Nadie vive

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Una joven pareja viaja con su automóvil por una oscura carretera. Sus conversaciones son triviales y sus caricias, tiernas, cuando de pronto su vehículo es detenido por otro, del que descienden cuatro individuos y una mujer, quienes secuestran a los ocupantes del primer automóvil.

De ahí en más, la historia se insertará en un clima de permanente violencia, ya que el secuestrado logra liberarse de sus cadenas y comenzará a matar de las formas más sangrientas a esos secuestradores que lo alejaron de su bella pareja.

El director japonés Ryûhei Kitamura, experto en esta clase de temática gore, no ahorró aquí torturas, cuerpos descuartizados ni escenas de sadismo, a lo que sumó un clima tenebroso y un constante suspenso.

La cinematografía norteamericana ya dio infinidad de veces muestras de su deleite por estas tramas donde la conjunción repetida es mostrar mucha sangre y escenas macabras, y aquí la receta se repite casi sin demasiadas variantes hasta llegar a un final inesperado en el que su personaje central promete, casi como un guiño, que su sed de venganza proseguirá en un próximo encuentro con el público seguidor de este tipo de anécdotas.