante, impecable narrativamente, atrapante y divertida, pero en la segunda las acciones se repiten sin demasiada creatividad. El ritmo también decae y se pierde el interés inicial y general.

A pesar del notable terminado técnico -meticuloso y relevante trabajo de diseño sonoro-, estético y artístico, Neruda se convierte en la primera decepción en la filmografía de Larraín. Un film cuya intención es levantar vuelo poético propio -independiente de la poética del icónico protagonista, que nunca es explorada a fondo, despegando al personaje de su arte, casi como una burla hacia su trabajo- pero que se termina evaporando en el aire por agotamiento de ideas. Queda solo como una anécdota, una nota al pie, de lo que pudo haber sido una gran película.