Nebraska

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Postales.

El título seco de esta nueva película de Alexander Payne conduce al peligro de encontrarse con una road movie igual de seca. La sequedad no es algo malo. Es, en el caso de Payne, una virtud. Su cine rebota en los géneros para no casarse con ninguno de ellos; sus personajes y derroteros atraviesan estados de ánimos contrapuestos sin escalas. No por nada hay en el último tramo de su filmografía un gusto agridulce por esto de viajar: un último paseo de soltería, antes de surcar “la ceremonia funesta del casamiento” en Entre Copas, el (re) ordenamiento en la vida del protagonista de Las Confesiones del Sr. Schmidt y el rastreo del paradero del amante de la esposa de George Clooney en Los Descendientes.

En Nebraska, el viaje y -también- la idea de búsqueda tienen un carácter más tangible, el viejo Woody Grant (Bruce Dern) quiere llegar a Lincoln, cerca de Billings (su pueblo) para cobrar un millón de dólares. Tal idea suena perfecta si no fuera porque se trata de una “estafa legal”, producto de una idea marketinera para atraer subscriptores para una revista. Woody es el único que se rehúsa a ver esta “estafa”, solo puede ver la carta que le dice que ha ganado el dinero. Sólo su hijo David se apiada al ver que es imposible convencerlo y decide iniciar un viaje -en apariencia- corto para complacer a su padre alcohólico y extremadamente débil para movilizarse.