Muere monstruo muere

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Una primera secuencia impactante señala que sus espectadores serán los amantes de las películas de misterio y horror. Ovejas ensangrentadas y una mujer con un corte en el cuello que (con leve crujido) termina por no mantener el equilibrio de su cabeza.

La cordillera de los Andes, unas cuantas cabezas cortadas, policías en problemas y la posibilidad de un monstruo son los ingredientes de los que se vale el director mendocino Alejandro Fadel para abrir las puertas al cine fantástico. Fadel, haciendo un pacto con el policial, va desplazándose en un universo donde todo puede suceder, desde un triángulo amoroso de imprecisa resolución hasta la presencia de un posible culpable de tanta cabeza cortada y la persecución de un monstruo, suerte de alien de fuertes reminiscencias sexuales.

La suma de elementos heterogéneos, los cambios de ruta en un escenario imponente, ayudan a conservar un itinerario ominoso, donde el abandono de la razón y la presencia de lo sobrenatural se convierten en constantes.

Director que sabe crear climas, Fadel rodea a los personajes de misterio y alucinación, y encuentra buenos actores (Bigliardi, Jorge Prado, Víctor López junto con Tania Casciani) capaces de dar verosimilitud a lo inverosímil.

ENTORNO ANDINO
El filme, premiado internacionalmente, muestra un cuidado tratamiento formal donde se destacan especialmente el sonido y la fotografía de Julián Apezteguía y Esteban Rebella, que abunda en planos lejanos que permiten disfrutar del entorno andino.

Los diálogos apuntan a la condición humana y suenan un tanto forzados, pero contribuyen a enrarecer la historia que por momentos elige el gore como manifestación con ciertos toques de humor.