Nebraska

Crítica de Fernando Herrera - Mirar y ver

Que ves el cielo

Woody Grant es un hombre de pocas palabras. Quizás pronuncie menos palabras que esta misma y breve reseña. Parece estar más distraído que ido. Sus hijos temen que sea el principio del fin, su mujer en cambio solo demuestra estar harta de sus mañas. A él no parece importarle mucho nada, solo cobrar un muy dudoso premio contenido en un cupón, pero para eso hay que viajar hasta Nebraska.
Alexander Payne vuelve al terreno que mejor conoce, el del viaje como excusa para reencontrarse con uno mismo, clave en sus anteriores trabajos, en particular en Las confesiones del Sr. Smith (2002), con la que guarda mayores similitudes, pero también habrá que mencionar Entrecopas (2004) y Los descendientes (2011).

El tema tan caro para el cine Indie de la familia disfuncional viajando por la norteamérica profunda no es nada original pero está muy bien logrado. ¿Fórmula?, sí, pero hay que saber hacerla. Y todos demuestran que saben muy bien que hacer, desde Bruce Dern, que ganó el premio a mejor actor en Cannes por este trabajo y ahora está nominado al Oscar hasta Phedon Papamichaels, responsable de la bellísima fotografía en blanco y negro. El resto acompaña muy bien, en particular los dos hijos, interpretados por cómicos salidos de Saturday Night Live que cambian acertadamente de registro.

Como era de esperar, el viaje se irá complicando lo suficiente para promover desocultamientos, módicas revelaciones. Más allá de la fría y austera belleza del paisaje hay seres que respiran y son capaces de ofrecer iguales dosis de patetismo y ternura. Lo más notable de Payne es su capacidad para querer a sus personajes.