Nebraska

Crítica de Ezequiel Obregon - EscribiendoCine

Una historia sencilla

El realizador de La elección (Election, 1999), Entre copas (Sideways, 2004) y Los descendientes (The Descendants, 2011) confirma nuevamente su talento con esta pequeña road movie rodada en blanco y negro en donde se destaca la labor actoral de Bruce Dern y Will Forte.

Alexander Payne es un realizador prolífico. Tiene la habilidad de construir una carrera sólida sin concesiones, si bien es cierto que la presencia de actores consagrados (Jack Nicholson, George Clooney) le ha dado cierto espaldarazo. En Nebraska (2013) vuelve a la road movie, aquel género que tan bien exploró en Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt, 2002) y Entre copas. Género difundido como aquel que retrata un viaje físico que es a la vez psíquico; es decir, que produce un cambio en la psiquis del protagonista. Bueno, a veces no es tan así, pero lo interesante es que en Payne esa transmutación es tan verdadera que el devenir de sus personajes jamás parece responder a ninguna fórmula.

Bruce Dern compone a Woody Grant, un anciano que recibe una carta informándole que ha ganado un millón de dólares. Se trata de un chiste obvio, pero el viejo cascarrabias se obstinará en ir a buscarlo a Nebraska, cual Quijote moderno. Su quejosa esposa y sus dos hijos intentarán, sin éxito, que entre en razón. Finalmente, el hijo menor se ofrecerá para llevarlo en su auto y evitar que su frágil salud se degrade aún más.

La película tiene rasgos en común con Una historia sencilla (The Straight Story, David Lynch, 1999), pero también encuentra una afinidad en la narrativa de Raymond Carver. Payne nos ofrece una cantidad de secuencias en donde la observación de lo cotidiano revela capas de sentido más profundas, de forma similar a los cuentos del gran escritor norteamericano. Esto no imposibilita el humor, desde ya, que aparece a cuentagotas y nunca tuerce el límite de lo paródico. En ese sentido, Payne es un gran humanista, que estudia a sus personajes y, aún en sus miserias, no deja de tener una mirada empática.

El blanco y negro del film va a tono con su melancolía y adquiere mayor espesor cuando el anciano se reencuentra con un grupo de personas que lo conocieron cuando era más joven. Podremos saber qué fue de cada uno de ellos a medida que van apareciendo, como si la historia condensara el paso del tiempo de manera gradual, integrándose al relato sin sobresaltos y atendiendo a cada personaje.

Párrafo aparte, cuesta creer que esta pequeña joya casi no se haya estrenado.