Mommy

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Nuevamente Xavier Dolan profundiza en las relaciones filiales, como sólo él sabe hacerlo, pero en el caso de “Mommy“ (Canadá, 2014), por primera vez corre el eje y deja también el protagonismo a otros actores.
El filme mira un núcleo monoparental desde la perspectiva de Dianne (Anne Dorval), una aguerrida mujer, un poco pasada de copas y de excesos, que asumirá la educación y acompañamiento de su hijo (Antoine Oliver Pilion) a pesar que todo le jugará en contra.
El filme inicia cuando Dianne retira del colegio en el que está internado a Steve y lo lleva a su casa, luego que éste provocara un incendio y algunos daños sobre el resto de sus compañeros. “El amor no alcanza para salvar a alguien” le dice la señora que le entrega al hijo, a lo que ella responde “los escépticos están condenados”, toda una toma de posición sobre qué asistiremos a continuación.
Y esto independientemente que en el camino a buscar a su hijo claramente haya algunos indicios que en ese ir hacia el lugar tendrían que haberla advertido sobre el peligro y la amenaza que se ceñirá sobre los destinos de ambos.
Sola, con el explosivo Steve, deberá encontrar una dinámica de relación armónica, aún sabiendo que esto es imposible y que lo suyo es tóxico, además deberá continuar con su vida, razón por la cual decidirá pedirle a una vecina muy callada y silenciosa (Suzanne Clément) el favor de ayudarlo con el estudio y además asumir el rol de “niñera” de él, porque de alguna manera debe ganar dinero y seguir postergando sus intenciones de encontrar algún compañero.
El trío de a poco comenzará a funcionar a la perfección, más aún cuando entre todos se limen asperezas y puedan decirse a la cara aquellas verdades que anteriormente se callaban, pero claro está que las cosas no serán como ellos esperan.
En su nuevo filme Dolan interpela al espectador con una contundencia que le permite jugar con los sentimientos a lo largo de toda la proyección. Obviamente este filme requiere de una posición activa del mismo para poder afrontar la propuesta sin juzgar, al menos hasta finalizar la proyección.
Si en “J'ai tué ma mère” (2009) el juego residía en la exposición de él mismo como protagonista con una serie de afirmaciones sobre el rol de la madre, aquí esto se reitera, pero asegura además una serie de sentencias sobre el hijo y el vínculo que nunca termina a cortarse entre ambos.
De Edipo a el estadío del espejo, mucho se ha afirmado sobre ese vínculo primigenio que funda lo social del ser humano. Pero Dolan plasma en la pantalla con habilidad una introspección hacia lo más despreciable del ser humano con el objetivo de fundar un filme que atrapa, no sólo por la historia y las interpretaciones, sino que, principalmente, por el juego que abre a su entendimiento.
“Mommy” atraviesa la historia apoyándose en una banda sonora que explota algunas imágenes y que además sirve de apertura de la pantalla, en donde el cuadro académico queda introducido dentro del filme como un elemento narrativo más, como un estado del sentimiento de los protagonistas y sus más profundas emociones.
Dolan provoca y expone a Dorval, Pilion y Clément a un enfermizo juego que da como resultado una historia honesta y simple, pero que en el maniqueísmo y habilidad de su mano directriz terminan consolidando una narrativa bella y rechazable a la vez.
“Mommy” es un filme intenso, agobiante, que busca trabajar en la superficie la explosión del joven protagonista y su madre, con un detallado y minucioso trabajo de exploración de la relación para poder, a su vez, integrar algunas críticas al mundo laboral y el estado de la salud en una Canadá ficticia que permite que uno se pueda “desprender” de un hijo sin siquiera más que firmar un papel de autorización.
Bienvenida esta nueva incursión del director y su habilidad para contar con pormenores una historia de seres desolados y desamparados que aún en la ausencia de soluciones se siguen queriendo y necesitando a pesar de todo. Provocativa.